Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz

Quisiera ser optimista con esto, voy a intentarlo. De entrada, pienso que es complicado porque la humanidad no arranca. Se le ve avanzar en tecnología, pero nada más; los temas siguen siendo los mismos y siempre tratados igual.

Recuerdo una frase que decían que pertenece a Chesterton; la que busqué sin éxito; tal vez no busqué bien, o tal vez no sea cierta. El punto es que la frase dice algo así como, que el cristianismo parece buena idea, pero no sabemos si funciona porque todavía no se ha puesto en práctica. Asumo que aún no se ha llegado a la verdad que intenta transmitir aquella doctrina.

A mí me pasa todo el tiempo. Si alguien me replica, lo que hago es repetir teorías que tengo bien masticadas, como si fueran ciertas. Acepto que es algo violento, pero todos debemos salvar el pellejo sea como sea. Ni siquiera soy original, la humanidad es una fila de teóricos hablando sobre el sentido de la vida; al menos lo que le hace sentido a cada quien. Las ideas han reemplazado a la vivencia, y entre tanta cognición menospreciamos la sensibilidad, en mi opinión, la única vía humana hacia la sincera conversión. Supongo que solo la experiencia podría conmovernos a ese grado. Tal vez si un penitente camina y ve luz, algo pueda pasar; pero antes tiene que caminar.

Cuando nos ponemos espirituales hablamos de salvación, las iglesias crearon esa franquicia, y está bien, me parece bien. Pero hablamos de salvación sin renunciar a lo que la impide. Al menos lo que dice la teoría. Todo se volvió ley y justicia, que son difíciles de atender cuando uno ve los contextos, apegado al principio de que la realidad funciona entre líneas y que nunca es tan explícita.

A pesar de tantas normas, toda la gente hace lo que quiere. Y lo hace porque así es el ser humano; una suerte de alquimista que insiste en sus propias fórmulas. A algunos les explota en la cara, otros solo viven el fracaso. Pareciera que hay fórmulas que ya están probadas, pero a nadie le interesan, y de nada ha valido la experiencia de otros. En fin, tal vez la vida sea un poco ir de lo ridículo a lo sublime, nunca al revés.

Eso en lo personal, porque en lo colectivo nos hemos ido sometiendo a las distintas formas que adopta el mundo. Un tema de asimilación y mala acomodación con intención adaptativa, aderezado con un poco de disociación. A eso había que prestarle alguna atención; de pronto nuestras debilidades han resultado más fuertes que nuestras fortalezas.

El ser humano se conforma con ser un diligente fenomenólogo, un gran descriptor, tal vez por el alivio de al menos ver las cosas, aunque no se cambie nada. La humanidad sigue clasificándolo todo e impulsando reformas que redundantemente son de forma. No es difícil entonces que vivamos decepcionados por cómo está el mundo. Tal vez a eso se deba que nunca sentimos que nos quieren y siempre estamos seguros que no nos quieren; y que sea más fácil creer amar lo que no se tiene, que amar lo que se tiene.

No son tiempos para que el mundo sea bueno, tal vez solo para que alguno sea bueno en solitario. Son tiempos para un guerrero; alguien que mezcle la fuerza y hasta la furia con la nobleza. Bondad hacia los demás y valentía para consigo mismo.

Tal vez algún día despierte sintiendo que ya no hay disonancia y que todo es armonía, y pueda decir: “ya me hallé”, como si algo hubiera nacido dentro de mí, eso que siempre ha estado allí y que yo no sabía. Mientras tanto, ¡Feliz Navidad!

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