Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Adrián Zapata
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El proceso electoral ya está formalmente desarrollándose, la contradicción alrededor de la CICIG sigue presente y profundizándose, quien dijo que dicha Comisión es cuestión pasada, ya parte de la historia, paradójicamente está respondiendo a la vigencia coyuntural del tema. Los diputados se reparten festinadamente las comisiones, como un botín legislativo. Las contradicciones interinstitucionales se mantienen con intensidad.

Como se ve, todo es coyuntura. Y esta caracterización de esos hechos no le quita relevancia a los mismos. Es sólo una constatación que la vorágine de ellos borra del mapa cualquier problema que no tenga esa urgente relevancia.

Las noticias sobre la pobreza se presentan ataviadas con vestimenta de maras. Las referencias a los campesinos se restringen a las movilizaciones que cierran carreteras, con las usuales descalificaciones. Las menciones a los trabajadores se circunscriben a mostrar las perversiones de algunos de sus dirigentes sindicales.

La coyuntura, igual que el eclipse de luna recién pasado, obscurece la realidad y la posibilidad de ver más allá de lo que está sucediendo momentáneamente. Las noticias, las columnas de opinión, las conversaciones de café, los temas que se hablan entre amigos o familiares, son fundamentalmente referidos a lo que está sucediendo hoy, si acaso ayer.

Cualquiera puede decir que eso es lo de siempre, que la gente siempre habla y se preocupa de la cotidianidad, que los medios refieren lo del día y que, por lo tanto, no hay nada de novedoso en ello.

Y lo anterior es cierto, pero es que ahora la agenda pública está copada por dicha cotidianidad. Estamos en el reino de la coyuntura. Nada más importa.

El riesgo de esta urgencia que toma lo inmediato es particularmente serio de cara al proceso electoral, porque eso implica que el contenido de los planteamientos de quienes compitan estará reducido a tales angustias y que los temas de fondo muy difícilmente aparecerán en las agendas de los candidatos y en las preocupaciones de los electores.

La pobreza, la exclusión, la desigualdad, entre otros temas, seguirán esperando la oportunidad de ser abordados, la cual nunca llega, porque la urgente coyuntura se los come.

No hay conciencia sobre la ineludible necesidad de abordarlos, a pesar de que no habrá cohesión social posible si ellos se siguen ignorando. La democracia, aun la limitadamente electoral, no será el régimen con la cual la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas se identifiquen, porque no es suficiente para resolver los problemas que los acongojan, no de ahora, sino que heredados secularmente.

Y quienes quieran simplistamente decir que basta con luchar contra la corrupción, que es un tema de alta relevancia coyuntural, porque ella es la culpable de todas nuestras angustias y congojas, seguirán atorados en el pensamiento “mononeural” que es propio del limitado horizonte que la coyuntura permite.

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