Estuardo Gamalero

“IX. Procura la paz como el mayor de los triunfos”. Don Ángel Ossorio y Gallardo.

El mundo entero se encuentra bajo el acecho de eventos políticos que resultan difíciles de entender. Los esquemas sociales y también los modelos económicos son cuestiones que a lo largo de la historia mutan y provocan cosas nuevas. Son los cambios y la adversidad de las amenazas, los que generan oportunidades que, aprovechadas por las personas, representan ocasiones para avanzar y mejorar. Pero también hay que reconocer que, cuando los cambios y las decisiones se encausan en el camino incorrecto, los países y las personas pueden encarcelarse a sí mismos a una progresiva decadencia.

Si bien abundan gritos y chismes en las redes sociales, ahora más que nunca, resulta de vital importancia que tanto las instituciones como los profesionales y/o técnicos con notoria experiencia (y ejemplos de vida que la sustenten), no se queden silentes, de brazos cruzados y apáticos ante las estupideces que diariamente vemos y de las cuales somos o seremos víctimas. Ese sosiego estéril en un tronar de dedos fomenta la indiferencia activa de las buenas personas.

En mi caso, soy abogado y lamento profundamente que tanto la “academia superior, pública como privada” y los Colegios Profesionales, se muestren en esta mezcla de silencio cómplice y miedo por las represalias, al no exigir, o bien denunciar objetivamente y con fundamento en la ley, los atropellos que cometen funcionarios públicos en el ejercicio de sus cargos.

Es comprensible que muchas instituciones y las personas que las dirigen, prefieran mantenerse al margen de la política. ¿Pero es realmente esa una opción para las universidades y los Colegios Profesionales, cuando vemos que la brújula del país se pierde al capricho de quien ejerce poder, del que le aprietan las tuercas o quien infringe miedo planteando o promoviendo aberraciones legales?

Participar e incidir en política son dos cosas muy distintas. Aportar propuestas, debates y denuncias objetivas basadas ya sea en el estudio o la ley, constituyen el mejor filtro en el ejercicio del Poder Público y tienden a orientar de mejor forma a una sociedad altamente manipulable por noticias fabricadas.

Los diputados decretarían mejores leyes; los Ministerios desarrollarían políticas públicas viables; las Cortes de Justicia se apegarían al Derecho; La comunidad internacional comprendería sus límites y alcances; el sector productivo mejoraría su rol; la sociedad civil entendería que el Poder se delega en los tres organismos del Estado, y sobre todo, la acción constitucional de “Amparo” dejaría de ser el hazmerreír en que la han convertido.

No debemos permitir que una agenda política cualquiera y por quien quiera que sea, se sobreponga a la razón y al marco de la ley.

Qué apoyar, a quién apoyar y por qué apoyar tal o cual cosa, son tres preguntas que deberían surgir en todo ciudadano inteligente. Los no tan inteligentes, consolidan su apoyo sin cuestionar el fondo del asunto, muchas veces no miden las repercusiones inminentes, o bien desconocen las verdaderas intenciones de las personas a las que uno respalda.

Ejemplo de lo anterior, son los noviazgos político-pasionales que crean aliados o enemigos, difícilmente adversarios e imposible hablar de amigos. En éstos, se promueve el voto por un candidato, la promoción de una ley, el odio hacia la contraparte, el cambio de un modelo, la compensación de una injusticia (o lo que aparenta ser una injusticia) y por supuesto abundan sendos casos de venganza.

Es mi opinión, que en el fondo de los ejemplos anteriores, siempre existe un interés por el Poder, ya sea la ambición de una cuota mayor, la inseguridad de perder el que se ocupa o simplemente evitar que el mismo lo ostente y manipule alguien más en perjuicio de intereses o de valores. En cualesquiera de dichos escenarios, es la ley lo que constituye la línea blanca del campo de juego y acción de las personas civiles y gobernantes.

Quizás las dos variables más importantes en este tema, sean el tiempo y la oportunidad. Ambas son inciertas y de no aprovecharlas en la forma y momento adecuado los resultados pueden llegar a ser apocalípticos. Por ejemplo, las oportunidades para generar empleo no pueden esperar ni dilatar a la mejor conveniencia de aquellos que manipulan los ámbitos social, político, jurídico y económico del país. Otro buen ejemplo, resulta el retroceso evolutivo de nuestra sociedad, cuando las personas empezamos a comportarnos como miembros de tribus enemigas entre sí, con falta de respeto hacia el prójimo, en total reto del Poder Público y en desafío de las leyes de la República.

Y a manera de conclusión, tropicalizo un resumen de postulados que aparecen en el libro “El alma de la toga”, del jurista Ángel Ossorio y Gallardo.

El camino de cambio que necesitamos, no puede ser pasando por encima de la conciencia. No debemos rendirnos ante la popularidad y mucho menos adular cualquier indicio de tiranía o soberbia. Los ciudadanos no son superiores a los funcionarios, pero éstos tampoco están por encima de los primeros. En todo caso, ambos deben sujetarse a la ley y nunca manipularla para conseguir sus objetivos. La razón siempre prevalece sobre la estupidez, lo contrario es una ilusión temporal. El deseo de corregir un problema nunca debe nublar el sentido común.

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