Edgar Villanueva
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Esta semana el recién nombrado Ministro de Gobernación decidió remover al Director de la Policía Nacional Civil y a varios miembros de su equipo más cercano, en una de las decisiones más cuestionables que ha tomado la administración del presidente Morales. La decisión ha generado una serie de críticas de todos los sectores, lo cual, en el momento tan polarizado que vivimos, demuestra que la gestión de la antigua cúpula policial era bien percibida por una amplia representación de la ciudadanía. El amplio apoyo y reconocimiento del trabajo de los removidos genera la pregunta: si había un grupo capaz, institucional, trabajador y que generaba muy buenos resultados al frente de la PNC, ¿por qué removerlos?

La vaga razón de la remoción que ha expresado el ministro Degenhart (la “oxigenación de la institución”), genera más dudas todavía, y lamentablemente pone de manifiesto, una vez más, que algunas decisiones en el Gobierno se piensan, pero no se analizan de manera estratégica. No valoran algunos procesos institucionales, y prefieren gente de confianza a profesionales del servicio público.

Este me parece ser el caso con la PNC pues, tras varias décadas donde la situación nacional obligaba al Estado a fortalecer al Ejército, llegaron los tiempos de paz y, un poco a empujones, entendimos que era hora de invertir y fortalecer a las fuerzas de seguridad civil. Después de varios años y varios millones de quetzales, hoy podemos decir que la PNC es una institución que ha avanzado sustancialmente y que empieza a tener resultados importantes.

Uno de esos ejes que se fortaleció fue el de la profesionalización de los miembros de la fuerza de seguridad civil. Se invirtió en capacitarlos, facilitar que cursaran carreras universitarias que fueran útiles para su rama de trabajo y se logró, con bastante esfuerzo, generar cuadros de carrera que estaban preparados para asumir el mando de la institución. Una de las mejores personificaciones de este proceso fue Nery Ramos a quien tuve el gusto de conocer en Washington, D. C., donde lo acompañé a una serie de reuniones de alto nivel. Fue sin duda, uno de los funcionarios del Estado que mejor impresión me dejó en todo mi tiempo al servicio de nuestro país. Un profesional preparado, inteligente y que sabía atraer la atención de sus interlocutores hacia las necesidades de la PNC, sobre todo, un hombre dedicado a mejorar la PNC.

Su remoción es un mal mensaje para el proceso de fortalecimiento de la PNC, pues se corta sin razón la carrera de profesionales de policía y se manda un mensaje negativo a los mandos medios de la misma: si el Ministro no los quiere, no importa que tan profesionales sean o que tan buenos resultados generen. Asimismo, se interrumpen procesos que venían arrojando resultados favorables para el Gobierno mismo (reducción de homicidios, secuestros, etc.). Pero lo más preocupante es que surgen dudas sobre la existencia de otras intenciones detrás de la remoción. Como diría el dicho: “no solo hay que serlo, sino también aparentarlo”.

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