Ni siquiera la abyecta actitud de correr para realizar el traslado de la Embajada de Guatemala en Israel a Jerusalén antes de que Trump moviera la suya valió para que Estados Unidos apoyara a Morales en su empeño por acabar la lucha contra la corrupción que amenaza ya seriamente con llevárselo de corbata; al finalizar la semana pasada se produjeron signos vehementes de que Washington entiende claramente el daño que le hace al país y al tema migratorio la corrupción que empobrece más a la gente que, por ello, se ve forzada a emprender el duro viaje al Norte en busca de la oportunidad que aquí no encuentran porque todos los recursos que debieran servir para promover el desarrollo se van en el ya insoportable saqueo.
Mientras el Departamento de Estado emitió una certificación de cumplimiento de compromisos de apenas el 50 por ciento, señalando de manera puntual y específica que sigue pendiente el tema del combate a la corrupción, la Embajada en un inusual gesto comunicó que más de 24 guatemaltecos han perdido su visa para viajar a Estados Unidos por problemas de corrupción, de violación de derechos humanos o de participar en el crimen organizado. Nótese que en el comunicado se coloca el tema de la corrupción como la primera causa para la supresión de visas y se habla de funcionarios y exfuncionarios, medida que se agrega a la reciente decisión de un juez de ordenar la deportación de Manuel Baldizón, quien había solicitado asilo para librarse del proceso relacionado con trinquetes con los brasileños de Odebrecht.
Quien no quiera entender cuál es la postura institucional de los Estados Unidos está perdido. Y es que fracasó el esfuerzo por hacer de Morales un calco de Trump, no sólo con el traslado de la Embajada, sino especialmente con el lloriqueo de que ambos son víctimas de investigaciones injustas (cacería de brujas) de parte de sus enemigos políticos. Por más esfuerzo y cabildeo que se hizo, la situación cada vez más comprometida del gobernante guatemalteco lo deja mal parado aún a ojos de alguien como Trump, no digamos a ojos de los funcionarios de carrera que tienen tanto peso en el manejo de las relaciones exteriores, pues son ellos los que mejor entienden lo que está sucediendo en Guatemala y la forma en que los despropósitos del gobierno terminan siendo un factor generador de la migración que tanto preocupa a los norteamericanos y que, en última instancia, para ellos sí se convierte en el tema esencial en su relación con Guatemala.