Francisco Cáceres Barrios
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Para nadie es un secreto que para la diplomacia y las buenas relaciones internacionales guatemaltecas desde que tomó las riendas el gobierno de Jimmy Morales han sido un total fracaso, puesto que fueron utilizadas para lograr algunos pírricos logros, como aquella decisión de trasladar la sede de nuestra Embajada en Israel a Jerusalén, lo que representó por otro lado abrirse gran cantidad de frentes contrarios con otros países que se han opuesto drásticamente a semejante medida. Sin embargo, demasiado tarde se percató que nuestras relaciones diplomáticas habían venido siendo manejadas de manera desacertada y que cuando decidió unilateralmente y sin previo aviso declarar non grato al Comisionado de la CICIG terminó de amolarla, pues solo logró que la leve llovizna se tornara en un fuerte aguacero que no amainó, a pesar de haber gastado muchos esfuerzos y dinero en querer ganar una buena imagen ya de por sí muy deteriorada.
La posición del presidente norteamericano de respaldar la petición popular de impedir el elevado número de inmigrantes, herencia de sus antecesores ha llegado, en el momento de escribir este comentario al punto más álgido, ante la represalia para los países que integran el Triángulo Norte Centroamericano de no solo negarles su apoyo económico, sino de amenazar con utilizar fuerzas militares para impedir el ingreso masivo un buen número de inmigrantes, los que no fueron detenidos en los respectivos países a pesar de la petición clara y expresa del gobierno de Trump para hacerlo.
De ahí la expresión empleada en el titular de este comentario, pues ¡menudo lío se armó! para todos los países relacionados con el problema, a pesar que todavía falta por ver el desarrollo de los acontecimientos en cada uno de los países involucrados en el problema. Mientras tanto, nuestra Canciller anda de viaje paseando por España, en lugar de estar atendiendo como corresponde un problema de su despacho de tal magnitud. También para el nuevo Ministro de Finanzas, quien lo ve como un asunto de poca importancia, como que si nuestro país anduviera navegando en la bonanza económica para lograr el debido apoyo para poder atender la urgente necesidad humanitaria y social a una inmensa cantidad de miembros de nuestra población que prefiere emigrar, corriendo grandes riesgos, incluso el de la posible pérdida de su vida, a seguir sufriendo en su propia tierra una miseria por demás inaguantable.
Estamos pues frente a un problema más que se derivó, como tantas veces hemos dicho antes, de un resentimiento personal del mandatario y de sus colaboradores por el programa que, a petición popular, se implantó en el país con el apoyo de países extranjeros y de la misma Organización de las Naciones Unidas para erradicar la corrupción y la impunidad imperante, causa fundamental por la que nuestros gobiernos no han podido apoyar como debió haberse hecho desde hace mucho tiempo para erradicar las causas que provocan la emigración hacia los Estados Unidos de América. Más claro ¡ni el agua!