Emilio Matta Saravia
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Son miles de niños centroamericanos, quienes quedarán profundamente marcados para siempre por la inhumana, por decir lo menos, decisión de las autoridades de Estados Unidos de separarlos de sus padres cuando son detenidos por entrar ilegalmente al país del norte.
Tengo un hijo de casi 4 años y no puedo ni siquiera imaginar que puedan quitárnoslo a mi esposa y a mí. Escuchar en una grabación los llantos desgarradores de niñas y niños suplicando que no los separen de sus papás fue algo que verdaderamente me partió el alma. Esa traumática experiencia, que raya en tortura por parte del gobierno de los Estados Unidos, sufrida por estos niños será un parteaguas en su aún corta vida. Es inexcusable la actitud del presidente Trump al aplicar semejante aberración.
Sin embargo, esto sucede a diario en la frontera de México con Estados Unidos. Y ante esta deplorable situación, la postura pusilánime y cobarde de nuestro gobierno fue de “respetar” la política migratoria de los Estados Unidos causa total indignación, repudio y, en mi caso particular, náuseas. La reacción tardía de dizque desmentir al ahora exvocero presidencial y solicitar al gobierno de Estados Unidos “reconsiderar sus políticas migratorias y buscar acciones que garanticen sus objetivos sin atropellar los derechos de los migrantes ni la unidad familiar”, no fue más que una patada de ahogado ante una situación que se le fue de las manos al Presidente y a su Gabinete, como tantas otras en su errática gestión.
Mención aparte merecen la canciller Jovel y el embajador Espina. A la pregunta que le hiciera un periodista a la Canciller ¿En qué estado se encuentran los menores?, obviamente refiriéndose al estado físico y emocional de los niños separados de sus padres, la Ministra responde “en Mcallen, Tucson y el Rio”, no sólo mostrando un claro desinterés por el estado de los niños, sino evidenciando que no tiene idea de geografía, ya que lo que menciona son ciudades y no estados. El Embajador, por su parte, debió haberse apersonado en los lugares de detención y separación de los menores inmediatamente al conocer la situación. Esta tarea era simple y llanamente indelegable. No lo hizo, y lo que haga a partir de ahora es puramente reactivo, cuando su harta obligación era estar conociendo la situación de primera mano, para poder formular, con base en hechos recabados por él mismo, una protesta formal y enérgica, y a la vez exigir al gobierno de los Estados Unidos el cese de separaciones de familias. Es obvio que los migrantes no son una prioridad en la política exterior de nuestro Gobierno, aunque con sus remesas (que han tenido un crecimiento compuesto anual de 9% en la última década) sostienen nuestra maltrecha economía contribuyendo en aproximadamente un 11% al PIB nacional y evitando que nuestra moneda se devalúe de forma significativa, es decir, protegiendo sin ser ese su objetivo a los más vulnerables del peor impuesto que existe, y que se llama inflación (causada por una devaluación).
El liderazgo requiere de empatía y perspectiva, ambas cualidades ausentes en nuestras máximas autoridades. Y miles de niños quedarán marcados para toda su vida con un trauma imposible de borrar a su corta edad por el “crimen” que sus padres cometieron al buscar mejores oportunidades, todo esto ante la indolencia e indiferencia de nuestro Presidente y su equipo.