POR MARIELA CASTAÑÓN
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Francisca, Filomena y Óscar padecen cáncer y asisten al Instituto de Cancerología y Hospital Dr. Bernardo del Valle (Incan), ubicado en la zona 11. Los tres tienen dificultades para pagar sus tratamientos médicos, que son costosos. Cada uno padece diferente cáncer, pero coinciden en que la enfermedad les provoca desgaste físico y psicológico.
La falta de recursos económicos no es el único desafío que enfrentan los pacientes, también la búsqueda de atención médica en la capital, que está alejada de su lugar de origen. Además, el equipo se descompone cada cierto tiempo y eso no permite que reciban atención médica cuando la cita está programada.
Hace algunas semanas, representantes de la Asamblea de Profesionales del Incan, denunciaron que un promedio de mil 400 pacientes no inició, ni terminó su tratamiento el año pasado, debido a que la Liga Nacional contra el Cáncer (creadora del Incan) no genera recursos económicos para la gratuidad del servicio, sino que se sostiene por medio de los fondos de los mismos pacientes.
“Esto se debe a que la administración de la Liga ha perdido su misión y visión inicial que es recaudar fondos en base a donativos u otras formas que permitan ayudar al paciente, para que la donación de fondos sirva para el sostenimiento del Hospital, de ahí que el paciente pueda ser tratado de forma gratuita o sea tratado de acuerdo a su condición económica. La Liga perdió su función y se ha dedicado a administrar –los recursos económicos– como si fuera una empresa privada, le traslada el cobro al paciente”, refirió Miguel Ortega, subjefe del Departamento de Radioterapia, en aquella ocasión.
Los médicos agregaron que era necesario cambiar a la Junta Directiva de la Liga o al menos cambiar los estatutos para lograr la captación de donativos y recursos para ayudar al paciente. (Lea el recuadro ¿Quiénes integran la Junta Directiva de la Liga Nacional contra el Cáncer?)
Aunque el 12 de abril, 42 médicos especialistas en cancerología habían anunciado su renuncia por la “mala administración” de la Junta Directiva de la Liga, esa medida quedó en impase, indicaron algunos médicos consultados. Por ese conflicto se llevó a cabo hace tres semanas una reunión entre representantes de la Liga y los médicos, con la intervención de delegados de la Vicepresidencia, sin embargo, admiten que esa reunión “no tuvo mayor trascendencia” y de momento siguen analizando si tomarán otra medida.
Erasmo Morales, jefe de relaciones públicas de la Liga, indicó que han tenido varios acercamientos con la Comisión de Salud del Congreso de la República para explicar la cantidad de personas que atienden y los recursos que les asignan. Del Ministerio de Salud reciben Q21.7 millones anuales para atender a pacientes referidos de la red hospitalaria nacional (principalmente Hospital San Juan de Dios y Roosevelt), pero este dinero resulta insuficiente.
En tanto, con los recursos propios tratan de cubrir todos los servicios, pero la demanda es alta y rebasa la capacidad, indica Morales. Agrega que el Incan, desde su creación no fue formado para brindar servicios gratuitos.
“Tenemos casi 65 años de ser un hospital privado de sentido social, el Hospital no está formado para dar servicios de gratuidad, durante 65 años, todos los pacientes han tenido que pagar. Desde su creación, el Hospital ha cobrado sus servicios, no es algo nuevo, lastimosamente el cuerpo médico dijo que el Hospital no genera los suficientes recursos, no es eso, el dinero que logramos percibir de las ayudas, donaciones, eventos de recaudación, no alcanza, es demasiada la demanda para ayudar a todos”, reiteró.
En relación a la maquinaria para radioterapias, que denuncian los pacientes con desperfectos, el representante de la Liga respondió: “No es que nosotros no queramos atenderlos, o no se nos ronque la gana hacerlo, lastimosamente son aparatos que son impredecibles, a pesar de que reciben su mantenimiento a cada cierto tiempo, su servicio, son aparatos que trabajan y no paran. El aparato que creo que –dejó de funcionar– fue uno de los aceleradores lineales; se desconfiguró porque tuvimos un bajón de energía eléctrico, derivado de las tormentas”, detalló.
Morales dice que el Incan atiende a un promedio de 85 mil pacientes con cáncer anualmente.
Por su parte, Claudia Maselli, procuradora adjunta de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), indicó que la conflictividad que ha surgido entre médicos y autoridades del Incan debe resolverse por la vía del diálogo, aunque admite que el tema se está abordando con “madurez”, porque los servicios no se han interrumpido.
Por otro lado, la Procuradora admite que los tratamientos a partir de agosto dejan de prestarse (para los pacientes referidos de la red nacional), porque el aporte de Q21.7 millones se acaba.
Maselli indicó en relación con las personas con cáncer que no son referidas de la red nacional, es necesario crear mecanismos para que los servicios puedan ser gratuitos.
La PDH ha presentado amparos para garantizar el derecho a la salud de las personas con cáncer, la intención es que se busquen alternativas a favor de ellas.
“El Ministerio de Salud debe buscar alternativas que garanticen el derecho a la salud de los pacientes oncológicos, es decir, si el Incan ya no se da abasto para atender a los pacientes, el Ministerio podría buscar, por ejemplo, contratación de servicios externos, contratados en otras entidades”, explica la entrevistada.
FRANCISCA GARCÍA: TUVE QUE VENDER UN PEDAZO DE TIERRA PARA MIS TRATAMIENTOS
Francisca García espera en una de las bancas del Incan en la zona 11. Tiene dos días de permanecer en la capital para recibir su tratamiento, padece de cáncer de cérvix.
Su rostro delgado y sus ojos atentos reflejan cansancio. Ella admite que la enfermedad la desgasta físicamente, también el viaje de Jumaytepeque, Nueva Santa Rosa, al Incan.
Francisca fue diagnosticada con cáncer en agosto de 2017 y desde entonces necesita tratamientos médicos “costosos”, los cuales debe pagar; no fue referida de ninguno de los hospitales de la red nacional.
Según García, necesita 31 radioterapias, de las cuales ya le han practicado 28, también se ha sometido a dos quimioterapias que le costaron Q5 mil 616.
El día que fue entrevistada, Francisca indicó que debía permanecer una semana en el Incan para recibir las radioterapias que le hacían falta, por las cuales pagaría Q3 mil 225.
Francisca relata que, además paga Q20 por permanecer en un albergue, ya que ningún familiar vive en la capital. Para sufragar los gastos de sus tratamientos médicos tuvo que vender uno de sus terrenos y prestar dinero a un familiar.
“Tuve que prestar dinero para hacerme las radioterapias que me hacen falta. Pedí ayuda –en el área de trabajo social del Incan–, pero no me la dieron porque no venía referida de ningún hospital, también tuve que vender un pedazo de tierra de milpa para mi tratamiento. Somos de escasos recursos”, reitera.
“Luchar por su vida”, le ha costado a Francisca estar alejada de su familia, cuidar su alimentación y vender todo lo que tenía, dice.
“Es muy triste para uno de pobre, quedarse sin nada para luchar por su vida, me ha costado mucho, tengo que dormir aquí, paso penas con la comida por la dieta, no puedo comer cualquier cosa, me quitaron los lácteos, como pura fruta y verdura, cuesta”, lamenta.
García recuerda cuando gozaba de salud y podía trabajar junto a su esposo cortando café, ahora no tiene la misma agilidad para trabajar, enfatiza.
“–Antes– íbamos a cortar café, era una oportunidad para nosotros, porque salíamos a ganar, pero ahorita ya no puedo. Él –su esposo– todavía trabaja, cuando hay –trabajo–, gana Q25 –cortando café–”, refiere.
FILOMENA PERALTA: UN VIAJE EN VANO POR DESPERFECTOS EN EQUIPO
Filomena Peralta trata de mantener los ojos abiertos, pero el cansancio le gana y casi se duerme. Sonríe y dice que sí puede compartir su historia, pero admite que está cansada. Salió de Chiquimulilla, Santa Rosa a la 1:30 de la madrugada y llegó al Incan a las 5:00 de la mañana, para completar su tratamiento de radioterapias, necesita un total de 25 y lleva 20.
El viaje en bus de Santa Rosa a la capital fue en vano, el equipo para realizarle las radioterapias está descompuesto. Filomena y decenas de pacientes no recibieron tratamiento ese día.
“Ahorita no están funcionando las máquinas para radioterapia, porque se descompusieron las dos”, indica Filomena.
Peralta fue referida del Hospital San Juan de Dios, donde también le entregan su tratamiento de quimioterapia. En el Incan, sus familiares pagan un poco menos de Q3 mil por una semana de radioterapias, “porque le hacen descuento”, indica.
A Filomena no le gusta permanecer en el Incan, “porque le da miedo”, por eso se queda en casa de una sobrina que vive en Santo Domingo Xenacoj, Sacatepéquez. Para llegar a casa de su familiar toma un taxi que la lleva al Trébol, después aborda un bus.
“No me quedo internada, porque me voy a Santo Domingo Xenacoj en Sacatepéquez, así como ahora tengo que viajar. En Santo Domingo tengo una sobrina. Le tengo miedo al Hospital, no me gusta quedarme aquí”, explica.
Patricia Farelo, hija de Peralta, la acompaña esa mañana, admite que no tienen dinero para sufragar los costos del tratamiento, pero todos sus hermanos hacen esfuerzos para procurar la salud de su progenitora.
“Hacemos la lucha –para reunir el dinero del tratamiento– por el bienestar de ella, tocamos puertas, trabajamos extras, a ella le toca su radioterapia semanal. Nosotros hacemos la lucha, pero hay personas que no tienen posibilidades, nosotros estamos viendo que hacemos”, señala.
Patricia explica que volverán otro día al Incan, porque las máquinas para realizar las radioterapias no funcionan. Ella sospecha que la maquinaria colapsa por la demanda de personas que buscan atención médica.
“En Chiquimulilla no tenemos un lugar que pueda atenderla, este es el único lugar. Si usted se da cuenta allá adentro no se dan abasto, las maquinarias se están arruinando de tantas personas que están recibiendo su radioterapia. Una máquina ya lleva una semana que no se arregla, esa máquina da radioterapia y ahorita las dos están descompuestas, solo venimos a dar vueltas”, reitera.
ÓSCAR MEJÍA: NO AGUANTO LOS DOLORES
Óscar Mejía está temblando, le duele el cuerpo y está postrado en una silla de ruedas, perdió la movilidad en una pierna. En uno de los pasillos del Incan, espera a su hijo, que tramita su internamiento.
Óscar olvidó las radiografías –para su expediente médico– en su casa; su hijo debe volver por ellas. El dolor, la tensión sobre si será atendido o no, le provoca preocupación, pero tiene la esperanza que será recibido.
Mejía tenía cáncer en el riñón hace cinco años, un médico le extrajo ese órgano y le recomendó mantenerse bajo supervisión, ante la posibilidad de que la enfermedad volviera. Él continuó su vida normal, sin saber que el cáncer había regresado, esta vez, afectó sus huesos.
Antes de llegar al Incan, Óscar era atendido en un hospital privado, que le indicó que necesitaba tres tratamientos, cada uno le costaría US$8 mil 500, pero él estaba consciente que no podía pagar ese dinero. Un conocido le recomendó que buscara el Incan.
El entrevistado admite que, aunque deben pagar ciertas cuotas de dinero, está consciente que son más bajas en comparación con las que cobra un centro asistencial privado.
Óscar relata que hace 25 días estuvo internado en el Incan y pagó alrededor de Q8 mil, en ocho días, pudo ser hospitalizado, recibir medicamentos y atención.
“Ya me ingresaron una vez, me hicieron la radioterapia en la columna. Las primeras consultas las pagué, pero ahora –mi hijo– está hablando en servicio social –del Incan– para ver si me hacen un descuento. Creo que aparte se paga la encamación y las radioterapias. En la calle son carísimas, aquí me han dado un descuento”, indica.
El día que Óscar fue entrevistado por La Hora, dijo que no tenía dinero para su segundo internamiento en el Incan, por eso su familia hizo un préstamo. Él, postrado en su silla y con un tono de voz bajo, argumenta que hizo lo posible para evitar su hospitalización, pero el dolor intenso en su cuerpo, lo obligó a regresar.
“Estuve en la casa, pero no aguanto los dolores, vine para acá y están viendo si me internan otra vez para que me hagan radioterapia. No tengo movilidad en una pierna”, dice.