Miguel Flores
El pasado 18 de enero el Tribunal Supremo convocó a elecciones. El acto en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias tuvo como protagonista el emblema de las elecciones generales 2019, enorme de casi el tamaño de la embocadura de la Sala Efraín Recinos. El nuevo emblema de las elecciones generales es un isologo, una fusión del ícono del mundo, de personas y gran cantidad de texto. Estéticamente es pobre.
El TSE no ha medido las consecuencias de su uso en los diferentes formatos (tamaños) en que lo aplicará, al reducirlo no se entenderá porque prevalece el icono del orbe y el texto será ilegible. Los medios tonos de las papeletas en la parte inferior del mundo, que quieren simbolizar volcanes, se esfumarán debido al uso de los medios tonos de colores de las papeletas. Los tipos de letras son antiguos, sin seguir las tendencias contemporáneas, de personas acostumbradas a la lectura digital, como la letra Francisco.
Simbólicamente alude a lo universal, a algo internacional y no a lo local. Da a entender que la diáspora guatemalteca casi compite con la judía, extendida por todo el orbe. Y hay que tomar en cuenta que aún existen dudas sobre cómo resolver el voto en el exterior. Los iconos de humanos que siendo muy imaginativos podrían ser el voto de las personas, una idea forzada. ¿Y esos colores? El exceso de texto se diluye ante la gran imagen del orbe en azul y verde. Este emblema a todo color tiene un alto costo de impresión, incluso en materiales como plástico. La versión en blanco y negro es mustia.
Este isologo de las futuras elecciones es una chambonada. Se perciben órdenes superiores al diseñador, más bien dicho, manejador de programas de diseño. Incluir todas las ideas como las que hay presente en este isologotipo da a entender que quien lo hizo, quiso quedar bien con sus superiores. Falta de síntesis y de creatividad ante todo. Hay tan buenos ejemplos que los señores del TSE han visto en sus últimos viajes, como Chile, Brasil, México, o de los cercanos, El Salvador y Honduras, sin ir muy lejos.
El diseño gráfico como disciplina profesional nace en Guatemala en la década de los setentas en la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Rafael Landívar. Anteriormente este trabajo era realizado por dibujantes o artistas visuales que formaban parte de los departamentos de arte de las agencias de publicidad o de grandes imprentas. Alfredo Gálvez Suárez lo fue de la Litografía Byron Zadik, o Moisés Barrios y César Barrios para empresas de publicidad. Era la época en que los textos se levantaban en letras transferibles y luego se fotografiaban para luego pegarse en cartones. El color se indicaba en capas de papel (las famosas camisas) y se enviaba a la imprenta. Todo eso cambió con las nuevas tecnologías, especialmente con Apple. Los recursos actuales para el diseño gráfico son vastos, pero sigue teniendo preeminencia la idea y la imaginación.
Este emblema da una idea del conservadurismo de los señores magistrados y evidencian una falta de síntesis y poca inteligencia visual. Una chambonada.