GRECIA AGUILERA
El Santo Padre Francisco cuando se ha referido al tema de la guerra ha manifestado que: “Las guerras son fruto de un orgullo reincidente y absurdo. Pero también lo son todas las pequeñas y grandes ofensas a la vida, a la verdad, a la fraternidad, que causan múltiples formas de degradación humana, social y ambiental”. Y para recordarle al mundo sobre este tenebroso tema de la guerra, a principios de este año el Papa publicó una significativa fotografía, que para mí es muy intensa y hasta punzante. En la parte posterior de la imagen se lee: “Un niño que espera su turno en el crematorio para su hermano muerto que lleva en la espalada. Es la imagen que tomó un fotógrafo americano, Joseph Roger O’Donnell después del bombardeo atómico de Nagasaki en 1945. La tristeza del niño sólo se expresa en sus labios mordidos y rezumados de sangre.” La dolorosa imagen en blanco y negro deja ver a simple vista la tragedia y el terrorífico resultado de la Segunda Guerra Mundial. Según las noticias del Vaticano en 1995 el autor de la fotografía comentó: “Vi a este niño que caminaba. Tendría unos diez años. Noté que cargaba a un niño sobre sus espaldas. En esos días era una escena muy común en Japón. Con frecuencia nos cruzábamos con niños que jugaban con sus hermanitos o hermanitas en la espalda, pero ese niño tenía algo distinto.” Joseph Roger O’Donnell nació en Pensilvania el 7 de mayo de 1922 y murió en Nashville a los 85 años de edad. O´Donnell era un sargento de infantería y experto fotógrafo por lo que fue encargado durante la Segunda Guerra Mundial para documentar los “efectos de los bombardeos”, siendo su principal objetivo fotografiar la destrucción de las bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente. Todas las fotografías que captó resultaron impresionantes, tremendas e históricas. Una de las más reconocidas fue precisamente la que escogió el Papa Francisco, que trae a mi memoria el argumento de la película animada “La Tumba de las Luciérnagas” donde la escena de la fotografía de O´Donnell se torna trágica y real, cuando Seita un niño que sobrevive a los bombardeos de la Ciudad de Kobe, lleva cargada a su hermanita Setsuko quien agoniza por inanición. Asimismo la imagen de la fotografía me recuerda mi poema que dediqué en el año 2005 a Hiroshima y Nagasaki: “Envenenada lluvia infernal/ sangrantes llamas/ fúnebres gritos/ de moribundos huesos/ en una ciudad inexistente./ El terror es extremo/ invade la bóveda celeste/ y la mañana se vuelve noche/ y el sol no nacerá más./ Todo es fuego/ y el aire no es aire/ y la funesta explosión/ ha convertido la ciudad/ en ciudad-sombra/ en ciudad-lágrima/ en ciudad-polvo/ en ciudad-muerte./ Sesenta años después/ los esqueletos pulverizados/ en oscura ceniza/ se levantan/ y aun gritan/ y aun lloran/ arrodillados y humildes/ se rinden de nuevo/ renuncian/ un eterno escalofrío/ no los deja descansar.” De igual manera la fortaleza de los habitantes del Japón me inspiró mi poema “Sublime Puerta” que dice: “Hace mucho tiempo/ miles de años/ talvez/ cuenta la leyenda/ que el Japón maravilloso/ biombo bordado/ de cerezos en flor/ fue desde siempre/ una bella comarca/ que el Supremo Sol creó./ Fue tan hermosa/ su escultura terrenal/ guirnalda de islas/ erial tesonero/ de espíritu ascendente/ nombrado por los dioses/ Tierra del Sol Naciente./ Florecieron de su tierra/ Shogunes y Darumas/ Murasaki Shikibu/ bordea en sus manos/ el Imperio de Marfil./ Sakuras milenarios/ sublimes peonías/ lotos y azaleas/ dormilan diamantinos/ junto a crisantemos./ Solitario el mar-océano/ envuelve eternamente/ a las Islas de Cristal./ Surge y resurge/ Ave Fénix en el tiempo/ espada Samurai/ temple perfecto/ jardín industrioso/ origami laborioso/ de ferviente patriotismo”.