Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

La visita a Guatemala del Secretario General de la inútil Organización de Estados Americanos se produjo tal y como se debía esperar porque Luis Almagro no va a criticar a un Jefe de Estado, salvo que así se lo indiquen los poderes superiores de Washington y por ello tenía que venir a complacer a Jimmy Morales aún sabiendo y entendiendo la precaria situación de nuestro gobernante. Almagro justificó que el Presidente, en ejercicio de sus facultades, declarara persona non grata a Iván Velásquez y tuvo los faroles, porque no se debe decir de otra forma, de afirmar que el Gobierno ha mostrado su apoyo a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.

Hay que entender el funcionamiento de la OEA para saber que la visita de Almagro sería de carácter protocolario para satisfacer al mandatario guatemalteco y que estando éste enfrentado con el titular de la CICIG, terminaría diciendo que él también apoya a la Comisión como institución haciendo abstracción de las personas, como diciendo que Velásquez se puede ir por un tubo. Y es que Almagro es un tipo que en mucho se parece al anodino Dall’Anese que estuvo becado por varios años como titular de la CICIG, aprovechando el tiempo y el sueldo para escribir un libro baboso.

La OEA es una organización que da verdadera pena y vergüenza por el papel que juega en el Continente y que debiera de seguir la suerte de aquella ODECA, la Organización de Estados Centro Americanos que existió y vegetó en el siglo pasado. No es casualidad que existan entidades alternativas que aglutinan a los países por regiones debido a ese papel tan costoso pero tan inútil.

Lo que verdaderamente molesta es que el señor Almagro venga a darle su bendición a Morales afirmando que su Gobierno está comprometido con la lucha contra la corrupción, extremo absolutamente falso como se pudo demostrar cuando el 13 de Septiembre, al finalizar su discurso en la sesión solemne del Congreso por el día de Independencia, les pidió a los diputados que se pusieran a legislar, sabiendo que ya su ministro de Finanzas les había entregado las iniciativas de ley del Pacto de Corruptos. Si Almagro formuló alguna tibia crítica contra los diputados, debe saber que lo que hicieron ellos al aprobar leyes de impunidad absoluta fue a instancias del Gobierno al que le vino a sobar la leva en el más puro y auténtico estilo de la OEA.

El gobierno de Morales está comprometido con los que quieren acabar la lucha contra la corrupción y de esa cuenta es que pactó con ellos antes de hacer el anuncio contra Velásquez. Y con pruebas suficientes se ha demostrado que él y el Nuncio organizaron la encerrona en la Nunciatura con empresarios para comunicarles lo que iba a hacer horas después al viajar a Nueva York para su primer intento de escabecharse al Comisionado.

Pero, en fin, repito que de la OEA y de este tipo Almagro no se podía esperar más de lo que hizo y era natural el asqueante resultado de su visita.

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