Jorge Antonio Ortega Gaytán
Escritor y catedrático universitario

El tomar la realidad de la marginalidad es un asunto que va más allá de la perspectiva de los observadores ocasionales o circunstanciales, se requieren de dos elementos medulares, el primero de ellos es ser parte integrante de dicho ambiente, de preferencia oriundo. La segunda, tener la oportunidad y el valor de describir esa atmósfera desde la frontera o la marginalidad de la subalternidad.

La postmodernidad americana permite de tajo entrar al corazón de los dogmas gravitantes de dicho entorno, a esto debe los factores que permiten el equilibrio del variante y alternativas del complejo andamiaje idiomático y cultural de nuestro continente (multiétnico, multicultural, y plurilingüe).

El fenómeno social en América Latina tiene como común denominador la pobreza, que atraviesa a lo largo y ancho a todas las naciones que la conforman. La majestad de este marco referencial hace posible el abordaje del tema de la marginalidad en los extremos de la condición infrahumana en que sobreviven sectores de latinoamericanos.

Lo anterior queda al descubierto en la narrativa de Jara, 1950. Particularmente, en el relato Montacerdos, en sí un conjunto de historias de la marginalidad, de lo popular extremo, el basurero del cual crea un mundo narrativo que aborda la faceta más violenta de una sociedad rústica y elemental, animado por unos personajes sencillos, agrestes, que llevan sus pasiones a la última consecuencia y actúan con la misma fuerza de las bestias en la lucha por la supervivencia.

En este mundo, donde los hombres y animales pueden ser identificados por un comportamiento brutal e instintivo, los sentimientos nobles como la ternura, el coraje o el amor también afloran en los personajes, sin embargo, termina por imponerse la ley de una naturaleza devastadora y fatal.

Lo que magnifica la brutalidad de la ironía de la vida y la condición infrahumana es la propia ley, representada por la autoridad. Cronwell se constituye en un arquitecto de cuentos marginales al límite de los niveles de un submundo de la subalternidad, como es el caso específico de esta narración, donde la protagonista es mujer, pobre y en buena medida abandonada por el padre, la madre y la sociedad; donde el narrador se permite introducir alguna nota de ambigüedad jugando con ambivalencias de significado.

El resultado es la creación de un inquietante suspenso que conduce lentamente al descubrimiento de que las cosas o los actos humanos pueden presentar una dimensión distinta de la que aparentan, más aún en una atmósfera tan singular como lo es el basurero, de hecho, un domo específico de una historia, que permite una aproximación virtual, con y las imágenes sucias, sonidos colaterales, olores nauseabundos y el contacto con material en proceso o estado de descomposición.

Jara, con un lenguaje sencillo traslada al lector a esa realidad de marginalidad a subniveles de comunicación, donde los códigos idiomáticos sufren una constante metamorfosis por el uso de esa colectividad que cohabita con los desperdicios de la sociedad peruana.

El discurso del texto cumple con su cometido de explorar al lector en ese mundo, con sus intimidades y lo doméstico de su diario vivir. Lo sucio se pega al paladar y al olfato durante la lectura, la jergal, la jerga utilizada por los cartoneros atraviesa sin obstáculo alguno, el imaginario personal, se hace tangible, gracias al estilo del cuentista peruano, que no tiene empacho alguno, para presentar la realidad (cruda y desagradable) en forma directa, sin preámbulo, ni palabras rebuscadas, eso sí, utilizando el idioma del submundo marginal extremo. Donde seres humanos viven en un mundo de basura y desperdicios de los otros seres humanos y de latitudes sociales y lingüísticos distintas.

La constante comparación de conceptos contrapuestos y lo crudo de la narración, se diluye con el diestro del idioma, hay exquisitez en sus oraciones cuando se refiere al amor, al odio, al dolor y a la muerte en sí. El texto esta sobrado de este tipo de oraciones, que le dan un sabor especial a la lectura, a pesar de su tema medular, la pobreza extrema en el vórtice del desperdicio humano y social.

“Hombrecitos de moco; verde mocos que subían y bajaban con hélices mariposiando en las narices…” “Lupa de aumento y, a través de él, el mundo se hizo escándalo y magia; los alacranes, gigantes se estrechaban con descomunales y acorazadas pinzas, como bestias prehistóricas, … Dios nos pisa a todos. Al cielo iremos”.

Los ejemplos anteriores, permiten una aproximación a lo fabuloso del tratamiento de la temática por parte del escritor sudamericano, que con estilo singular aborda lo menudo de esa atmósfera con su propio tiempo y espacio, al igual que en la tristeza el paso de las horas es lánguido, a diferencia de cuando la felicidad es la protagonista, el tiempo vuela; todo es un asunto de percepción, como la sensación térmica que hace que el frío sea más intenso, dependiendo de la velocidad del viento. Cronwell Jara, es el acelerador de las palabras y los conceptos que permiten un abordaje de frente y sin reserva alguna al extremo de la vida marginal peruana, con todas sus circunstancias, variantes y alternativas de hecho sus singularidades.

El marco y el fondo de toda la narración es la pobreza material, moral y en algunos instantes espiritual de los protagonistas. El andamiaje utilizado por el escritor permite conocer, observar y contrastar la realidad de ese mundo, el basurero y la podredumbre, con el contexto del lector.

Las herramientas que utiliza Jara permiten transitar en los diferentes ambientes de ese submundo, la anterioridad de los personajes, el entorno de la basura, la estructura social y la dinámica que se genera en la marginalidad, es sin lugar a duda una radiografía y una fotografía panorámica que permite el análisis de la estructura antropológica de la pobreza de ese sector social peruano y que con facilidad se puede trasplantar a cualquier basurero de América latina.

Además, se constituye como un testimonio y un registro de su existencia como fenómeno social, con un idioma particular (jerga), códigos de conducta y con una cosmovisión singular del mundo; todo lo anterior hace del Montacerdos esa visión integral y privilegiada de ese fenómeno que pervive en nuestras naciones.

La estructuración del relato desemboca en una narrativa documental que sirve de plataforma valida para describir ciertos hechos que parecen sacados de la imaginación, pero, son tan reales como la vida misma y su desenlace. Es una narrativa corta por clasificación, pero, se transforma en una nave que transita sin obstáculo alguno por las venas de la pobreza, flota en los desagües a flor de tierra de las miserias humanas (sentimientos y realidades) atraca en el dolor y las injusticias de la marginalidad, traspasa las fronteras de la realidad y se sumerge en las podredumbres, que es otra realidad, otro mundo, otro universo, donde se hace necesario descodificar el lenguaje, porque no existen ambigüedades para el hambre, el frío y la muerte.

La literatura posmoderna en América, hoy más que nunca la encuentra en los textos de la subalternidad un terreno fértil y un tema suficientemente amplio para oxigenar un sin número de hojas en un futuro mediato, de hecho, en Guatemala su proliferación es tangible y se encuentra en pleno desarrollo con muchas posibilidades de expansión y penetración en el mundo de las letras.

Jara, da la pauta que se puede describir lo marginal con elegancia y sonoridad, y demuestra que aún lo desagradable tiene particularidades muy humanas y por lo tanto es necesario conocerlas. De eso se trata la literatura marginal, dar testimonio y dejar registro de su existencia.

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