Por Tatiana Rodríguez
Bogotá
AGENCIA/dpa
Guillermo Torres, conocido como alias «Julián Conrado» o «el cantor de las FARC», cierra su presentación en un bar de Bogotá entre aplausos. Atrás quedaron los días y las noches de persecución y los casi tres años de cárcel que pagó en Venezuela porque hoy hace lo que más le gusta: «Cantarle al amor y al pueblo».
«No es una transición que me haya impactado porque yo antes de cantar en la selva lo hacía en la civil», dice entre risas «Conrado», un hombre alto, con lentes, que peina varias canas y tiene un envolvente acento costeño que le da el sentimiento necesario para interpretar los vallenatos que él mismo compone.
Torres nació en 1954 en el municipio de Turbaco, en el norteño departamento de Bolívar, a escasos 20 minutos de la caribeña y mágica Cartagena de Indias en el seno de una familia humilde que estuvo influenciada por la música y la revolución.
A los 29 años y después de grabar varios discos con afamados juglares del folclore colombiano entró a la guerrilla «después de vivir en carne propia las injusticias que la autoridad cometía contra el pueblo», según dice.
«Por eso cuando dicen el cantante de las FARC no es algo preciso porque yo llegué a las FARC siendo cantor», aclara a dpa el veterano guerrillero que hizo parte de la mesa de negociación que duró cuatro años en Cuba entre el Gobierno y el grupo ilegal.
Afirma mientras canta algunos versos de amor, su mayor inspiración, que la vida en la selva no es fácil y que quien la asume debe tener mucha dignidad. «Sin moral no se puede ser guerrillero», agrega.
«La dignidad es pensar y actuar siempre con grandeza», explica al recordar los años en los que se «mantuvo firme gracias a la música», inclusive en Venezuela, en donde fue detenido durante una operación conjunta entre autoridades colombianas y del vecino país.
El Gobierno del presidente Juan Manuel Santos solicitó su deportación desde el momento de la captura en 2011, pero tres años después, en el marco de los diálogos, levantó las órdenes de captura en su contra por delitos como extorsión y desplazamiento forzado y le permitió viajar a La Habana para unirse a la nueva lucha: lograr un acuerdo de paz.
Dentro de las FARC, «Julián Conrado», el alias que eligió en honor a un médico que fue asesinado por una acusación falsa de pertenecer a la guerrilla, se dedicó a inculcar la cultura como principal herramienta de cambio en la sociedad.
«‘La hora cultural’ se implementó en la guerrilla y todavía se hace por lo general de 7 a 8 de la noche. Nos reuníamos en una carpa a cantar, a ver pequeñas obras de teatro, a hacer lecturas de libros sobre todo de Gabriel García Márquez, a contar chistes, adivinanzas», recuerda «Conrado» con algo de nostalgia.
«Extraño el contacto con la naturaleza. Siempre vivíamos rodeados de árboles muy hermosos, de ríos, de arroyos, del vuelo de las mariposas. ¿Tú sabes lo que es estar en un campamento y que de pronto pase una bandada de guacamayos? ¡Eso es hermoso!», sostiene Torres sin negar que «la vida afuera» también tiene alegrías.
Sin embargo, haberse separado de su hijo es uno de los más difíciles sacrificios que tuvo que afrontar en la guerrilla, por lo que ahora aprovecha cada segundo con su familia y su pueblo. Se autodenomina «defensor de la vida» y afirma que nunca dejará de ser guerrillero porque eso es una «condición del alma».
Sobre quienes se oponen al acuerdo de paz que el Gobierno y las FARC lograron en noviembre pasado, «Conrado» cree que les hace falta «amor en el corazón» y los invita a «tomarse una gotica» del sentimiento que considera «transformador».
«Solo el amor puede convertir la guerra en paz», insiste el guerrillero que llegó a ser la mano derecha de Luis Édgar Devia, alias «Raúl Reyes», líder de las FARC que en 2008 murió en un bombardeo de las fuerzas colombianas en Ecuador, cerca de la frontera entre ambos países.
«Conrado» se salvó de morir en esa operación que generó tensiones entre los dos Gobiernos por la incursión de tropas colombianas y con tristeza recuerda que allí perdió dos guitarras, «amigas y compañeras incansables de lucha».
Ahora, además de dar conciertos gratis, porque afirma que su arte no es una mercancía, y participar en foros sobre la paz, como el que matizó con algo de música el pasado viernes en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, se enfoca en liderar una lucha para vencer el conflicto social que vive Colombia y que según él «mata más personas que la confrontación armada».
«Los niños guajiros (de zonas rurales) no mueren por la guerra sino por el conflicto social de hambre y de sed, y lo más paradójico es que viven sobre la principal riqueza de esa región de Colombia que es el carbón», cuestiona.
El inminente desarme de los más de 6.800 miembros de las FARC debe culminar antes del próximo 1 de junio. La reincorporación a la vida civil del grupo es el paso a seguir. «Conrado» asegura: «Ser guerrillero es amar la paz».
La dignidad es pensar y actuar siempre con grandeza.
Guillermo Torres, «el cantor de las FARC».