Juan Antonio Mazariegos G.
El día de ayer el Director General de este vespertino propuso en su columna de opinión el planteamiento de una agenda mínima para buscar puntos de consenso con los que todos los guatemaltecos pudiéramos sentirnos identificados de cara a buscar una salida a la situación de deterioro que vive el País y proponía como los mismos el combate a la impunidad, a la corrupción y la búsqueda de una verdadera democracia.
Al respecto de la propuesta de agenda y los puntos que la conforman no puedo estar más que de acuerdo, sin duda cualquier guatemalteco podrá concebir o tendrá derecho a pensar que hay otras muchas necesidades como seguridad, educación, justicia, empleo, salud, etc., que se constituyen en necesidades tangibles y básicas de toda la población y que en consecuencia deberían de estar incluidas en esa agenda mínima, pero difícilmente alguien podría negar también que los puntos que se proponen en la agenda son aquellos que impiden precisamente que esas necesidades de los guatemaltecos se vean satisfechas, cuando la impunidad y la corrupción carcomen al País y privan de esas satisfacciones a los guatemaltecos.
Sin duda como lo advierte el editorialista, la polarización ha sido un gran obstáculo, no solo para percatarnos que aún con pensamientos diferentes existen puntos de conexión, sino también porque esa pugna ideológica acabó con las líneas de confianza mínima que debe de existir una sociedad para poder vivir como tal, en conjunto.
Me preocupa de la propuesta el hecho de que tal y como lo planteara el Comisionado Iván Velásquez en días pasados, también se hable ahora de un sistema hecho a la medida de la corrupción o creado para garantizar la impunidad, difiero de esa opinión pues creo más en las fallas de las personas que en las fallas de la ley y en consecuencia considero que los abusos que sin duda se han producido a lo largo de la historia se hubieran cometido igual al amparo de cualquier ley o sistema, pues tal y como ocurrió con las famosas Comisiones de Postulación, cuando se pensó que las instituciones gremiales y académicas le podrían poner freno a la política, esta última terminó politizando a las primeras y el mal en lugar de decrecer lo absorbió todo. Sin duda deben darse cambios a procesos y leyes para evitar en la medida de lo posible los abusos, pero estos deben de ir acompañados de un cambio cultural en el País, generar convicción por el cumplimiento de ley, haciendo ver que es la mejor manera de vivir en sociedad y transformar una cultura de desobediencia como la actual en una cultura de obediencia a la ley.
La propuesta en síntesis es inteligente y valiosa pero sobre todo indispensable, tenemos que ser capaces de dejar atrás ideologías y posiciones pues no es sostenible la vida en un Estado si campean en él la impunidad y la corrupción o si no existen verdaderos vehículos de representación democrática para un pueblo, yo me apunto.