Marco Tulio Trejo Paiz

Y es que vengo rumiando soledad desde que un 29 de noviembre de 2008 falleció mi querida e inolvidable esposa Consuelo González Guzmán (de Trejo).

Me han causado alguna emoción de tristeza los conceptos reproducidos por la doctora Morales Modenesi, escritos por el doctor en psicología de la Universidad de Chicago, John Cacioppo, que realizó un trabajo de investigación en el que concluye que sentir soledad extrema puede aumentar hasta en un 14% las posibilidades de muerte prematura en específico de una persona de edad mayor.

En los dos o tres meses subsiguientes a la partida hacia la eternidad de mi compañera de hogar sentí plena soledad, a pesar de que en el segundo nivel de la casa viven mi hija Astrid María Trejo González, su esposo y dos niñas, y yo íngrimamente en el apartamento del primer nivel. Años más tarde me ha acompañado un fiel amigo que, inseparable como mi sombra, me avisa cualquier ruido con sus ladridos, y yo siempre estoy preparado para lo que sea…

Así comenzó mi vía crucis. Una persona que me visitó durante mis grises días de trajinar en este mundo, me notó muy decaído y, recordando las viriles palabras de una canción argentina, ya casi olvidada, me suscitó aliento diciéndome: ¡Fuerza canejo, sufra, no llore, un hombre macho no debe llorar! En realidad, me reanimé. ¡Adiós, melancolía!…
La crisis emocional que sufría comenzó a degradarse; entonces me dediqué horas enteras a teclear la computadora para enviar a parientes y amigos radicados en el exterior y en el regazo de la patria; también releí desde el Alfa hasta la Omega la sagrada Biblia y, por lo regular, lo hice analíticamente para digerir en lo posible la Ley de Dios (los diez mandamientos), de los cuales sólo unos cumplimos por muy de cristianos que nos preciemos.

A muchos jubilados del Estado y de entes privados los entristece profundamente la soledad, y todo porque no encaran los golpes morales y espirituales leyendo obras serias, no pornográficas ni otras nocivas, sino viendo buenos programas de televisión, escuchando la radio local y de otras latitudes, cultivando amistades, movilizándose en vehículos propios y de uso colectivo para ir olvidando las tristezas y las preocupaciones que nunca faltan, sobre todo en lo económico hoy que Guatemala está siendo afectada por serios problemas casi irresolubles como los nudos gordianos…
¡Vivamos la soledad alegre, resignada e inteligentemente; ¡no como anacoretas! Yo debo felicitarme porque mis funciones orgánicas son normales!

Artículo anteriorCoyotes, detrás de millonario tráfico de migrantes
Artículo siguientePosturas extremadamente ridículas