Edith González
La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que sus animales son tratados.
Gandhi
A menos de un mes cumplir 90 años de su creación, el 25 de diciembre de 1924, durante el gobierno del presidente José María Orellana, el Zoológico La Aurora, ubicado en lo que fuera la finca del mismo nombre, en la actual zona 13 de la ciudad capital, abarcando 16 manzanas de terreno, se muestra como una de las grandes atracciones para grandes y chicos quienes disfrutan en familia o entre amigos el paseo en un sitio amplio que se presenta limpio, jardinizado y frecuentemente remodelado.
Paseo obligado de las instituciones educativas hasta los años 80 cuando los escolares disfrutábamos de educación extra aula, que luego se fue perdiendo por la inseguridad de los enfrentamientos armados y los secuestros que se produjeron en nuestro país en los años posteriores.
El zoológico permaneció casi igual por muchísimos años, pero en 1991 se iniciaron las remodelaciones que hoy dan paso a uno de los mejores zoológicos de la región teniendo como visión: “Llegar a ser el mejor hábitat natural en Guatemala para todas las especies animales en cautiverio que habitan en el parque Zoológico Nacional La Aurora”.
Su horario de visita de martes a domingo de 9:00 a 17:00 horas permite disfrutarlo los fines de semana. Y fue precisamente el pasado fin de semana que acudimos a pasear por sus instalaciones con mi familia. A instancias de Diego Daniel, mi hijo, quien observó en la televisión a los nuevos inquilinos los pequeños tigres.
Y tal y como visitamos a los pingüinos cuando llegaron lo hicimos ahora. Con la grata sorpresa de encontrarnos un zoológico transformado, más moderno, y amigable. Con muchos sitios para tomar un descanso, servicios sanitarios limpios y caminamientos muy ordenados para visitar cada uno de los hábitat sin perderse. Y bueno descubrimos que ahora han retirado más jaulas y los animales pueden ser observados de mejor manera, sin peligro para ninguno.
Pudimos observar en la región africana a los hipopótamos y en la región asiática a los tigres, bueno y por supuesto a los tigritos, la sensación del momento, sin quitarle su público a los pingüinos ni a los monos, en el área americana, vimos a los osos hormigueros, los pizotes y muchas aves y una granja con animales y cultivos.
Cuando ingresamos al serpentario nos fue algo difícil observar con tranquilidad, pues había muchas personas queriendo hacer lo mismo, pero que decir de las peceras en donde la gente se amontonaba ante tan bellas especies.
Además de la infraestructura su administración ha dado también un giro completo, ahora podemos disfrutar de charlas, recorridos guiados, una surtida biblioteca, y hasta de cursos de vacaciones y un programa para voluntarios.
Cuando sentimos ya estábamos de retorno, habían transcurrido tres horas y ni las sentimos, fue un excelente paseo. Antes de retirarnos compramos una playera de recuerdo y nos tomamos una fotografía con Erick, un guardia del Zoológico. Le invito a que viva usted su propia experiencia.