Por Juan Fernando Girón Solares

La procesión de Jesús Nazareno de la Merced, está por llegar a la Plaza de la Constitución, y como ha sido costumbre, desde tiempos inmemoriales en hora cercana al mediodía. Los hermanos de mayor estatura, generalmente con altura superior a 1.75 metros, llevan sobre sus hombros al Señor en los turnos que corresponden al sector “entre parques”, en el Portal del Comercio y por supuesto frente a la Catedral Metropolitana, sitio en el cual el señor Arzobispo, dirige su mensaje de espiritualidad al pueblo allí congregado; se escucha de nuevo “La Granadera” y por supuesto la marcha oficial de la procesión, la incomparable “Señor pequé” que obliga a las aves que anidan en los campanarios catedralicios a echar el vuelo por los aires del Centro Histórico de la metrópoli capitalina.

Es Viernes Santo ¡Es el viernes de Jesús de la Merced! Es el día en que el patrón jurado ha dispuesto caminar por las calles de su ciudad.

El cortejo reanuda su marcha a un costado del Palacio Nacional, antes sede del Gobierno, hoy de la Cultura, y cuadra tras cuadra, turno tras turno, el brazo “31” del lado izquierdo de las andas, ha escuchado a los pies del Señor, los sentimientos de los hermanos cucuruchos, cada quien con su propia historia, la historia contada en el faldón del propio mueble procesional.

Le damos la bienvenida a su turno, a Javier, un fiel devoto del Señor de la Merced junto con su familia desde que su memoria se lo permite. Javier lleva su nombre propio por la devoción tan especial que su madre le profesó a San Francisco Javier, cuya imagen se venera en la Parroquia de la Merced de esta ciudad, administrada por los padres de la Compañía de Jesús.

Siendo muy niño, Javier visitaba al Señor en el altar mayor de la mano de su adorada mamá, ahora en el cielo. La devoción del cargador de nuestra historia, no es pues ninguna casualidad. Años atrás, Raúl Valdeavellano, de grata recordación como encargado general del culto a Jesús de la Merced y de esta procesión desde 1965 hasta 1999, le nombró debido a su entusiasmo y complexión como miembro del selecto grupo de guías de andas que en cooperación con el puesto único que se conoce para este cortejo, el de controlador de tiempo, ya que como se ha explicado el horario de esta procesión debe rigurosamente cumplirse para que el Señor esté de retorno antes de las tres de la tarde en sus pedestales y de allí se justifica tanto su función como la de los guías de andas, responsables de colaborar con sus fuerzas para empujar el paso del mueble procesional. De esa manera, Javier pasó a ser un estrecho colaborador en la organización del cortejo, hasta llegar a ser durante varios años Jefe de Lanzas, y contar con el privilegio especial de haber llevado al Patrón a su visita histórica a la ciudad de la Antigua Guatemala, con motivo de sus 350 años de haber sido entregado a su veneración en febrero de 2005.

En plena séptima avenida, las andas detienen su recorrido procesional. Suena el timbre y de nueva cuenta, la almohadilla del brazo “31” es llevada al hombro derecho del penitente; el redoble que marca el paso del Patrón, es ocasión especial para dar gracias al Altísimo por estar cumpliendo un año más con lo que para él representa el momento cumbre de la Semana Mayor, la procesión de su Jesús de la Merced en Viernes Santo: Gracias mi Jesús, Gracias por haber sido mi guía y mi fortaleza, medita para sus adentros, y acto seguido, empiezan a pasar por su mente, sus recuerdos dichosos como guía de andas y el grupo de amigos que durante varios años con él empujaron el mueble de 58 brazos; de cómo pensó siempre para sus adentros, que Jesús se merecía utilizar un mueble más grande para darle cabida a los miles de devotos cucuruchos que cada año lo acompañan, y que muchos de ellos mientras fue colaborador, se percató que lamentablemente se quedaban sin cargar por insuficiencia de espacio debido a lo reducido del tamaño de las andas; de cómo ese sueño se hizo una feliz realidad, gracias al entusiasmo del párroco de La Merced, el padre jesuita Orlando Aguilar, aquel Viernes Santo del año 2013, cuando luciendo una hermosísima túnica de color azul profundo, Jesús llevaba sobre sus andas las propias joyas de la Virgen Patrona de la Parroquia que habían sido robadas y luego devueltas, en hermosas andas ya ampliadas de 86 brazos, el Patrón Jurado salió a bendecir a su pueblo; y de cómo en la actualidad el cortejo se ha visto engalanado como ya hemos apuntado, con una serie de imágenes propias de la pasión o –pasos– como se les conoce; de cómo se creó una base informática de datos para identificar el grupo de cargadores que sustituyó aquellos listados hechos a máquina de escribir, durante el primer domingo de Cuaresma de cada año en los procesos de inscripción, y en fin, de cómo por la bendición y gracia de Dios, ha ido evolucionando el cortejo procesional del Nazareno, del que se ha dicho según una leyenda romántica, nuestro Señor se le apareció a su autor y le dijo: ¿Dónde me viste que tan perfecto me hiciste?

Una marcha muy especial para Javier, quien está cargando en el brazo número 31 de las andas mercedarias, se deja atronadoramente escuchar en el ambiente. La banda interpreta la conocida marcha “Mater Dolorosa” de doña Julia Quiñonez, y nuestro devoto cargador no puede dejar de pensar que en honor a la verdad, en su primer turno en las “grandes ligas” de la Semana Santa en Guatemala, que ocurrió un Domingo de Ramos en la procesión de Jesús Nazareno de los Milagros, de la Iglesia del Señor San José.

Y así, mientras se acerca la hora nona, finaliza como las cuadras anteriores el turno de Javier, quien coloca la respectiva horquilla en el brazo 31, con un agradecimiento muy especial a Jesús de la Merced, por tantos recuerdos, tantas vivencias, tantas bendiciones y claro está por tantas otras experiencias que Dios mediante estarán por venir…

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