Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El pasado 16 de octubre la magistrada de la Corte Suprema de Justicia Vitalina Orellana le informó a nuestro reportero José Pablo del Águila que la Cámara de Amparos y Antejuicios designó a la Sala que conoce el antejuicio contra Arzú por orden aleatorio. Maravilloso ese procedimiento que supuestamente deja a la suerte o al azar, según la definición del término, y que envió el antejuicio presentado contra el Alcalde y gran jefe del Pacto de Corruptos, Álvaro Arzú, a una Sala en la que no solo está la esposa del Secretario de Comunicación Social del Presidente Jimmy Morales, sino que ha demostrado consistentemente su tendencia a la hora de emitir sus fallos. Fue esa Sala la que, a su vez, en cumplimiento de lo preceptuado por la Ley en Materia de Antejuicios, designó a la jueza Judith Secaida, titular del Juzgado Quinto de Primera Instancia del Ramo Penal para que hiciera la pesquisa correspondiente.

Entre la Sala Tercera de la Corte de Apelaciones, que ha demostrado fehacientemente su afinidad con Blanca Stalling y, por supuesto, con los intereses del Presidente Morales y los fallos de la jueza Secaida, hay suficientes elementos como para prever que el proceso sería desestimado porque no hay antecedentes que muestren ningún interés por aplicar la ley a los que se amparan en la inmunidad para garantizar su impunidad. Y de ello quedó constancia en ediciones de La Hora previas a la resolución de la jueza en las que se demostró cuál ha sido su comportamiento en los casos relacionados con la corrupción que por alguna razón han llegado a su conocimiento.

Uno no puede pretender que los jueces resuelvan siempre al gusto de alguna corriente de opinión pública, pero cuando esa corriente es a favor de la lucha contra la impunidad y la corrupción y todos los fallos sobre el tema emitidos por algunos órganos jurisdiccionales de manera consistente apuntan a debilitar ese esfuerzo en favor de la transparencia y del verdadero imperio de la ley, resultan fundados los señalamientos y críticas por más que haya profesionales del “derecho” que salgan a defenderlos a capa y espada.

Y como diría cualquiera recurriendo a las floridas expresiones de sabiduría popular, “orden aleatorio serán mis faroles”, tomando en cuenta la importancia y el peso que tiene Arzú dentro de la añeja y vigorosa estructura de la impunidad y la forma en que se integró esa Corte Suprema de Justicia que “dejó al azar” (sí, pues) la designación de la Sala de Apelaciones que tendría el control del proceso de Antejuicio. No olvidemos que ese caso ha sido maliciosamente retardado por la misma Pesquisidora y que cuando al fin se dignó en cumplir con su obligación de emitir el informe respectivo, hizo lo que hicieron los Pesquisidores en los procesos contra los diputados Villate y Blanco, es decir, mandar a la punta de un cuerno los señalamientos formulados por el Ministerio Público y la CICIG.

El Caso Caja de Pandora, en el que resultó señalado Arzú, es ya añejo y sigue entrampado. Es curioso que al abrirse otra Caja de Pandora, saliera la Sala Tercera de la Corte de Apelaciones y el Juzgado Quinto de Instancia Penal, dizque en forma “aleatoria”.

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