Juan Francisco Reyes López
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En los primeros 15 días de mandato, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con sus manifestaciones a través de la red de twitter y sus comunicaciones telefónicas con importantísimos jefes de Estado, así como con disposiciones sobre migrantes provenientes de siete países del Medio Oriente y sus pretensiones relacionadas a su gran vecino del sur: México, ha creado tantas animadversiones como ningún otro Presidente en la historia de la unión norteamericana.
Decir que es un elefante en una cristalería se ha quedado corto, es un animal prehistórico, de la época de los dinosaurios, que no comprende que una cosa son sus opiniones personales y otra los criterios y acciones que el Presidente de los Estados Unidos debe tener; tanto en sus relaciones internacionales como en sus relaciones internas o nacionales.
A los mismos miembros de su Gabinete recién nombrado les es difícil explicar, mucho menos justificar, cómo puede actuar o decir las cosas que dice. Un ejemplo, entre otros, es la conversación telefónica que sostuvo con el primer ministro de Australia en la que dijo que la comunicación había sido la menos positiva y menos adecuada de las que ese día había tenido con otros mandatarios a nivel mundial.
El mundo tan integrado, tan comunicado en el que vivimos no permite que un ser humano pueda equivocarse o ser de tan inadecuado criterio, si eso es con cualquier persona ni mencionemos como eso se multiplica cuando se le aplica al Presidente del país que más intereses tiene comparativamente en el mundo.
A ese paso el aislamiento que se va a producir en contra de Estados Unidos será el más grande de su historia, por cuanto obligatoriamente los países y los gobiernos de los mismos se verán obligados a crear frentes que impidan o contradigan los criterios que el presidente Donald Trump pretende imponer a un mundo civilizado, donde todos dependemos, los unos de los otros, en mayor o menor grado.
Guatemala y el denominado triángulo norte que integran Honduras, El Salvador y nuestro país, desde ya deben hacer que sus cancillerías se reúnan y con la asesoría adecuada establezcan una política en sus embajadas y consulados existentes en Estados Unidos para defender de forma intensa a los nacionales que estén temporal o permanentemente residiendo en Estados Unidos.
Esa tiene que ser la principal tarea de todo el cuerpo diplomático, embajadores, cónsules y funcionarios establecidos en el país del norte, tarea que no es fácil pero que es súper urgente.
El plan debe ser integral, empezando por no permitir que se deporten sin mayor trámite uno o dos aviones diarios, cada consulado debe de hacer un examen exhaustivo, eficiente y si se quiere complicado para que cada uno de los ciudadanos guatemaltecos no se les deporte sin llenar a máximo los requisitos que demuestren su origen.
También debe de velar porque a cualquier persona que se le desee deportar se le permita traer con él la totalidad del patrimonio que tenga en Estados Unidos, su ropa, menaje, activos de todo tipo, salvaguardando así la propiedad que legítimamente les corresponde.
En síntesis, el que a hierro mata a hierro muere y ojo por ojo tiene que ser nuestra actitud para contrarrestar la arbitrariedad y el criterio del presidente Donald Trump.
¡Guatemala es Primero!