Jorge Carro
Director de la Red de Bibliotecas Landivarianas
Presidente de la Asociación Enrique Gómez Carrillo

Leyendo a Susana Cella en el suplemento “Radar Libros” del periódico argentino “Página 12”, recordé que en alguna ocasión, en el Café “La Puerto Rico” de la calle Alsina al 400, Witold Gombrowicz nos confesó a un grupo de amigos que no le atraía el teatro; ahora gracias a Cella me di por enterado que fue al teatro una sola vez a ver una puesta de Shakespeare.

Y tanto me llamó la atención que acudí a la edición del “Teatro completo de Witold Gombrowicz” que “El Cuenco de Plata” acaba de publicar en agosto pasado bajo la Cruz del Sur, y que incluye “Yvonne, princesa de Borgoña”, “El casamiento” y “Opereta” en traducción de Bożena Zaboklicka, Pau Freixa, Witold Gombrowicz y Alejandro Rússovich, después de un sesudo prólogo de Bożena Zaboklicka y Pau Freixa, aunque yo prefiero las palabras de Rita, la compañera de Witold:

“A la vez fascinado y asqueado por la forma teatral, a la que calificaba de ‘pérfida, repugnante, incómoda, rígida y obsoleta’, Wutold Gombrowicz escribió sin embargo tres obras de teatro en fechas de cambios esenciales en su vida:

Varsovia, 1938: Yvonne, princesa de Borgoña, su primera obra escrita después de los relatos de Memorias del tiempo de la inmadurez, parodia shakespeareana que contiene ya su obsesión por la ‘anarquía ilimitada de la forma’.

Buenos Aires, 1948: E l casamiento, su Missa solemnis de la iglesia interhumana, texto fundador de su regreso a la literatura después de la guerra.

Vence, 1966: Opereta, su última obra, culminación estilizada de sus temas capitales de la forma y la inmadurez. “¡Bienvenida seas, oh, desnudez, eternamente joven! ¡Oh, desnudez, eternamente joven, bienvenida!”.

Susana Cella nos recuerda que “las cuatro piezas teatrales no son realistas, por el contrario, las situaciones son inverosímiles o disparatadas, hay caricaturizaciones. ironías y cierta cualidad grotesca sobre un transfondo cruel y despiadado, por tanto, no se trata de comedias, no hay finales felices ni soluciones de los conflictos, más bien constataciones amargas de una realidad inmodificable y ecos que resuenan como clamores desesperados o resignados”.

Antes de su exilio en Argentina, Witold escribió “Yvonne…” su primera obra dramática, quizá iniciada en 1933 –el mismo año en que mi madre me paría en Buenos Aires– y simultánea a dos novelas cortas “Philidor doublé d´enfant” y “Philibert doublé d´enfant” que fueron incorporadas a “Ferdydurke”, en 1935.

Yvonne es una dama fea, desagradable que casi no habla y “cuya presencia –nos dice Susana Cella -va a trastocar lo que tanto se afanan los monarcas en preservar: las formalidades. Cuando el príncipe, contrariando toda esperable perspectiva de propuesta matrimonial, la elige, parece una broma al principio pero va adquiriendo seriedad. La tensión entre ‘mantener las formas’, reiterada en los Parlamentos, se contrasta con momentos en donde asoman verdades ocultas hasta el deseo de eliminar a la discordante. El crimen se torna válido si se hace, como dice el rey: ‘con altivez, desde arriba, se puede hacer de todo: cualquier estupidez, ni que sea la más estúpida, tanto incluso que nadie se atreva a sospechar nada’. Y nada es sospechoso, nada impide que se mantenga el orden establecido que todos van a acatar, incluso el príncipe cuyos desafíos desataron el generalizado conflicto”.

Después de “Ferdydurke”, Gombrowicz escribió obviamente en polaco “El casamiento”, en 1947 la cual fue publicada al año siguiente de la edición argentina de la estupenda e inolvidable “Ferdydurke”.

Witold escribió en el prefacio para la edición argentina: “En tanto que otros dramas pretenden encontrar la forma más perfecta para tal o cual conflicto de ideas, sentimientos, personajes, este se ocupa de nuestro conflicto con la Forma misma… No sólo el héroe de este drama, sino también su autor, yo mismo, estamos aquí sujetos a este proceso de formación continua y las terribles amenazas de la Estupidez y de la Ridiculez, de lo Falso y lo Inauténtico no se ciernen solo sobre la cabeza de Enrique” (el protagonista de “El casamiento”).

Enrique –el protagonista de “El casamiento”– convierte a su padre en rey y le pide que le permita casarse con María, su deshonrada novia. Más tarde Enrique se proclama rey y quiere casarse a sí mismo. “El casamiento” es un drama familiar donde los recuerdos son frases desvalorizadas y lo que se percibe es la ambición de poder y la relación padre-hijo deviene en violentos actos aguijoneados por intrigantes traidores. “Lo que se desea, lo que se sueña y lo que acontece muestran un estado de cosas inestable y caótico”, como lo señala Susana Cella, ya que “el tema de la guerra, su huella en los vínculos familiares y amorosos, en la vida en su conjunto, se encuentran tanto en esta pieza teatral como en la novela Pornografía”.

Gombrowicz, según parece, había comenzado a escribir “Historia” en 1951 y terminó “Opereta” en 1966. Por lo que “Historia” quedó inconclusa. Pero aunque somos muchos la que la relacionamos con “Opereta”, hay notables diferencias. Por ejemplo en “Opereta” varios personajes son figuras históricas: el Zar Nicolás II, el Emperador Guillermo II, el líder nacionalista Jósef Pilsudski, además se habla también de Hitler y Stalin, y es muy propio para los que tuvimos la dicha de haberlo conocido, que el protagonista sea el propio Witold quien va a dialogar con los monarcas y a discutir con Pilsudski. Los monólogos de Witold son extensos, así como sus reintervenciones ante las autoridades.

La edición de “La Cuenca de Plata”, ofrece la posibilidad de leer la obra teatral completa del autor de “Ferdydurke”, así como la ventaja de la traducción directa de un idioma que Witold Gombrowicz usó como “frontera” durante sus veinticuatro años argentinos.

“La Puerto Rico” el porteño café donde Gombrowicz supo concurrir, como el del cine Gran Rex para jugar al ajedrez.

PRESENTACIÓN
Vallejo, un poeta vigente

Deambular por la literatura latinoamericana nos obliga no sólo a reconocer el portento de la producción de nuestros narradores y poetas, sino a emprender o retomar el estudio de esos personajes a veces injustamente olvidados por una crítica que no se da abasto. Desde este espacio cultural, nos tomamos en serio a los escritores con la ilusión de darles su lugar y ubicarlos en el lugar que les corresponde.

En esa dirección es que ofrecemos a nuestros lectores el texto de la escritora Karla Olascoaga, centrado en la obra del escritor peruano, César Vallejo. Los textos seleccionados por la también profesora de literatura nos ayudan, al tiempo de acercarnos al trabajo del poeta, a atisbar el gusto estético del creador con cuya propuesta innovó y le dio un impulso original a la lengua española.

Hemos querido compartir con usted, además, un texto filosófico a cargo del profesor Harold Soberanis. El maestro considera la naturaleza del quehacer político y defiende el carácter moral del que no puede sustraerse el ejercicio público. De ahí que la exigencia de imperativos tendientes a la promoción y defensa del espíritu humano sea capital en la conducta de los líderes sociales.

Deseamos que la variedad de nuestras colaboraciones sea de su agrado. Nos referimos a los textos de Miguel Flores, Víctor Muñoz y Oseas Patzán. No olvide comentar los trabajos desde nuestra edición digital y ofrecernos el ánimo de siempre para seguir adelante y mejorar nuestra edición. Que Dios le bendiga. Feliz provecho en la lectura.

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