Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Cuando Juan Carlos Monzón cantó con lujo de detalles sobre la forma en que operaba el binomio de Roxana Baldetti y Otto Pérez Molina para administrar la multimillonaria corrupción en el país uno podía pensar que tal destape haría entender a la ciudadanía cuán grave es el problema y la necesidad de corregir el rumbo del país. No lo hicimos porque resultó más cómodo dejarnos llevar por la peregrina idea de sectores de poder económico de que bastaba con elegir a otro presidente para que las aguas se cambiaran y para ello escogieron al que se durmió a la gente diciendo que no era ni corrupto ni ladrón.
Hoy vemos que lo de Monzón era apenas una mancha más al tigre porque la declaración en calidad de colaboradora eficaz de la asistente de Alejandro Sinibaldi, señora Aneliese Herrera nos demuestra que quien fuera Ministro de Comunicaciones y candidato a la Presidencia era, por lo menos igual a la Baldetti y por eso entre ellos se tenían un pleito de todos los diablos compitiendo por el dinero mal habido. A la declaración de la asistente se ha sumado también la del concuño de Sinibaldi y su abogado de confianza, el señor Juan Arturo Jegerlehner Morales, y entre ambos hacen el relato de la danza de millones que ese otro político inescrupuloso armó para bañarse en pisto y adquirir propiedades y bienes de lujo.
Traficando influencias a diestra y siniestra, Sinibaldi fue sin duda uno de los personajes paradigmáticos de la corrupción en Guatemala y sin el menor escrúpulo usó todos los vericuetos que nuestra ley permite para recibir sobornos de todo tipo y calibre en el manejo de una de las funciones importantes del país, la creación y mantenimiento de nuestra estructura, con el único y descarado fin de hartarse de pisto. No es, desde luego, casualidad que la infraestructura esté como esté porque si todo era mediante coimas es natural que los constructores hicieran obras chatarra porque lo que importaba no era la construcción sino cómo quedarse todos, ministro y contratistas, con la mayor cantidad de pisto posible.
Y viendo eso, entendiendo cómo opera nuestro sistema, es inaudito que los guatemaltecos nos crucemos de brazos cuando estamos viendo cómo el Presidente y sus aliados para afianzar la Dictadura de la Corrupción actúan impunemente en su esfuerzo por terminar con el afanoso trabajo que se ha hecho para ir desmantelando las estructuras de la corrupción en el país. Pese a los hechos, a las abrumadoras evidencias de cómo nos han esquilmado a todos los guatemaltecos, todavía hay gente pensando que la CICIG vino a destruir al país y se traga la patraña de que esa cooperación internacional es una intervención extranjera montada con fines perversos.
Hay que leer lo que dicen Herrera y Jegerlehner para entender hasta dónde llevaron al país los pícaros y eso nos dará luces sobre a dónde nos quieren llevar ahora. No podemos olvidar los detalles que dio Monzón ni pasar por alto los de la asistente y el concuño de Sinibaldi porque con esa luz nadie debe perderse.