A lo mejor la inminente aprobación del Presupuesto desfinanciado, sin candados y clientelar, es lo que hacía falta para que la ciudadanía al fin entienda que nos están llevando al desastre y que el país se hundirá más aún en las profundas y oscuras aguas de la corrupción. Y confirmamos que la indiferencia ciudadana contrasta con la diligencia de quienes integran el Pacto de Corruptos que no se detiene y que reúne a especímenes de todo tipo y calibre.

Los diputados se devaluaron porque mientras chantajeaban, el Gobierno acudió a Joviel Acevedo para encerrarlos y así forzar a la aprobación de un Presupuesto que contiene un premio muy grande para que el dirigente del magisterio aumente su influencia y poder con los maestros del país.

Ahora ya no importa tanto el precio de cada voto porque los alinearon a puro tubo, pero el efecto es devastador porque se trata de la peor propuesta de gasto que se haya hecho en la historia del país, no sólo por la ausencia de controles, lo que permitirá el despilfarro que es lo que les importa, sino porque obligará a generar más deuda a cubrir mediante la emisión de Bonos del Tesoro.

Los corruptos y el magisterio le están enseñando al pueblo cómo es que se hace para que los diputados dejen de chantajear y hacer su capricho, pues bastó una movilización para arrinconarlos y forzar a que principien a aprobar el Presupuesto de 2018 que hundirá al país. Mientras eso ocurre, los ciudadanos seguimos “viendo los toros desde la barrera” sin animarnos a jugar el papel protagónico que nos corresponde ante lo que está sucediendo. Preferimos esperar “a ver qué pasa” que tomar acción para ser nosotros los que nos impongamos sobre los actores del Pacto de Corruptos que avanza decidido hacia lo que tendrá que ser su derrumbe final que arrastrará a muchos, pero en lo que llega ese momento definitivo serán demasiados los efectos nocivos para el país y para el futuro de nuestra gente.

Y otra muestra de lo que es el Pacto de Corruptos es que no hay distingos ideológicos y a su alrededor se unen desde los más encopetados conservadores con los más despreciados sindicalistas, pues lo que los une no son ni ideas ni ideales, sino simplemente la necesidad de preservar un sistema que les ha rendido tantos beneficios en el transcurso de los años. Por eso hemos dicho que la lucha contra la corrupción no es agenda ideológica, sino un clamor para terminar con pícaros de izquierda o de derecha.

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