Por Brenda Monzón

Llegaron los años ochenta y con ellos también una crisis que agudizó la escasez de trabajo en Guatemala. Mi papá se quedó sin un lugar donde vivir en la capital porque ya no le alcanzaba para pagar. Ahora no recuerdo el nombre de la persona que le permitió vivir en un espacio dentro de la Casa de la Cultura Flavio Herrera, ubicada en la Calle Mariscal de la zona 11.

_CUL2_1Aquella casa marcó mi infancia, se trataba de un lugar hermoso, lleno de arte y cultura. Imagino que José Ernesto Monzón se sentía muy cómodo allí, quizá porque lo unía a ella un lazo muy fuerte, la Universidad de San Carlos de Guatemala; el lugar estaba lleno de muebles «viejos» que para mí constituían otro mundo.

Mi mamá nos llevaba a mi hermano Sandino y a mí (que por entonces rondaría los 10 años) a visitarlo. Recuerdo bien cuando después de regresar de la «U», él se ponía a jugar con nosotros, tenía una energía impresionante, una vez se brincó la malla, siguiéndonos el juego para no ir a dar la vuelta y salir de la casa, él ya tendría más de 65 años y jugaba como niño, gateaba y brincaba sin dificultades. Lo pienso ahora y son momentos realmente especiales los que la vida me regaló con ese magnífico hombre.

En esos años mi papá mantenía una actividad muy intensa en la Huelga de Todos los Dolores. Al poco tiempo, se trasladó a un apartamentito (que aún está pintado de color verde) en la colonia Santa Elisa, zona 12, muy cerca de la Ciudad Universitaria. En esos días ingresó al Sub Honorable Comité De Huelga De Derecho y no olvido que un par de veces lo acompañé a leer los boletines. José Ernesto Monzón también redactaba décimas para el «No nos tientes» (periódico huelguero por excelencia) como las dedicadas a los Militares, a Serrano Elías, y demás políticos infames.

Otro de sus deleites era preparar a los candidatos a Reyes Feos, como a «Cachía I», de medicina. Fueron muchas sesiones en las que mi papá instruyó al aspirante a la corona del Rey Feato. Los muchachos de la huelga lo querían mucho; se reunía continuamente con sus grandes amigos huelgueros: El Caldo Alfaro, El Sordo Barnoya y Lencho Patas Planas en el «Portalito» del Pasaje Rubio, que todavía conserva una foto que inmortaliza uno de esos momentos.

Imagino que José Ernesto Monzón se sentía muy cómodo allí, quizá porque lo unía a ella un lazo muy fuerte, la Universidad de San Carlos de Guatemala; el lugar estaba lleno de muebles «viejos» que para mí constituían otro mundo.

Recapitulo la Huelga de Dolores de 1985: mi papá y sus amigos encabezando la fiesta, mientras los estudiantes les gritaban «¡Momias, momias!», a lo que ellos respondían «¡Fetos, fetos!».

En 1991 lo invitaron a participar como jurado calificador en la Velada del Rey Feo. Hubo una ovación de pie cuando ingresó al recinto, lo llamaron al escenario y cuando subió, un muchacho le grita «callate viejito loco, anoche te vimos en el Gusano» (bar del que hablé en la primera entrega) y mi papá como tenía las palabras en la punta de la lengua le soltó de inmediato: es cierto vos, allí estaba yo con tu mamá y tu hermana… a lo que la muchedumbre estalló en sonoras carcajadas que llenaron la plaza al aire libre.

En la casa que tenemos en Huehuetenango se veían desfilar estudiantinas que mi papá llevaba para cantar en las serenatas del Miércoles Santo y del 31 de octubre, los muchachos empezaban a cantar a eso de las diez de la noche y terminaban al siguiente día después del mediodía, ya que los llamaban de todos lados para cantar y les pagaban con comida y/o «guaro».

Durante esas andanzas mi papá contaba muchas anécdotas que le había tocado vivir en La Huelga, como la vez en que durante los años setenta, los militares coparon el Paraninfo Universitario desde horas de la noche (creo que fue en la época de Fernando Romeo Lucas García) todo el edificio para impedir que salieran a repartir el «No nos tientes», porque los estudiantes habían escrito críticas fuertes contra el Gobierno… contaba mi papá que él estaba adentro del Paraninfo, allí estaba estacionada su moto Suzuki, se puso su traje de motorista, y pidió que enrollaran varios periódicos y se los pegaran al cuerpo, se subió a la moto y cual robot salió del edificio, hizo eso por lo menos unas ocho veces frente a las narices del ejército, ellos ni en cuenta que él andaba repartiendo los periódicos, a las pocas horas la sorpresa: ¿Cómo había sido sucedido? ¡La gente estaba leyendo el No nos tientes! ¿Pero… si nadie lo podía sacar del Paraninfo? Jajajá mi papá nos hacía sentir adrenalina cada vez que contaba alguna de sus peripecias.

Continuará…


Brenda Zacnicté Monzón (ciudad de Guatemala, 1976). Es escritora, promotora y periodista cultural.

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