Aunque en Guatemala se usó el término para describir lo militar, en otros lugares, y ahora aquí entre nuestra juventud, hablar de algo chafa es sinónimo de algo burdamente falso y en ese sentido es que hablamos ahora de nuestro Presidente vestido de general de cinco estrellas, no obstante que su único pasado militar fue el de integrante de un peculiar elenco cuando era todavía actor a sueldo. Explica el señor Morales que como mandatario es el Comandante General del Ejército y que en tal virtud tiene derecho a usar la vestimenta militar en la que aparecen cinco estrellas que corresponden al más alto nivel dentro de la jerarquía de las fuerzas armadas porque arriba de él no hay nadie.
El mandatario tiene derecho a vestirse como le dé la gana, pero no puede usurpar calidades que no tiene. El utilizar el chaleco de Conred sin mover un dedo para atender a las víctimas puede tomarse como una payasada irrelevante, lo mismo que lo que él afirma que hizo al vestirse, por puro show, con uniforme de bombero. Y por esos antecedentes el mandatario resta importancia a la nueva payasada, la de colocarse el uniforme de fatiga del Ejército, pero con el agregado muy relevante de que no es el simple uso del camuflaje, sino los distintivos que lo colocan como un general de cinco estrellas, calidad que está simplemente usurpando.
La autoridad no se demuestra con signos externos y ningún mandatario civil del mundo se viste de general o generalísimo diciendo que son comandantes superiores de sus fuerzas armadas. Es más, ni siquiera el único General que ha sido Presidente en la era democrática que arrancó en 1985, Otto Pérez Molina, se vistió, nunca, de militar para asistir a los actos oficiales de las fuerzas armadas, pero resulta que nuestro actual mandatario sí lo hace, sin duda aconsejado por sus amigos militares que lo rodean y controlan que, de esa manera, pretenden enviar un mensaje a la milicia de que el Presidente es “su presidente”, aunque el gesto nos regrese muchas décadas en el tiempo.
Ni siquiera Julio César Méndez Montenegro, quien llegó al poder tras ceder firmando un pacto que lo puso bajo control de los militares, usó nunca uniforme con distintivos. Se puso varias veces traje caqui y pistolón al cinto, pero jamás llegó al ridículo de usurpar uniforme de General, ni siquiera el de soldado raso que le hubiera correspondido aunque él, al menos, fue de los catorce que tomaron la Guardia de Honor en el 45. Y esa no fue una Tropa Loca.