Juan Francisco Reyes López
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En la presente semana y de forma poco predecible, la Diócesis de Guatemala sufrió el fallecimiento de Monseñor Oscar Julio Vian Morales, quien hace pocos años fuera nombrado por el Papa como reemplazo del Cardenal Quezada Toruño.
Monseñor Vian había sido Obispo de Petén y previamente director del Colegio Don Bosco, donde como sacerdote de la Orden Salesiana se había dedicado a la educación.
Falleció de un cáncer casi fulminante, lo cual significó que pocos miembros de la Iglesia Católica y de la feligresía de Guatemala se enteraran de su enfermedad.
Comparar la gestión de dos arzobispos es difícil.
Al Papa Francisco le corresponderá decidir a quién nombrará como el próximo Arzobispo de la Diócesis de Guatemala, no será tarea fácil por cuanto el Arzobispo de Guatemala no solo debe ser responsable de sus deberes religiosos sino además debe saberse expresar en el acontecer nacional; no debe juzgar pero sí debe orientar y ello es aún más difícil en un país tan convulso, con tanta injusticia social, con tanta pobreza y también con tanta concentración de la riqueza.
La doctrina social de la iglesia implica saber guiar a la feligresía en lo social, en lo económico y en lo político.
El Papa Francisco puede nombrar como arzobispo de la diócesis de Guatemala a un sacerdote o a un obispo, es el nuncio apostólico de Guatemala quien le expresará cuál es la situación del país, cuáles son las posibilidades de quién nombrará.
En algunos casos, al gobierno se le pregunta qué opina respecto a algún candidato en concreto, lo cual no es una obligación sino una muestra de confianza y cortesía.
En la historia de nuestro país, especialmente en un principio, los arzobispos eran de nacionalidad española y venían muchas veces ya nombrados de Europa; sin embargo, ello no impidió que algunos fueran verdaderos rectores de la política social y económica de Guatemala y Centroamérica, por ejemplo el obispo Francisco Marroquín.
También, dentro de los obispos hubo algunos que tuvieron que vivir exiliados por no plegarse a las pretensiones del Gobierno de la República.
Dentro de los obispos que yo recuerdo, destaca Monseñor Mariano Rosell y Arellano, sacerdote que naciera en Esquipulas y creciera a la par y bajo la sombra del milagroso Cristo Negro, que los guatemaltecos y centroamericanos veneramos en esa hermosa Basílica de Esquipulas.
Monseñor como sacerdote se encontraba en la parroquia de San Sebastián, donde también había fundado el prestigioso colegio del mismo nombre, cuando fue nombrado Arzobispo de Guatemala, lo cual en esa época implicaba tener autoridad en todo el país.
Le correspondió ser arzobispo durante el gobierno del general Jorge Ubico, del Dr. Juan José Arévalo, quien fuera el primer Presidente después de la Revolución de 1944; del Presidente, coronel Jacobo Árbenz Guzmán, quien pretendió llevar al país al socialismo; del presidente, coronel Carlos Castillo Armas, primer presidente de la liberación y de los subsiguientes presidentes por cuanto murió durante el gobierno del presidente Miguel Idígoras Fuentes.
En lo personal tuve el honor de conocerle muy cercanamente, como alumno del Colegio San Sebastián, como su acólito personal, incluso tener el honor de que oficiara mi matrimonio.
Esperemos que el próximo arzobispo sea de esa talla o de la talla del Cardenal Quezada Toruño.
¡Guatemala es primero!