David Napoleón Barrientos Girón
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La Plaza en el 2015 capitalizó un sentimiento generalizado de agotamiento nacional que se atribuía a la creciente y campante corrupción en el Estado a lo largo de las últimas administraciones y asociados, para ese entonces la persecución, renuncia y detención de autoridades, era aplaudida por la mayoría de los guatemaltecos de diversas corrientes, incluso, significó un repunte de apoyo popular a la misión de Naciones Unidas en Guatemala.
El ánimo de los guatemaltecos para esta fecha dista mucho de ese entonces, hoy el peso de ese sentimiento de cansancio, impacta y se distribuye en varios actores, entre ellos: en el Organismo Legislativo, por falta de una clara gestión; en el sector privado, por su sociedad en actos de corrupción, en la comunidad internacional, por las extralimitaciones de una CICIG, que al mediatizar su quehacer hizo evidente su parcialidad, dándole las herramientas a sus detractores para defenderse, el apoyo popular no lo supo sostener.
El combate a la corrupción es por demás necesario, no debe parar, sería un retroceso, incompatible con una aparente tendencia global y se ha demostrado tristemente que el tutelaje internacional es necesario para consolidar tal corriente, sin embargo, ese tutelaje es aplaudido si no tiene carga ideológica.
Por su parte los Estados Unidos de América ha de estar dispuesto a continuar con el tutelaje, en consecuencia de sus intereses, o sea esto no termina acá, solo hay cambio de actores y herramientas, podremos seguir viendo los efectos de nuestra ubicación geopolítica, donde la orientación ideológica ojalá no sea el punto de partida para la persecución y demás acciones nacionales e internacionales; la Ley Patriota, la Ley Global Magninsky, la Fiscalía de Asuntos Transnacionales del Ministerio Publico de Guatemala, entre otros; son instrumentos jurídicos que pueden renovar la lucha contra la corrupción en la región. Debemos también entender que tampoco somos el principal interés y preocupación de la potencia del Norte, ellos viven su propia coyuntura, acá solo se refleja y se deja sentir sus consecuencias.
Más que demostrado está entonces que los extremos ideológicos no conducen por buena senda, el desarrollo de país debe estar en manos de estadistas, entendiendo que todos los estadistas son políticos, pero no todos los políticos son estadistas y recordando que los políticos piensan en las próximas elecciones y los estadistas en las próximas generaciones; esto debiera ser útil para encontrar al estadista que guie por el camino de la prosperidad a este país ubicado en una plataforma intercontinental e interoceánica desperdiciada, donde la inversión y el desarrollo están ausentes, tan ausentes como liderazgos políticos progresista que inicien el camino del equilibrio entre la productividad y el bienestar social.
Lo cierto es que el escenario a variado en pocos años y a nuestros políticos les cuesta, primero entender la actualidad, luego les es incómodo el cambio, todo estaba bajo control, hoy tienen dudas hasta de ellos mismos, esto se reflejara cada vez más en la medida que se acerquen las elecciones generales, si es que las hay.