René Leiva
Cuando el propio autor, en primera instancia, por supuesto, se maravilla y se asombra, y admira y adopta un tono burlón y alguna condescendencia ante las actitudes de don José alejadas del llamado sentido común, antes, durante y después de la insólita visita del conservador, motivada por la gripe del escribiente, el lector, entonces, se siente motivado, pero no tanto, para también asombrarse de los atropellados pensamientos y contradictoria conducta de don José, allí, en su casa-cuarto-lecho de enfermo (no debe olvidarse que vive a una puerta de por medio de la Conservaduría), ese laborante devenido repentino subvertor de las buenas costumbres del Registro Civil y también subversivo de su propia trayectoria sumisa, sí, pero nunca servil, jamás abyecta. Es el amor en los tiempos ¿de qué exactamente?
Porque amor, y no otra cosa, hay atrás, adelante, a los lados, arriba y abajo de toda esta historia. Amor nunca nombrado a pesar de todos los nombres. Esa palabra – -y su contenido- – incomprendida, devaluada, erosionada, prostituida, deslactosada, descafeinada, baja en calorías, sin gluten, cero colesterol y triglicéridos… Amor lejos del alcance de los niños, para almacenar en lugar fresco y seco, se aplican restricciones, debe agitarse antes de consumir y refrigerarse una vez abierto, ajá, de uso delicado, con receta médica, al contado o cómodas mensualidades, con pan o con tortilla, se reserva el derecho de admisión, aceptamos tarjetas de crédito, débito, etc., platea, balcón y luneta, en exclusiva función de pre-estreno… Amor etiqueta roja, etiqueta blanca, negra y azul, en sus diferentes presentaciones (pastillas tragables y masticables, inyección, pomada, jarabe, supositorios, sueros, nebulización), lleve tres por el precio de dos, nueva imagen, igual calidad, número de lote y fecha de caducidad, ver empaque, de liberación prolongada, de baterías o corriente eléctrica, analógico o digital, bisturí o láser, con alambres o inalámbrico, sonría que los estamos filmando…
Porque todo es amor, dicen ciertas canciones, cierto cine, las telenovelas, la publicidad comercial. Todo lo cual nada, en lo absoluto, tiene que ver con don José (más bien, acaso, con el lector), un tipo ascético, antípoda del erotismo inducido, inmune a la estupidez envasada y globalizada, con apenas una afición secreta y misteriosa por personajes que trascienden lo privado a la opinión pública, sus reseñas biográficas de consumo masivo.
En la mente errátil de don José, y en el propio texto, ¿cuál es la diferencia?, no aparece la palabra, la palabra amor, y si así fuese el lector, pero no cualquier lector, tiene el derecho y acaso la obligación de cerrar el libro y dejarlo olvidado para siempre en cualquier rincón. Tal omisión es otro rasgo genial de esta historia. Pero falta no (siempre) es sinónimo de ausencia. La sensata contundencia del silencio. La elocuencia de lo elusivo.
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(En el país de la eterna, llamado Guateanómala, sabido es, el empresariado más o menos organizado se ha puesto en evidencia ya sin caretas hipócritas: la corrupción y la impunidad institucionalizadas son los medios concretos del Dejad hacer, dejad pasar, o sea el libertinaje neoliberal sin MP, sin CICIG, sin SAT, sin La Embajada, sin el periodismo independiente, sin dos o tres diputados verdaderos representantes del pueblo, sin tocar ni una sola coma (,) a la muy venida a menos Constitución Política… Es decir, o sea, en otras palabras…).