Fernando Mollinedo C.
Por razones de mi diario vivir, transito a diario la Plaza Central de la ciudad de Guatemala, antes llamada Parque Central, cuando era parque; allí, en el medio está una asta enorme que sostiene la bandera nacional, grande, hermosa y ondeante, acariciada por las ráfagas de viento, a veces suave y otras veces con tal ímpetu que la despliega casi por completo para luego volver a su estado de reposo.
La he visto a media asta, simbolizando el luto y el respeto a la memoria de quienes han caído en las diferentes épocas y luchas, por alguien o algún suceso funesto para la población; también la he observado cuando los sátrapas la enarbolan como signo inequívoco de su triunfo sin saber que es una derrota popular al bien común al que supuestamente deberían servir con dignidad y honradez.
Imaginé al helicóptero que descendió en el Parque Central con sus caudillos a tomar el poder; ahora sin nave aérea. Miré a esos personajes funestos que traicionaron a la patria de una u otra forma, que justificaron ante el mundo sus torvas intenciones y diezmaron a muchísimas personas en nombre de Dios y de la Libertad.
Y en mi reflexión pensé: ¿Por qué razón, el honor de izar la bandera nacional en la asta principal de la República de Guatemala, en la Plaza Central, es un privilegio reservado única y exclusivamente al personal que integra el Ejército de Guatemala? ¿Será que no hay personas civiles que merezcan tal honor de forma pública y abierta por méritos realizados en bienestar de la Patria, entendiendo como Patria al conglomerado humano que la habita? ¿Cuál es el fundamento jurídico que indica que sólo los militares enarbolen la insignia nacional?
El 17 de agosto de cada año se celebra en Guatemala el Día de la Bandera, lo cual a pesar de los esfuerzos del Ministerio de Educación, aún no llega al imaginario de la población escolar, sobre todo en las áreas fronterizas con el Estado mexicano, donde los educandos por influencia radial y televisiva del vecino país, conocen los accidentes geográficos, aspectos cívicos e Historia de México; pero ni por atisbos lo relacionado a Guatemala, lo cual es un foco de alarma sobre el que deben preocuparse las autoridades educativas.
Recién pasó el mes de la patria y queda en el recuerdo la imagen de los abanderados escolares en los desfiles cívico-militares evocando el autoritarismo, sumisión, despotismo y acracia civil; generalizado es el uso de la bandera en los comercios e instituciones públicas y privadas, saludando de esa forma a un aniversario más de la independencia; sin embargo, esa libertad obtenida en 1821 aún está por conquistarse para tener acceso a una vida digna protegida por el Estado con un ordenamiento jurídico justo, legal y cumplido PARA TODOS, sin privilegios de ninguna especie.
Al ver la Guatemala actual, descubro cuán alejados estamos de los ideales de quienes ofrendaron su vida buscando respeto, dignidad, desarrollo social, educación, salud, comercio justo y los valores que conforman el ideal contenido en la bandera nacional y que ahora son el gran negocio de donde sacar tajada.