Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

La coyuntura, el descanso y el tiempo evitaron que pudiera escribir una nota sobre Alberto Cortez, quien falleció recientemente. Justamente el título de mi columna hace referencia al inicio de mi canción favorita de Alberto, se llama Distancia, una alegoría que juega con el tiempo y la distancia, pero constituye una elegía a la amistad, es un canto al pueblo de origen, un himno al amor temprano, aquél que es inolvidable, por ser el primero o bien, como dice Alberto, que no pasó del intento. Cuando escuché, por primera vez, una canción de Alberto fue Mi árbol y yo, un poema encerrado en música o bien una melodía aprisionada entre un poema, que vincula la niñez en la casa paterna (mi madre y yo lo sembramos…fue mi padre quien lo trajo), las travesuras de la adolescencia (fue a la sombra de mi árbol, una siesta de verano, cuando perdí la inocencia) y la salida o el rompimiento con la familia nuclear (iniciaba un largo viaje solo de ida el pasaje) y concluye; así me ganó la ausencia, pero la figura del árbol se mantiene permanentemente, jugando con las idas y venidas e igualmente el crecimiento del árbol que le muestra y le canta sus cambios en cada retorno.

Las oportunidades que tuve de asistir a sus conciertos fueron varias y me las disfruté plenamente, además de la profundidad de sus canciones, contaba anécdotas o chistes que permitían una relación cercana con la audiencia. Una vez contó que hizo un viraje equivocado con su automóvil en Madrid, se percató de su error, pero la policía lo detuvo inmediatamente, ante lo cual le dijo a su esposa que es belga, “hablemos en francés para parecer turistas” y así lo hicieron, ante ello el policía se le quedó viendo directamente y le espetó: “¡¡¡vamos Alberto!!!, yo te conozco!!!.

Me recuerdo que una vez, en una librería de usados me encontré con su libro que se llama Equipaje, al leerlo me pude dar cuenta de su capacidad para escribir, los poemas o la prosa brotaba fácilmente, haciendo uso de alegorías para cosas simples, para momentos de la vida, para hablar de personas queridas (La carta a mi viejo, es una maravilla, en tanto habla de esa relación tan aparentemente lejana pero intensa con el padre, por ejemplo).

Cuando uno escucha Callejero, no puede dejar de sentir ternura por el personaje de la canción e igualmente la capacidad de Alberto de poner poesía en su pieza. Inicia: “Era callejero por derecho propio/su filosofía de la libertad/fue ganar la suya sin atar a otros/y sobre los otros no pasar jamás”. Otra parte bella: “Era un callejero con el sol a cuestas/fiel a su destino y a su parecer/sin tener horario para hacer la siesta/ni rendirle cuentas al amanecer”. Poner en una canción la ternura especial que los perros proveen a sus amos es indiscutible, pero ponerla en estas frases tan bellas es genial.

Y así muchas canciones. El Abuelo, por ejemplo, me recuerdo que la escuchábamos con Pepe Lewald, le encantaba hasta llegar a las lágrimas, al igual que Distancia, la cual cantamos todavía. Las canciones de Alberto Cortez me llevaron por mi juventud y ahora en mi primigenia vejez a deleitarme de sus letras. Así como me llevan a San Rafael con mis amigos de juventud -Romeo Carías, Sergio Mejía, Luis mi hermano, Sergio Figueroa, el Seco Ortega y otro montón, con quienes disfrutamos de la guitarra de mi viejo amigo Víctor Hugo Ruiz. Igual, cuando le puse las canciones de Alberto a mi papá, me dijo, esos son poemas mijo.

Hoy, con Mónica, seguimos disfrutando de esta música fuera de lo común, escuchando con atención sus letras y lamentando su pérdida junto a Guicho Muñoz. Me gustó la despedida de Ricardo Arjona sobre él, reconociendo su pureza de espíritu y su apoyo para él en Argentina. No cabe duda que hemos perdido a un cantante y poeta excepcional. Parafraseando su letra con su despedida: “Se bebió de pronto todas las estrellas/se quedó dormido y ya no despertó. Descansa en paz Alberto Cortez, hasta siempre Alberto.

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