Gustavo Bracamonte
Poeta
Busco entre los escombros de la primavera
una hoja verde que disipe la tristeza
y la indiferencia estragada,
arrastro mi boca con palabras pendientes del destino,
resistamos para que no caiga la democracia,
porque al final de las piedras amargas
del Pacto de los Corruptos,
un clavel expandirá su naturaleza de sueños y esperanzas.
Volcaron el carro
que traía para nosotros los días más espléndidos,
algunos colocaron sus intereses en el camino,
otros siguieron durmiendo abrazados a sus delitos,
estos uniformados asaltando por las noches
las pequeñas alegrías
con las que hicimos un mapa de sonrisas impredecibles.
Volvieron los lobos a comernos los sueños,
a arrancarnos los ojos para que no viéramos la realidad
con que ensuciaron el país.
Pero, tendremos que levantarnos al amanecer
a encender el fuego que apagaron los zapatos nuevos
de los hombres reunidos en los poderes del Estado,
que nadie diga al atardecer que faltó el aliento
o que dejaron los fósforos humedecidos
con la desesperanza
o que les dolía el ingenio para reunir los brazos.
Ayer, el sórdido presidente, falseó la puerta de la decencia,
lo empujaron los hombres del dinero y los fusiles de sangre,
en silencio quedó la gente, dejaron de mirar de pronto,
dejaron de escuchar por fallo en la memoria,
ni siquiera murmuraron cuando cayó destrozado el futuro,
ni volvieron su rostro al tráfago gubernamental,
ni lloraron en su propio funeral
cuando mutilaron su destino legal con un zarpazo letal.
Halemos desde esta trinchera de la organización
las tempestades de la conciencia,
reunamos las palabras que detestan el totalitarismo,
hurguemos el bien común,
levantemos la voz hasta borrar la noche desgraciada de la patria, sacudamos con la gente estos cuarteles de mierda,
liquidemos con alegría el mal que nos oprime.
Es la hora de regresar a la plaza
para derrotar al ignominioso poder presidencial.