Por Peer Kuni
Agencia (dpa)
En Estados Unidos están de moda y se los ve en muchas esquinas de las grandes ciudades: los monopatines eléctricos, la mayor novedad cuando se trata de moverse en medio del caos del tráfico urbano.
Los scooters eléctricos circulan o bien por las ciclovías o en el carril derecho de las calles. «Uso los scooters sobre todo para distancias cortas, para ir de la estación de metro a la oficina», señala Robert Price, residente en Washington. Pero no es la única urbe, ya que también están en muchas otras como Viena y Madrid.
Aunque no están exentos de peligro en medio del tráfico en hora punta, estos monopatines son una alternativa al automóvil o los autobuses. No se quedan atrapados en los embotellamientos y no hay que pagar por estacionarlos, sino que sencillamente se los deja en cualquier lugar.
No sólo los usan los trabajadores, sino también los turistas. «Es una idea genial», dice John Lawrence, un germano-británico que visita la capital estadounidense y se mueve en uno de ellos a hasta 24 kilómetros por hora.
Los usuarios tienen que descargar una app de la empresa de scooters en el celular. En el caso de Washington hay varias. Cada viaje se cobra a través de la tarjeta de crédito y el precio es de 2.50 dólares (2.20 euros) por 10 minutos.
Basta con darse impulso dos o tres veces y el resto funciona con una palanca en el volante. También cuentan con un freno de mano y un soporte para estacionarlos.
«En la actualidad, un 40 por ciento de los viajes en automóvil son de menos de dos millas», explica Travis VanderZanden, fundador y gerente de Bird, al diario «Washington Post». Dos millas equivalen a 3.2 kilómetros. «Nuestro objetivo es sustituir la mayor cantidad posible de estos viajes para sacar vehículos de la circulación y reducir el tráfico y las emisiones de gases de efecto invernadero».
La firma Populus entrevistó desde mayo a julio a 7,000 personas en grandes ciudades estadounidenses para conocer su opinión sobre los monopatines eléctricos, y en el estudio el 70 por ciento consideró que son positivos para las urbes y una ampliación de la red de transporte público.
Pese al auge de los scooters de unos 11 kilos de peso, no todos están igual de satisfechos con su éxito. En San Francisco, por ejemplo, se los encontró colgados de árboles o sumergidos en el agua de la bahía. En marzo, las empresas intentaron introducirlos de la noche a la mañana, pero en junio tuvieron que retirarlos a todos hasta que la ciudad apruebe una regulación sobre su funcionamiento.
Uno de los problemas es que se les puede estacionar en cualquier parte. «Es muy molesto cuando están en mitad del camino o cuando bloquean las entradas», se queja Zhihao Yun, un estudiante chino. También genera indignación cuando se los usa a alta velocidad en las aceras (veredas).
En Washington funciona desde septiembre del año pasado un proyecto piloto para bicicletas sin estación, es decir que se pueden dejar en cualquier parte. En febrero se amplió a los monopatines. El sistema obliga a compartir los datos de circulación de estos aparatos con el Departamento de Tráfico, que en los primeros diez meses -hasta junio- registró 625,000 viajes con bicicletas o monopatines eléctricos.
Solo en mayo los usaron 55,000 personas para 140,000 viajes. Pero en Washington tampoco hay regulaciones para los scooter. Por eso, la fase de prueba se extendió a finales de agosto hasta fines de año para recabar más datos y trabajar en los problemas. «Pensamos que hay un programa útil, pero que tiene que haber una regulación jurídica», dijo al «Washington Post» Sam Zimbabwe, principal director de proyecto en el Departamento de Transporte de Washington.