Eduardo Blandón

Cuenta la leyenda que el ciudadano más peligroso de Norteamérica y quizá del mundo, un tal Donald Trump, dijo la semana pasada que “París ya no es París”.  Que su amigo imaginario, Jim, le aseguró que su visita anual a la ciudad de las luces la ha suspendido por el peligro de tantos “bad hombres” inmigrantes.  De esa cuenta, con el dolor de su alma, ha preferido quedarse en los Estados Unidos, presuntamente quizá por ser un país mucho más seguro que aquella metrópoli europea.

Cierto, “París ya no es París”. Como nosotros ya no somos quienes solíamos ser. Lejos quedaron los días en que, o competíamos en inocencia con Santa Teresita del Niño Jesús o practicábamos el gamberrismo como jóvenes disolutos y libertinos. Hemos cambiado tanto como los Estados Unidos que no se explica cómo llegó la bestia a ser Presidente de ese país inmenso.

Jim es un genio y su afirmación lo pone al nivel de Heráclito (para decir lo menos): el ser es cambiante, mutable, en devenir constante.  Como los conversos que “ya no son lo mismo”, semejante al santo a quien se le caen las escamas de los ojos para ver.  Igual a Trump cuya intuición intelectual le hizo decir que “París ya no es París”, aunque él sí sea paradójicamente (quizá la excepción que confirme la regla), el mismo arrogante de siempre.

Un momento. ¿De verdad es posible un cambio tan radical en las cosas?  ¿París, realmente, ya no es París?  Jim es un pilluelo.  En primer lugar, porque a pesar de los acontecimientos trágicos parisinos que ya conocemos, la tasa de criminalidad en ese país galo es muy inferior a los Estados Unidos:  1,1 y 4,2 homicidios por cada 100,000 habitantes, según datos de la ONU.  Luego, porque aunque las visitas bajaron tras los atentados de 2015, sus mismos compatriotas empiezan a llegar masivamente.  Según el Instituto Francés de Estadística y Estudios Económicos (INSEE), los estadounidenses siguen encabezando la lista de llegadas hoteleras a la ciudad.

En consecuencia, hay elementos para pensar que, como París, el gamberro fraguado por la vida, no deja de ser tan pícaro como quizá lo fue alguna vez.  Aunque, hay que decirlo, en el caso de sujetos como Trump, la insensatez lejos de disminuir, aumenta.  Por ello pienso que Trump es Jim, Putin y muchos mozalbetes más, solo que ahora con mucho poder.

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