Carlos Figueroa Ibarra
Este 9 de mayo de 2017 fue difundida la noticia de que México ya ocupa el segundo lugar entre los países más violentos del mundo. Con sus 23 mil asesinados en 2016, supera a la antaño región más violenta del mundo, el Triángulo Norte de Centroamérica, la cual el año pasado contabilizó 16 mil asesinatos. México solamente está por debajo de Siria (60 mil muertos), pero este país está en guerra infernal. Estas son cifras del Instituto de Estudios Estratégicos, con sede en Londres.
¿Qué estará pensando Felipe Calderón de lo que sería acaso la obra más importante de su gobierno? Calderón llegó a la Presidencia de la República en el contexto de elecciones fraudulentas. Antecedidas de una guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador, aun así no pudo la derecha neoliberal evitar que éste ganara el proceso electoral y hubo necesidad de hacer adulteraciones de resultados que manifestaron un supuesto triunfo por 0.57%. El establishment neoliberal se negó rotundamente a hacer un recuento de los votos. En suma, éste asumió la Presidencia de México en medio de una profunda crisis de legitimidad. Para recuperar legitimidad él y a sus partidarios – también a Washington-, desencadenaron poco tiempo después la guerra al narcotráfico.
Tras diez años de aquella infortunada decisión, el país contabilizaba 207 mil ejecuciones extrajudiciales y 28 mil desaparecidos (éstos, en los últimos cuatro años). Y el problema del narcotráfico no se ha resuelto. Los cárteles siguen operando, tienen una enorme capacidad de alternancia en sus liderazgos. A lo sumo ha variado el peso y la diversificación de las distintas organizaciones criminales. Hoy el Cártel del Golfo y aún Los Zetas están disminuidos y el Jalisco Nueva Generación parece estar superando al de Sinaloa. La derecha neoliberal no quiere entender que el problema del narcotráfico y en general el del crimen organizado, no se resuelve con guerras.
Después de un enfrentamiento armado con una banda de ladrones de combustible (hoy llamados coloquialmente «Huachicoleros») el último 3 de mayo, en el que murieron cuatro efectivos del Ejército y siete habitantes del poblado de Palmarito Tochapan (Puebla), el impopular presidente Peña Nieto le declaró la guerra a los huachicoleros y anunció el envío de 2 mil soldados a la región conocida como «el triángulo rojo» del robo de combustible. Olvida que detrás de éste, se encuentran las bandas locales que «ordeñan» los ductos, la población rural empobrecida por las políticas neoliberales, la mafia que les compra el combustible, los empresarios corruptos que la compran, la mafia de Pemex que es cómplice de los robos y las autoridades federales y estaduales que también obtienen ganancias de dicho robo. En el gobierno de Rafael Moreno Vallé en Puebla (hoy aspirante presidencial) el robo de combustible en la entidad aumento 3,000%.
Escribo estas líneas mientras se difunden imágenes de un soldado rematando a un habitante de Palmarito Tochapan y la indignación empieza a crecer. Hagan esta nueva guerra señores neoliberales. Sólo cosecharán violaciones a los derechos humanos y un nuevo baño de sangre.