Juan Fernando Girón Solares
Colaborador Diario La Hora

Riiiiing…Riiing…El teléfono llamaba con insistencia a la secretaria de la Gerencia de la empresa Texaco de Centroamérica, localizada en su planta de la ciudad de Guatemala, y con mayor precisión en el escritorio de nuestra protagonista María Elisa, quien aquella tarde del mes de marzo de 1946 mientras se encontraba ordenando la correspondencia, y luego del tradicional Aló, escuchó la voz de la recepcionista de la compañía, quien en forma acomedida le indicó: ELISITA, “buenas tardes, tienes una llamada de parte de un señor de apellido LEHNHOFF, dice que es de la Subdirectiva de la Hermandad de la Escuela de Cristo de la Antigua”.

Primero sorprendida y luego intrigada, María Elisa le pidió que le trasladasen la llamada telefónica, y luego del respetuoso saludo, el interlocutor a distancia se identificó de la siguiente manera: “Apreciable señorita, le saluda respetuosamente Ricardo Lehnhoff, trabajo actualmente en la empresa ferrocarrilera IRCA, pero a la vez soy el Presidente pro témpore de la Subdirectiva provisional que está ayudando al Presidente y demás Colaboradores de la Hermandad del Señor Sepultado de la Escuela de Cristo en Antigua Guatemala”.

“Sí don Ricardo, he oído hablar de usted, mucho gusto” replicó en forma nerviosa nuestro personaje, “¿en qué le puedo servir?”. “Pues vea, sabiendo muy bien de su devoción hacia la Santísima Virgen de Soledad de la Escuela de Cristo, su nombre fue sugerido por dos personas que están colaborando asiduamente con nuestra Subdirectiva, Guillermo Lira Mollinedo, por un lado, y por el otro nuestro amigo William Penney, precisamente Gerente General de la compañía para la cual usted labora. Tenemos una iniciativa que esperamos llevar a feliz término para la Semana Santa y más concretamente para el Santo Entierro el Viernes Santo de este año, y se me encomendó para este efecto consultarle: hasta el año pasado, la Soledad era procesionada en hombros de Sayones a quienes se contrataba específicamente para el efecto, pero tenemos la visión que esto cambie, ya que las damas deben participar también en dicho Cortejo Procesional, y ese queremos sea el aporte de nuestra Subdirectiva. Queremos pues, que sean ellas las que lleven en hombros a la Santísima Vírgen; NOS AYUDARÍA USTED A CONFORMAR UN GRUPO DE DEVOTAS CARGADORAS PARA ESTE EFECTO ¿?”.

De más está decir, que la noticia sacudió a María Elisa de pies a cabeza, pues el nerviosismo dio paso a la impresión y, por último, como era lógico a la emoción. En su mente, empezó a escuchar las notas de una sentida marcha dedicada a la SOLEDAD DE LA ESCUELA DE CRISTO, y recordó aquel momento impactante de la semana santa del año anterior… ahora lo entendía a la perfección, era fuerte y claro el mensaje que la Virgencita le había mandado, y claro está, la respuesta no esperó ni veinte segundos y los labios de nuestro personaje alcanzaron a decir: “Con mucho gusto don Ricardo, será un honor, por favor cuenten conmigo…”

Y así empezó aquella aventura… El señor Lehnhoff concluyó la conversación, indicándole que, como parte de este aporte de aquella Subdirectiva a la Hermandad en Antigua, existía un compromiso de parte de cada uno de ellos, cinco en total, de conformar UN TURNO de veinte damas cargadoras para el día Viernes Santo. Esto implicaría que María Elisa, debía conformar un grupo de CIEN (100) devotas cargadoras en pocos días, que durante el recorrido del Santo Entierro, el que dicho sea de paso también, era más extenso que el de pésame de cada Sábado Santo, pues llegaba allende los límites del Parque de San Sebastián.

De esa cuenta, cada seis cuadras, finalizaba la vuelta y así deberían de llevar nuevamente en hombros las andas procesionales. Pero con la consabida plegaria e indudablemente la bendición de la Virgen de Soledad de la Escuela de Cristo, quien indudablemente quería salir el próximo Viernes Santo en hombros de sus devotas cargadoras, quizá la más fiel de ellas, dio inicio a la tarea de reclutamiento de aquellas valientes y decididas mujeres, y para tal efecto, la mejor opción era de la de acudir a la organización piramidal: cada uno de los turnos tendría una encargada, y así con la mirada puesta al cielo y el corazón lleno de fervor, María Elisa alcanzó a pedir: – VIRGENCITA, POR FAVOR AYÚDAME -.

Y así, la búsqueda de las primeras cinco damas comprometidas con la procesión de la Virgen de Soledad de la Escuela de Cristo dentro del Santo Entierro, mujeres entregadas a su inclaudicable fe católica, concluyó con la aceptación en pocos días, de las siguientes personas: Virginia, quien laboraba para la misma compañía en el área de ventas; doña Candelaria, la afanosa organizadora de las actividades parroquiales en pro de la ampliación y construcción del templo localizado muy cerca de donde María Elisa residía en el barrio de la Reformita; Inés, su amiga íntima de estudios en esta capital;  Rosa María, maestra de educación secundaria en el Colegio Casa Central y muy apreciada entre el alumnado, y finalmente Irene del Carmen, quien no obstante había nacido en la Antigua Guatemala, residía actualmente en la capital y se trataba de una gentil dama de la sociedad capitalina de aquel entonces, con muchos contactos entre sus numerosas amistades.  La Cuaresma de aquel año 1946 estaba por concluir, y el grupo empezó a conformarse…

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