Raúl Molina

¿En qué situación estamos en Guatemala? Para quienes nos hemos dado a la tarea de leer noticias, la información entre líneas, comentarios, artículos y editoriales de prensa, queda claro, para unos más que para otros, que el sistema político de Guatemala ha colapsado. Hemos llegado a la condición de “Estado fallido”, al no cumplir éste las funciones para las que ha sido creado e incumplir la Constitución, lo cual ha hecho posible que Estados Unidos lo convierta en verdadera neo-colonia. Las decisiones más trascendentales del país no vienen del Ejecutivo ni del Congreso, sino que son trasladadas por la Embajada estadounidense. El CACIF, acostumbrado a mandar vía los partidos políticos, se sitúa ahora en plan secundario; no saben sus directivos cómo contribuir a la gobernabilidad democrática. Y el Ejército se dice “obediente” y “no deliberante”, para ocultar su evidente manipulación.

¿Se puede salir de la crisis del Estado? Mientras la crisis no fragmente a la sociedad -pese al temor que prevalece por la inseguridad ciudadana y los altos niveles de violencia- hay margen todavía para dar la lucha e intentar cambiar el rumbo. Es evidente que los tres Poderes del Estado –Ejecutivo, Legislativo y Judicial- están colapsados y que el súper poder constituido por la Corte de Constitucionalidad pone el candado. La prensa, llamada “cuarto poder”, tampoco se anima a romper sus ataduras históricas con el capital local y con los intereses estadounidenses: hay destellos de verdad y denuncia, ahora con mayor frecuencia, pero la función principal es mantener la ideología hegemónica de las élites e intereses foráneos. La solución sólo puede provenir de sectores organizados de la ciudadanía y el movimiento social, con el apoyo de la comunidad internacional.

¿Por dónde comenzamos? Los factores tradicionales de poder no pueden aportar ninguna solución; son parte del problema y no de la solución. El clamor de la ciudadanía se puede concentrar en: ¡Que se vayan todos! Pero, ¿cómo se logra, sin llegar a una revolución violenta? Sostengo que los dos hechos políticos más importantes que se pueden dar es el cambio en el tiempo más corto posible de los mandatarios y, en vez de tratar de depurar el Congreso a cuentagotas y lentamente, tomar la decisión salomónica de cerrarlo. Para el primer hecho, basta con la renuncia de Jimmy Morales y Jafeth Cabrera. La ofrecieron al calor de su triunfo en el caso de “no cumplir adecuadamente con su mandato”. Lo que debemos hacer es recordárselos con manifestaciones multitudinarias y muchos actos civiles más de exigencia, dentro y fuera del país, al cumplirse dos años de la extraordinaria lucha ciudadana de 2015. Debemos proceder ya los actores de esa lucha a reactivarla, sin esperar a tener la luz verde de los “poderosos”. Para cerrar el Congreso, aunque tome algunos meses, la solución es la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente Incluyente –que incluya a los cuatro pueblos y todos los sectores sociales- para que redacte una nueva Constitución y transforme el sistema político de manera total. Debemos reconocer que el modelo político-económico formulado en 1985 ya no se sostiene más.

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