Oscar Clemente Marroquín
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Hace muchos años Thomas P. McCann publicó su maravilloso libro “Una Compañía Americana, la tragedia de la United Fruit” que constituye sin duda el relato más documentado sobre esa empresa a la que debemos el calificativo de república bananera que aún se nos endilga. Y explica, entre otras cosas, cómo y por qué estableció en Guatemala sus dos principales divisiones, una en la costa del Caribe y otra en la costa del Pacífico, que fueron el alma y motor del crecimiento de la compañía. Pero dice que Guatemala fue escogida como el lugar para las primeras inversiones a principios del siglo pasado porque el país podía producir bananos de buena calidad pero también porque, cuando incursionaron en Centroamérica, Guatemala tenía el gobierno más débil y el más corrupto de la región.
El mismo autor se refiere a lo que ocurrió después del derrocamiento de Árbenz y explica que con el nuevo régimen de Castillo Armas no hubo mejoras respecto a lo que había con el régimen depuesto, sobre todo, afirma, porque el de la Liberación era un régimen ilegal, débil y poco inteligente y se prestó al mismo tipo de manipulaciones y corrupción que hicieron de Guatemala un terreno tan fértil para el imperialismo bananero de principios de siglo. El autor sostiene que dos décadas después de que la United Fruit Company y la CIA conspiraron para hacer este hemisferio seguro para su peculiar versión de la democracia, Guatemala persistía como uno de los más inestables gobiernos de Centroamérica, así como uno de los países más peligrosos para vivir o visitar. (Traducción libre).
En el libro escrito en 1976 se hace una descripción de cómo, gracias a la corrupción, la Frutera era el gran poder en este país y en el fondo no hemos tenido ningún cambio porque la corrupción y la impunidad son el eje de la vida nacional. Y en el año 2015 por primera vez en nuestra historia se emprendió un esfuerzo por combatir los dos vicios causantes de nuestro rezago económico, social y político y fue producto del esfuerzo que hizo la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala al enjuiciar a los políticos que se habían enriquecido en el ejercicio del poder. Fue tal el impacto en la opinión pública que la ciudadanía se volcó a las calles pidiendo castigo para los corruptos y se fueron multiplicando los casos porque por donde investigaba la CICIG con el acompañamiento del Ministerio Público, saltaba la liebre de la podredumbre que florecía abonada por la eterna impunidad.
En ese momento pareció que Guatemala podría cambiar y superar esa larguísima tradición reseñada por quien describió la presencia de la Frutera en nuestro país. Procesos bien fundamentados con prueba científica se sucedieron para sentar en el banquillo de los acusados a los políticos y la gente aplaudía con frenesí. Pero cuando empezaron a caer los corruptores se empezó a revertir el proceso porque crearon la ficción de que era un plan de la izquierda para dañar al país y se creó la misma polarización que en 1954 inventaron desde la CIA.
Hoy todo ese esfuerzo parece estar acabado y sin Velásquez y con Consuelo Porras, el retroceso es más que notorio.