Luché

Luché…
Más que a mis fuerzas invoqué a la tenacidad,
a la esperanza, ese gusano traidor que se enrosca
en nuestro corazón hasta hacerse mariposa
de sueños coloridos e ilusiones ingenuas.

Caí…
Siete veces siete, toda la eternidad en una
y la maldita tenacidad acudió a la cita
levantándome del fango, implorando a mi orgullo,
confabulándose con la mariposa-gusano
para darle vida a mis huesos roídos.

Me levanté…
¡ah! Cuántas veces dispuesta a creer
que sería la última caída,
escuchando las farsas de la poesía barata
y la literatura del optimista.

Creí…
Y en ese empeño concentré mi tiempo
para dejar de ser la que el destino señalaba
mil cruces y una vela roja
cual dientes de muerte claquearon, rieron
alumbraron con sombras de sangre
mi triste ruego.

Nada…
Cómplices de mi macabro designio,
huyan de aquí, déjenme sola
con este desvanecimiento y el temblor del alma
para este cuerpo sin fuerzas, un cajón de muerto
¡es todo lo que pido!

Artículo anteriorSan Salvador se re(v)bela
Artículo siguienteLos adultos también gatean