Miguel Flores Castellanos*
Las actividades en el sector de las artes visuales dan la impresión de pujanza. Se abren nuevas galerías, y espacios “alternativos” (léase cerveza y arte; café y fotos, libros y pinturas). Por otro lado, hoy en día cualquier persona –atrevida- se autodenomina curador, aunque su formación sea precaria o haya cursado un ciclo de universidad. Algunos además, pregonan la calidad de un artista, previo emolumento. Desde otra perspectiva, las fundaciones provenientes de sectores poderosos de la economía se han convertido en activistas culturales, con grandes equipos administrativos, con los que marcan tendencias en el contexto local debido a su poder económico, e inciden en el campo cultural, con mayor o menor publicidad y mercadeo. El modelo fundación en el país, es muy alejado a los modelos más exitosos como los estadounidenses, que brinda fondos para que algo pueda hacerse, se opta a sus fondos. Aquí las fundaciones ejecutan sus propios proyectos y se dan fondos a discreción, en procesos que dependen altas posiciones jerárquicas.
Las entidades benéficas han encontrado en el arte visual un filón importante para el mantenimiento de sus instituciones, con el consabido gana-gana entre organización y artista u organización y galería. Esto ha hecho promocionar en forma desproporcional a determinados creadores, consagrándolos como grandes maestros, aunque lleven años de hacer lo mismo, solo cambiando un determinado color en sus obras. Además, se elevan los precios de las piezas, las que luego de pocos años pasarán al olvido. Pronto vendrán otros nombres porque es necesario tener nuevos productos en circulación y viene el homenaje como el último empujón para acrecentar las ventas. Esto es notorio en el mercado de segunda línea, que manejan también las galerías desde sus bodegas.
El arte visual en Guatemala, está a merced del mercado, y esto es lógico ante la desatención del Estado. Sin tener un Ministerio de Cultura y Deportes, la Dirección General de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación, hacía más actividades vinculadas a la pintura y demás artes de las que hoy en día realiza la Dirección General de las Artes. Un artista como director del Museo de Arte Moderno Carlos Mérida, no ayuda, este museo consagra el mercado, no tiene el atrevimiento de incursionar en el arte actual, está momificado en los sesenta y setentas si bien va.
Guatemala no tiene un proceso de consagración de los artistas plásticos, como ocurre en otros países de la región centroamericana. No existe una galería nacional, ni espacios del Estado para la exhibición profesional del arte. Además que no lo censure. La exministra Ana María Rodas, creó el Premio Nacional de Artes Plásticas y el presente gobierno lo descartó de un plumazo. En el ámbito de lo privado, la Bienal de Arte Paiz, fue un buen barómetro de la situación de las artes visuales, en su modalidad, para muchos provinciana, de salón, pero consagró a los hoy grandes maestros. Al momento de cambiar a ser una bienal curada, lo que ahí se premia y por lo tanto se consagra, está contaminado por la imposición de una mirada de un curador extranjero, modalidad que también han asumido actividades como Juannio.
En Guatemala a las galerías de arte se les ha asignado un papel de promotor y difusor del arte visual y así las asume el público que las visita y en cierta forma ellas mismas. Se ha olvidado que son una tienda elegante y sofisticada, que la obra de arte al ser entregada a un galerista pasa a ser dinero. Como cualquier comercio deben sortear obstáculos como la competencia, la venta en casa del propio artista, o el especialista que sin tener gastos de funcionamiento, va de cliente en cliente vendiendo una obra que lleva en el baúl del automóvil, a esto debe sumarse la ceguera de la SAT, en no comprender lo que es una exposición temporal y lo que es mostrar el arte de otros países. Ser dueño de galería no es la panacea, ni mina de oro que muchos creen.
Pierre Bourdieu en su libro Las reglas del arte, brinda una panorámica del proceso de legitimación en el campo literario, similar al der arte visual. Las acciones institucionales se establecen como ritos (la inauguración de una exposición, la infaltable foto con el artista, con los organizadores, los directivos con senda copa de vino, la impresión de material promocional –catálogos y revistas-, medallas y condecoraciones, etc.) que consagran a un creador o institución. Este sociólogo francés expresa “hablar de rito de institución, es indicar que todo rito tiende a consagrar o legitimar, es decir a hacer desconocer en tanto que arbitrario y reconocer en tanto que legítimo, natural, un límite arbitrario, o lo que viene a ser lo mismo, a operar solemnemente, es decir de manera lícita y extraordinaria una trasgresión de los límites constitutivos del orden social y del orden mental”. Los procesos de consagración se dan en varios ámbitos de la sociedad ya que existen muchos actos de hacer legítimo lo que no lo es. En Guatemala estos ritos de las instituciones públicas o privadas del sector cultural sirven para acrecentar el capital simbólico de un creador, es decir los beneficios que pueda recibir, viajes, inclusión en una antología, becas, la impresión de un libro, etc.
Por eso en el arte visual no todo lo que brilla es oro, porque existen muchos intereses en juego. Solo la consagración fuera del país podría asumirse como válida, ya que en esos países existen reglas claras para otorgar distinciones, aunque también hay fuerzas que las determinan -los curadores internacionales-, decir que se expone en Nueva York no es garantía de calidad y de capital simbólico. Son pocos los creadores que alcanzan estas metas, en Guatemala serán actualmente cuatro.
Adquirir una obra de arte es un acto privado, donde prevalece el gusto, otro aspecto difuso, que depende del nivel educativo y la experiencia estética durante la vida del comprador. De un grupo de treinta estudiantes, tres han visitado una galería de arte y ninguno visitado el Museo de Arte Moderno, estos son los futuros coleccionistas. El comprador de arte deberá analizar si su gusto también es compatible, con la trayectoria del artista y su precio. Lo que se percibe como pujanza en el sector de arte visual, es en realidad confusión y en río revuelto, ganancia de pescadores.
*Doctor en Artes y Letras por la Universidad Nacional de Costa Rica, licenciado en Letras y Filosofía por la Universidad Rafael Landívar. Ha ejercido como gestor cultural. Profesor universitario de Estética y Semiótica.