Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Los trabajadores guatemaltecos en Estados Unidos tienen una desventaja enorme frente a los ciudadanos de otros países que viajan allá en situación irregular. Se trata de una población doblemente indocumentada, puesto que mientras los nativos de otras naciones disponen de facilidades consulares para obtener sus documentos de identidad, los guatemaltecos no pueden recibir ni DPI ni pasaporte porque vivimos en un país donde el Estado no atina a cumplir con sus obligaciones más elementales, y resulta que hasta aquí tenemos gente que tiene que vivir sin documentos por esa terrible lenidad que es el sello característico de nuestra institucionalidad.

Pero si fuera poca cosa mantener a casi 3 millones de compatriotas indocumentados, hay que decir que tenemos un servicio consular patético que no es realmente ayuda para toda esa gente que está nutriendo la economía del país al punto de que nuestra dependencia de las remesas se está volviendo crítica. Viendo la situación que se vive en Venezuela luego de la caída de los precios del petróleo, pienso que nuestros supermercados estarían igual de desabastecidos y las penurias aquí serían iguales a las de ese país si de pronto se cayera el envío de tales remesas que mes a mes nutren nuestra economía.

Los temores fundados, más fundados que los rumores de golpe de Estado que le llegan a nuestro pobre Presidente, afectan hoy en día a esa enorme cantidad de compatriotas que sienten la presión de las políticas contra los migrantes que emanan de la Casa Blanca y que han empoderado seriamente a los agentes de inmigración que no se distinguen precisamente por ser complacientes. Es mucha la gente que tiene miedo hasta de salir a la calle, sobre todo tomando en cuenta que el día en que sean capturados para deportación ni siquiera pueden probar su origen guatemalteco para esperar que sean enviados aquí.

Yo recibo todos los días una serie de mensajes con consejos e información para los guatemaltecos que trasladamos a la comunidad que vive en Estados Unidos. Un consultor, Fernando Castro, se mantiene al día de los diferentes tópicos y cumple con recopilar todo lo que nuestros compatriotas deben saber para enfrentar estos tiempos tan difíciles. Pero esa labor debiera ser la que desarrolla nuestra Cancillería y hasta la famosa Conamigua, es decir el Consejo Nacional de Atención al Migrante Guatemalteco, que se convirtió en reducto de la corrupción porque, para variar, los diputados la usaron para beneficios personales y amiguismos que se vuelven criminales cuando perjudican a tanta gente.

Ni siquiera porque ahora los migrantes podrán votar desde Estados Unidos se interesan los políticos en atender sus necesidades. Confían en que, como siempre, cuando se acerquen las elecciones bastará con ir a babosearlos, como se hace con nuestra población aquí en el país, para que den su voto a favor de los que son culpables de ese abandono que obliga a tanta gente a buscar en la migración su única esperanza. Da pena, pero también cólera y vergüenza, saber que el país depende de las remesas y que ni siquiera por eso le pongamos atención al drama que sufre tanta gente. Porque esperar que se le ponga atención por pura solidaridad es una utopía en esta sociedad.

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