Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Conociendo el poder intrínseco de la Presidencia, que no depende de la capacidad de la persona sino deviene de la investidura, se le insistió muchas veces al presidente Morales sobre la responsabilidad que tenía, derivada del mandato que recibió en las urnas, para hacer un esfuerzo por cambiar al país, combatir la corrupción en serio y reformar el sistema de la vieja política. Todas las veces que La Hora formuló preguntas en ese sentido, Jimmy Morales se escudó en la “independencia de poderes” para decir que en lo relativo a legislación él no podía meter las manos porque respetaba el ámbito de acción del Congreso. Poco importaba, evidentemente, que la población hubiera votado por él no por su pasado o trayectoria, sino como un muy simple y burdo rechazo a las prácticas tradicionales de nuestra política.
Ya hace un año, tras la reunión con diputados en Santo Tomás para armar la integración de la Junta Directiva del Congreso que había pactado con Roberto González Díaz-Durán, demostró que le valía madre la independencia de poderes y que simplemente usaba el tema como excusa para eludir su responsabilidad de dirigir al país en la etapa crucial de su historia. Y por ello su gran enojo de ayer cuando la reportera de La Hora, diario que tampoco le agrada a Joviel Acevedo, le preguntó sobre esa contradicción de fondo que ella sabía porque estuvo presente en entrevistas en las que se le hizo el cuestionamiento al mandatario.
Menudo fiasco para los electores que creyeron que al votar por Jimmy Morales estaban castigando a la vieja política tradicional del país. Resultó que el electo tenía más colas que un barrilete y más compromisos con los cooptadores de lo que cualquiera hubiera podido imaginar. El Presidente que fue electo en una expresión de rechazo y cansancio de la gente hacia la forma en que se hace la política en Guatemala, resultó más comprometido con esas mañas y las consecuencias están siendo funestas para el país.
El poder de la Presidencia, que pudo haber servido para transformar Guatemala ha sido puesto al servicio de un Pacto de Corruptos en el que cierran filas todos los que han sido actores de este drama interminable que se caracteriza por la componenda para exprimir al país mediante sostenidas acciones de corruptela que involucran a toda clase de personas. No es casualidad que mientras poderosas figuras financian a los “netcenters” montados para atacar a quienes claman por el fin de la corrupción, gente como los dirigentes sindicales del magisterio (y los que hagan falta de otros sectores si es cuestión de salir a la calle y armar bochinche) sean el arma letal para acabar con los chantajes de diputados que querían mayor tajada para aprobar el Presupuesto del próximo año.
Y ciertamente es un poder extraordinario que, sumado al de sus socios que trabajan con plena intensidad en la defensa del perverso y corrupto sistema, está rindiendo frutos porque el otro poder que podría superarlo y neutralizarlo, que es el poder de la ciudadanía, no se mueve ni se conmueve.