Gustavo Sánchez Zepeda

Nunca me ha importado la “carrera literaria”, pero escribir, porque me crea y recrea, es cenital en mi vida. Escribir, más que facultad es fatalidad.

Luis Cardoza y Aragón

El lenguaje científico es de una rigurosidad absoluta, describe lo que escribe. No puede ni debe parecerse a nada y no representa más de lo que expresa. Este tipo de lenguaje, útil entre los profesionales de las ciencias exactas, es imprescindible para la transmisión de conocimientos precisos.

El lenguaje figurado, en cambio, permite el conocimiento de las cosas a través del arte de representarlas en esa realidad virtual que es el pensamiento humano, es el que organizó el juego de los símbolos y ha hecho necesaria la exégesis. Es importante señalar que la exégesis no es privilegio de unos cuantos; como la crítica, es una de las herramientas del proceso de comunicación que utiliza toda persona. El ser humano interpreta al mundo a través de las semejanzas, con base en la asociación de ideas, donde un objeto sugiere otro con el que guarda alguna similitud. Este tipo de lenguaje nació por la falta de vocablos que transmitieran la idea del objeto que se deseaba representar y ha llegado a ser la más rica fuente de expresión artística, pues no sólo comunica hechos sino también sentimientos. Y es capaz de sugerir en el receptor una serie de imágenes que el emisor ni siquiera se planteó. Lo que es aciago en el lenguaje técnico, es fértil en el lenguaje figurado.

De acuerdo con Michel Foucault (1969), las semejanzas básicas utilizadas en el lenguaje son cuatro. La primera de ellas es la conveniencia, que se da por la proximidad de los objetos. Los que están uno al lado del otro se convienen entre sí. Son cosas cuyos bordes se tocan, se mezclan, se amalgaman y se transmiten cualidades y emociones. En este caso la semejanza la establece la ubicación física, el sitio que ambas ocupan en la naturaleza. Del contacto nacen nuevas semejanzas, los seres se acoplan unos a otros, se familiarizan entre sí. Los ejemplos más apropiados nos los aportan los seres miméticos y los simbióticos, tanto del reino animal como del vegetal. El lugar y la similitud se enredan: se ve musgo sobre las rocas, hiedra en los árboles, plantas en las patas de los animales, huellas, sombras, agujeros, hasta que no se sabe que es qué ni quién es quién (pp. 26-34).

La conveniencia es una semejanza que depende de la proximidad. Obedece a una fuerza unificadora que se acomoda constantemente. El mundo es la conveniencia global de las cosas. De esta manera, por la relación de los objetos en el espacio, por la forma en que la cosa se asemeja a lo contiguo y lo asimila, el mundo forma una cadena consigo mismo. Así, lo que le sucede a un miembro del eslabón, influye en el otro.

La segunda forma de similitud es la emulación: es diferente a la conveniencia porque la cosa es libre de estar ubicada donde sea y se mantiene en la distancia. Como si el orden espacial se rompiera y los eslabones de la cadena, que están separados, reprodujeran sus círculos a lo lejos. Es una semejanza sin contacto. En la emulación sucede lo del reflejo en el espejo. Por medio de ella, las cosas pueden imitarse de un lado al otro del mundo sin cadenas visibles ni proximidad. Por la emulación las distancias son abolidas, la realidad se refleja en la distancia de un lugar a otro en el espacio. ¿Dónde está lo real y donde la imagen? Nos es difícil precisarlo pues la emulación es tal, que no se distingue cuál es el original y cuál el émulo.

La emulación se da, en principio, bajo la forma de un destello, cauteloso y distante. Recorre en silencio las dimensiones del mundo. Pero la distancia que atraviesa no desaparece, permanece como es, de tal modo que puede ser repetidamente atravesada por reflejos de otras imitaciones. Los dos modelos que se oponen, simultáneamente se apoyan entre sí. La emulación nos refiere a los espejos que están uno frente al otro, donde lo semejante refleja a su semejado, de tal modo que la imagen se multiplica al infinito.

La tercera forma de similitud es la analogía. Este es un viejo concepto utilizado por los griegos y durante el medioevo. Al igual que la emulación, asegura el enfrentamiento de las semejanzas a través del espacio. Las similitudes de las que habla no son las evidentes, siempre va más allá, a niveles más sutiles. Así, suavemente, puede ofrecer un número ilimitado de relaciones.

Foucault (1969) cita a Crollius y nos señala lo que, para él, es la analogía mayor: …existe en este espacio surcado en todas direcciones, un punto privilegiado: está saturado de analogías (cada una puede encontrar allí su punto de apoyo) y, pasando por él, las relaciones se invierten sin alterarse. Este punto es el hombre; está en proporción con el cielo, y también con los animales y las plantas, lo mismo que con la tierra, los metales, las estalactitas o las tormentas. Erguido entre las fases del mundo, tienen relación con el firmamento (su rostro es a su cuerpo lo que la faz del cielo al éter; su pulso palpita en sus venas como los astros circulan según sus vías propias; las siete aberturas forman en su rostro lo que son los siete planetas del cielo); pero equilibra todas estas relaciones y se las reencuentra, similares, en la analogía del animal humano con la tierra en que habita: su carne es gleba; sus huesos, rocas; sus venas, grandes ríos; su vejiga, el mar y sus siete miembros principales, los siete metales que se ocultan en el fondo de las minas (pp. 30 y 31). Hay que tomar en cuenta que la obra de Crollius fue publicada hacia 1608, por eso habla de siete planetas y otros tantos metales. Lo importante de aquí es la analogía del universo con el ser humano.

La dimensión de las analogías es de representación, en donde el ser humano percibe y proyecta las semejanzas que circulan en el mundo. Estas se relacionan una tras otra de tal modo que, al seguirlas, llegan a vincular cosas disímiles; de esta manera, una analogía puede volverse contra sí misma sin ser refutada. Tanto la variabilidad como la polivalencia dan a la analogía un campo universal de acción. Por eso se pueden conectar todos los sujetos y todos los objetos del mundo.

La cuarta forma de semejanza es la simpatía, que es la correlación existente entre dos cuerpos que hace reflejar el sentir de uno en el otro. Es la afinidad de una cosa con otra, aunque sean diferentes entre sí. La simpatía es la proyección de sí mismo en los elementos existentes de un algo que está fuera del ser. Es la inclinación natural de una cosa con otra, sin importar la ubicación física de ambas. La simpatía no se sujeta a cadenas ni distancias, se mueve libremente por el mundo. Lleva lo pesado hacia abajo y lo liviano al éter. Al atraer unas cosas hacia otras por un movimiento exterior y visible, provoca un movimiento interior e invisible. Tiene el poder de hacer que las cosas se asimilen entre sí a tal punto que desaparecen en su individualidad.

A la simpatía se le opone la antipatía, que encierra cada cosa en su individualidad, la aísla en su propia diferencia y permite que las cosas sigan siendo lo que son. La antipatía llega a definir una realidad a través de la negación de otra. Es decir, llega a lo que la cosa es, por medio de lo que no es. Como los extremos de una misma cadena, que para permanecer independientes deben estar alejados. O los polos de la energía eléctrica, que se repelen el uno al otro.

Foucault (1969) concluye el tema de las semejanzas así: …todas las vecindades de la conveniencia, todos los ecos de la emulación, todos los encadenamientos de la analogía, son sostenidos, mantenidos y duplicados por este espacio de la simpatía y la antipatía que no cesan de acercar las cosas y de tenerlas a distancia. Por medio de este juego, el mundo permanece idéntico; las semejanzas siguen siendo lo que son y asemejándose. Lo mismo sigue lo mismo, encerrado en sí mismo (p. 34).

Bibliografía

Foucault, Michel (1969) Las palabras y las cosas México: Siglo Veintiuno Editores, S. A.

PRESENTACIÓN

Michel Foucault es un pensador imprescindible en el concierto de filósofos posmodernos.  Sus obras, “Las palabras y las cosas”, “Historia de la locura en la época clásica”, “Vigilar y Castigar”, “Historia de la sexualidad” y “La Arqueología del saber”, entre otras, dan muestras de un autor que, más allá del espíritu crítico con el que deconstruye la realidad, comprende los mecanismos de poder en su intento por dominar las conciencias.

Con tales credenciales, no es difícil justificar la necesidad de acercarnos al filósofo francés.  Y nada mejor para ello que hacerlo de la mano del profesor de filosofía, Gustavo Sánchez Zepeda, quien explora en la edición “el lenguaje” desde Foucault.  Ello, a partir de los principales conceptos vertidos por el pensador galo en su obra “Les Mots et les choses” (“Las palabras y las cosas”).

Sánchez dice que Foucault concluye su tema con la siguiente cita:
“…todas las vecindades de la conveniencia, todos los ecos de la emulación, todos los encadenamientos de la analogía, son sostenidos, mantenidos y duplicados por este espacio de la simpatía y la antipatía que no cesan de acercar las cosas y de tenerlas a distancia.  Por medio de este juego, el mundo permanece idéntico; las semejanzas siguen siendo lo que son y asemejándose.  Lo mismo sigue lo mismo, encerrado en sí mismo”.

Al texto anterior, lo acompañan otros artículos a cargo de Harold Soberanis, Gustavo Bracamonte, Juan Fernando Girón Solares y Josué García.  Las propuestas son variadas.  Soberanis defiende la importancia de la filosofía en un mundo cifrado por el utilitarismo.  Girón Solares revaloriza las tradiciones religiosas de Semana Santa mediante la ficción literaria.  Y Bracamonte nos presenta su más reciente obra poética orientada a una especie de crítica social.

Mención particular merece la colaboración de Josué García, estudiante de Ciencias de la Comunicación y Productor/Locutor de Somos Juventud Podcast, quien escribe sobre el Podcast en Guatemala y la historicidad de su proyecto realizado no sin dificultades.  García explica la complejidad del Podcasting, sus desafíos y la contribución hecha a la sociedad a través de un formato con enorme futuro digital.

Que disfrute de nuestra edición.

Hasta la proxima.

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