Por Salazar Ochoa
Ahí andaba yo caminando por un gran campo en El Jocotillo, Villa Canales, un viernes por la tarde agradecido con los astros que se alinearon para que estas poco más de 200 libras entráramos sin pagar a uno de los festivales musicales más importantes de la región centroamericana por segundo año consecutivo.
Entiendo que la prioridad del evento es la movida electrónica, pero a mí eso de los beats y “hacer música” desde una tornamesa, computadora o vaya usted a saber qué es lo que usan estos muchachos DJs definitivamente no me prende. Sin embargo agradezco a Yahvé la oportunidad de ver a Bomba Estéreo, Aterciopelados y Los Amigos Invisibles.
La recompensa después de sortear el tradicional congestionamiento rumbo a carretera a El Salvador fueron unos deliciosos vasos de cerveza que amablemente los organizadores tenían para el gremio periodístico. Un compañero devoto de la mariguana me comentó sentirse bendecido por la comida tipo buffet que estuvieron dándonos los dos días (hamburguesas, tacos, panes, costillitas de cerdo, alitas de pollo, nachos con queso, etc.). A veces los bajones no tienen misericordia.
Si hay alguien que siempre queda bien con los periodistas, son los truchines de la Cervecería. La jugada era esta: no tenía que gastar ni en cerveza ni en comida, tenía acceso a las conferencias de prensa de los artistas, así que solo tenía que mover las nápiras para estar en el lugar correcto, en el momento justo y disfrutar de un espectáculo que había estado esperando como agua de mayo por más de una década.
Así como nunca he ido a Cayalá, tampoco en mi miserable vida había probado el sushi y como en la carpa de prensa lo estaban regalando, no pude más que pedir que me sirvieran dos platos de una. Vaya si son refrescantes para las tardes calurosas esas cosas. No es que me haya enamorado del platillo oriental, pero fijo lo voy a probar otra vez ¡Sí que sí!
Esa tarde escuché una banda roquerona de la que no me inquieté en buscar el nombre, sonaban bien, pero hasta allí. No obstante, el acto que transformaría mi percepción de la tarde llegó después… las pantallas gigantes del Sol Stage anunciaban a Caloncho, un tipo del que había escuchado mencionar algodón pero que no me había movido a indagar en su propuesta. La calidad de la música del muchacho es incuestionable, sus letras como el mismo afirma tienen una vibra como de playa y frutas tropicales que recuerdan a Sublime. Si tienen la oportunidad búsquenlo en youtube, les aseguro que no se arrepentirán.
Era imposible no mover los pies y la cabeza con la ternura melódica de estos mexicanos. La banda le hace huevos en la tarima y terminaron de ganarme el corazón cuando tocaron “Un amor violento” versión cumbia, se trata de un tributo que le hicieron a Los Tres. Más tarde me los topé caminando por el festival de lo más frescos, hablamos un rato y nos tomamos unas picturitas.
La tarde avanzaba lentamente cuando llegó la hora reggae. Dread Mar I me aburre y a pesar de que es bien pegajoso su ritmo y se hizo acompañar de buenos músicos, no podía dejar de pensar y sentirme como envuelto en un culto religioso en medio de la gente que coreaba su monótona melancolía con las manos arriba.
Por fin, el momento de encontrarme con una de mis bandas latinoamericanas favoritas de estos dorados tiempos cayó frente a mí: ¡Bomba Estéreo estaba arriba del escenario! Y desde que llegaron se propusieron prender a la gente con su Elegancia Tropical. Li Saumet (la vocalista) salió envuelta en un disfraz que coqueteaba con lo ridículo. Yo la noté apagadona, a pesar de que en apariencia y que para el espectador incauto parecía traer onda, sus movimientos dejaban notar su mala condición física. Su discurso quedó a deber mucho, definitivamente me esperaba algo distinto.
La banda escogió un set de canciones lamentable. Allí estaba yo sin conectarme con ninguna, aunque al público eso no pareció importarle y se entregó fácilmente. Saumet se veía lenta y fría. El colmo de mi decepción llegó en los últimos minutos cuando con Chuy (camarada de esta batalla) ya habíamos llegado a la conclusión de que cerraban con “Fuego”.
La cuestión va así: Quizá los ingenuos no lo percibieron pero el escenario tenía un reloj que marcaba el tiempo restante para cada presentación. La cuenta regresiva de Bomba Estéreo marcaba que faltaban unos doce minutos probablemente, fue allí cuando se dedicaron a hacer una especie de aburrido cierre “espectacular” con solos de percusiones y luego de guitarras que a mí solo me hicieron sentir que perdían tiempo. Agradecieron al público, se despidieron y apagaron las luces yéndose cuando faltaban más de diez minutos para el final
Bastante ridículos, los colombianos regresaron después de unos tímidos aplausos que fueron antecedidos por el grito de un fanático descontento que dijo algo así como ¡REGRESEN, DEJEN DE PERDER EL TIEMPO QUE TODAVÍA LES FALTA! Y así fue, volvieron a aparecer bajo los reflectores y tocaron “Fuego”. Luego venía Juanes, pero qué hueva escucharlo así que mejor jalé rumbo a mi madriguera porque tenía trabajo en La Hora el sábado temprano.
Al día siguiente, esperé a Chuy en la redacción y juntos salimos de prisa para intentar no encontrar filas interminables camino al Empire Music Festival (EMF). Pobres ilusos nos llaman, pero bendito dios una hora y media después ya estábamos almorzando en la carpa de prensa del festival.
Pasaron frente a mí, sin pena ni gloria, Ojo de Buey, Siddhartha y Porter, que tocan bien, sí, pero no me llegan, no conecto con su espíritu anglo. La conferencia de Porter fue la guinda que marcó la pauta para distanciarme de una buena vez de este tipo de proyectos. La minihistoria va así: uno de los integrantes, no recuerdo quien, sin que nadie le preguntara nada salió con una frase más o menos así: lo bonito de esta época es que ya nadie es imprescindible. Aunque el contexto era musical, sobre los integrantes del grupo y el papel de cada uno, su idea me dejó un mal sabor.
Cabe destacar que de todos los grupos que vi durante el festival (unos diez aproximadamente) ninguno hizo la más mínima mención de la masacre del Infierno Seguro y las 40 víctimas de ese crimen de Estado.
Eso sí, alguien tenía que llegar alguien al rescate. El punto sobre las íes lo pusieron Andrea Echeverrí y Héctor Buitrago de Aterciopelados, quienes venían cargados de discursos que iban más allá de la música. Fueron quizá los únicos que tenían una postura política bien definida. Buitrago con un rollo ambientalista y vegetariano, Echeverrí con una onda feminista y en contra de la violencia.
Fue nutritivo escuchar la filosofía de la banda en la conferencia de prensa. Los Aterciopelados traían unos dibujos hechos por niñas colombianas como un homenaje a las niñas del “Hogar Seguro”, con ellos buscaban ponerle rostros y nombres a las víctimas de esta macabra tragedia.
Su presentación fue lo más de ahuevo que vi en el festival, una energía envidiable luego de más de 20 años de estar rifándosela, un discurso cargado de identidad, unión y orgullo latino. Acompañado de un atardecer de lujo y un set de canciones bien combinado que puso a bailar a quienes no estábamos muertos en vida todavía con nuevas versiones de sus grandes éxitos y otras rolas más de acá que ojalá hayan pegado fuerte en la consciencia de la muchedumbre.
El último requisito para salir con una sonrisa del EMF fue presenciar el funk tropicalón de Los Amigos Invisibles. Esta mara sí que es engasada para tocar, la prenden porque la prenden y quien no bailó es porque no quiere nada. Cuando llegaron a la sala de prensa me confesaron que les caía en los huevos Nicolás Maduro y se portaron generosamente con los colegas a la hora de las imágenes para el recuerdo.
Acordamos con Chuy el despegar temprano para caerle a una lasagña que Irinka preparó esa noche en su casa, así que no conocimos las colas de la salida, ni tampoco cómo suena Wiz Khalifa, a quien confieso jamás he escuchado en la vida, a lo lejos todavía vimos a Destiny’s Child mover las caderas. Chilero que en el EMF se metan otras corrientes musicales. Dios me los bendiga.
Salazar Ochoa (ciudad de Guatemala, 1985). Es editor del Suplemento Cultural del Diario La Hora, un tipo arrogante y sin escrúpulos. En el año 2020 tiene contemplado abandonar el país definitivamente.