Danilo Santos

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Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Danilo Santos

A veces es difícil escuchar hasta el final, pero hay que hacerlo, aguantar a pie firme cualquier sandez y luego leer entre líneas, encontrar el metamensaje. “La Guatemala de hoy es infinitamente más compleja que la de ayer, como tristemente sabemos todo comenzó cuando se permitió que la ley internacional prevaleciera de hecho sobre la ley constitutiva de nuestro país”, dijo el Presidente del Congreso de la República en un discurso pronunciado en una actividad de los cafetaleros. Me pregunto, qué país está sobre la normativa internacional que nos hace ser medianamente civilizados a nivel global; se imaginan ustedes a Trump o Putin sin ninguna restricción. Supongo que eso es lo que quisiera el hijo del adelantado, volver a los totalitarismos de antaño, disfrutar de las mieles del poder y la riqueza sin ninguna restricción, disentimiento o crítica. Pues fíjese usted señor, que eso de que uno pueda emitir opinión, criticar, incluso pedir abiertamente la destitución de un “funcionario”, a eso, se le llama democracia.

El mensaje que se lee entre líneas es que deberíamos volver a los tiempos donde el Presidente hacía lo que quería del modo que se le antojara, sin respetar la normativa interna, y mucho menos respetar la internacional. Repito, eso se llama totalitarismo, y es lo que usted está diciendo. Que Guatemala debería ser gobernada por el totalitarismo.

Veamos otros puntos del brillante discurso. “Es negocio los derechos humanos, la mentira de la lucha contra la corrupción, que comenzó con buenas intenciones, pero que pronto algunos grupos la utilizaron como herramienta de persecución política y económica” ¿Persecución política y económica? ¿Es decir, los empresarios o quienes se han beneficiado del Estado, son perseguidos políticamente? Que cara más dura. Por qué no dejan de entorpecer el trabajo de la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala, dejan a los jueces trabajar, se llevan a término los juicios, y ya. Dicho sea de paso, habría que ignorar lo que algunos empresarios han reconocido públicamente, y también habría que aceptar lo que ya ha dicho el presidente Morales en cuanto a que la corrupción es normal.

Aquí, lo que nos dice el “representante” del pueblo, es que no molestemos. Que no arruinemos los negocios de los dueños del país. Que el precio de la estabilidad es dejar que algunos vivan sobradamente de la corrupción mientras somos el país con el primer lugar en pobreza extrema del continente. Es decir, que no seamos relamidos.

Los derechos humanos son facultades que tenemos todas las personas por el solo hecho de serlo, incluso usted, para exigir al Estado elementos esenciales de nuestra dignidad. Son “un mecanismo de limitación de poder”, y eso es lo que no le gusta a los que se creen por encima de los demás. La lucha contra la corrupción y la impunidad, es para que el dinero que se roban se invierta en la vida digna de la ciudadanía.

Por último, la “conflictividad social que alcanza a todos y cada uno de los guatemaltecos”, como usted dice, no nace a partir del financiamiento de la Cooperación sino a partir de las inequidades históricas.

Aunque en sus discursos se enojen, nos maldigan y nos manden a callar, Guatemala puede ser y será distinta, ya no nos callamos. Ya no.

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