Por E. EDUARDO CASTILLO y CHRISTOPHER SHERMAN,
TECÚN UMÁN, Guatemala (AP)

Vestido con bermudas y sandalias parecía él mismo un migrante, pero el hombre habló como un empresario mientras describió cómo enviaba decenas de miles de dólares en carga humana desde los barrios pobres de Honduras y las montañas de Guatemala hacia ciudades alrededor de Estados Unidos.

«Es negocio», dijo el hombre de bigote no muy poblado y algunas canas en su cabello negro, que habló con un reportero con la condición de mantener su identidad en el anonimato. «A veces va muy bien».

Ante el dramático incremento en el número de menores detenidos en Estados Unidos en los meses recientes, parece que el negocio del tráfico de migrantes, en particular de Centroamérica, está en auge. La vasta mayoría de migrantes que entran al país del norte sin la documentación apropiada lo hacen con la ayuda de redes de coyotes, como se les conoce a los traficantes.

Es un negocio de alto riesgo y frecuentemente con importantes rendimientos que genera unos 6.600 millones de dólares al año a traficantes a lo largo de las rutas que llevan a Estados Unidos, según un reporte de 2010 de las Naciones Unidas. Los migrantes llegan a pagar de 5.000 a 10.000 dólares por persona para realizar el viaje a lo largo de miles de kilómetros, bajo el cuidado de las redes de tráfico que sobornan autoridades, pandillas que operan en las vías de trenes y a carteles de las drogas que controlan las rutas hacia el norte.

La ganancia exacta es difícil de calcular.

«Estamos hablando de un mercado en donde reina el caos», dijo Rodolfo Casillas, un experto en migración y el tráfico de personas de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en México.

Sin embargo, otro experto consideró que la ganancia puede oscilar entre 3.500 y 4.000 dólares si el viaje transcurre como fue planeado. Las redes de tráfico mueven de docenas hasta cientos de migrantes a la vez.

El incremento que hace unos meses reportó el gobierno de Estados Unidos de los menores migrantes no acompañados y las mujeres con niños que migran desde Centroamérica, ha puesto de nuevo la atención en un negocio que por décadas se ha dedico a mover miles y miles de migrantes al año.

Más de 57.000 menores no acompañados, en su gran mayoría de Guatemala, El Salvador y Honduras, han sido detenidos en la frontera sur de Estados Unidos de octubre a junio, según la Patrulla Fronteriza. Eso es más del doble que en el mismo periodo del año anterior.

Los traficantes se han beneficiado de la creciente violencia en ciudades centroamericanas plagadas de pandillas, además del anhelo de reunificación de las familias. Los padres con frecuencia viajan al norte en busca de trabajo y ahorrar dinero para mandar traer a sus hijos, a veces años después de haber llegado a Estados Unidos.

Muchos niños y adolescentes que viajaron recientemente a Estados Unidos dijeron que lo hicieron después de escuchar que les permitirían quedarse. El gobierno estadounidense suele entregar a los menores a padres o familiares en ese país mientras sus casos son atendidos en cortes migratorias, en procesos que pueden durar años.

Esa realidad dio pie a que crecieran rumores de una nueva ley o amnistía migratoria para los niños.

Algunos dicen que los coyotes ayudaron a divulgar esos rumores para fomentar nuevos negocios después de una gran caída de la ola migratoria de mexicanos a Estados Unidos. El arresto de migrantes en la frontera suroeste estadounidense ha caído de poco más de un millón de dólares al año, hace una década, a 415.000 en 2013.

Defensores de los derechos de los migrantes en Estados Unidos dicen que han visto más niños que huyen no sólo del reclutamiento de las pandillas y la violencia al azar, sino porque ellos mismos ya han sido blanco de ataques.

«Nos enfrentamos a víctimas de tortura en el Congo y algunos de esos niños tienen historias similares», dijo Judy London, un abogado del Public Counsel’s Immigrants’ Rights Project en Los Ángeles. «(De) secuestros cuando van de la escuela a casa, retenidos por un rescate, violencia sexual. No habíamos visto antes este número de niñas».

Debido a eso, algunos traficantes dicen que ellos están en el negocio también para ayudar.

«Lo más importante es ayudarle a esta gente», dijo otro coyote en Ixtepec, Oaxaca, un poblado mexicano donde muchos migrantes abordan un tren conocido como La Bestia, en su camino hacia el norte.

El traficante pidió ser identificado como Antonio Martínez, un nombre que usa como seudónimo y que aseguró haber utilizado años atrás cuando por primera vez estuvo en la cárcel.

Usaba tenis Nike, pantalón de mezclilla y una camisa de vestir azul Oxford bien planchada con los dos últimos botones del cuello sin abrochar y que permiten ver el cabello, la cruz de espinas y parte del rostro de Jesucristo tatuado en el lado izquierdo de su pecho. Dijo que pasó 12 años como preso en Estados Unidos por posesión de drogas y que se convirtió al cristianismo.

«Es esencial el coyote», dijo Martínez, de 40 años. «Si no tienes una brújula te puedes perder».

Martínez parece ser un coyote independiente. Dijo que cobra 2.500 dólares por el viaje desde la frontera de Guatemala a la frontera de Estados Unidos, que da a los migrantes centroamericanos documentos de identidad mexicanos falsos y que les hace que se aprendan por lo menos la primera estrofa del himno nacional de México.

«‘Apréndete que eres mexicano’ les digo», comentó. «Ya no eres guatemalteca. Aquí ya no es ‘patojo’ (niño), puro ‘chamaco’, son ‘chamacos»’, añadió a manera de ejemplo.

Pero muchos traficantes cobran mucho más. Los precios se han incrementado en años recientes para compensar la caída en el negocio del tráfico de mexicanos y para contrarrestar los «impuestos» que deben pagar a carteles de las drogas por mover personas a través de sus territorios.

El traficante en la frontera de Guatemala, que habló con The Associated Press después de que un intermediario negoció el lugar y momento, dijo que cobra 10.000 dólares por persona desde Centroamérica y que eso cubre todo desde hoteles hasta pagos en trenes, sobornos a autoridades y cuotas a carteles. Pero en ocasiones, dijo, un grupo del narcotráfico puede exigir tanto como 5.000 dólares extras bajo el riesgo de enfrentar la muerte.

«Hay que andar con cuidado por Los Zetas», dijo sobre lo que pueden hacer con los migrantes. «Esos los descuartizan y luego hasta los graban».

El hombre habló en todo momento en tercera persona, como si contara lo que alguien más hacía. Dijo que un traficante se viste para mezclarse con los 10 o 15 migrantes que puede llevar cada semana. Como muchos coyotes, él mismo primero fue a Estados Unidos como migrante, donde trabajó como cocinero y aprendió algo de inglés.

Casillas, el experto en migración, dijo que el negocio del tráfico de personas es una estructura corporativa compleja. Los guías en la frontera, dijo, suelen trabajar para líderes que operan a distancia. Comentó que sabe de un traficante salvadoreño que opera desde Texas.

«Es una cadena delictiva que tiene dos segmentos: el segmento invisible, es decir, que no necesita tener exposición pública, sino que se dedica a la administración, a la organización, a la tesorería», dijo Casillas. «Esos no ven a los migrantes necesariamente». Añadió que los guías en el terreno no necesariamente conocen para quien trabajan.

Los grandes jefes rara vez son detenidos. En Estados Unidos autoridades federales a lo largo de la frontera parecen realizar casos contra traficantes de personas cada semana, pero los objetivos son sobre todo conductores y operadores de casas de seguridad.

Los coyotes buscan a sus clientes en redes sociales, por amigos, familiares o referencias de clientes anteriores. A los que van hacia Texas les cobran la mitad del precio por adelantado, reciben otra cantidad en el camino a través de depósitos bancarios o transferencias y obtienen el pago final al momento en que llegan a su destino.

Los que van hacia California pueden dar todo hasta que están allá.

Muchos traficantes inician utilizan las rutas de La Bestia, como se conoce a los trenes de carga a los que se suben desde el estado sureño de Chiapas rumbo a la ciudad de México y de ahí escogen alguna de las tres principales rutas para el norte: a Reynosa, en Tamaulipas; Ciudad Juárez, en Chihuahua, o el que cruza el desierto de Sonora y se extiende hasta las afueras de Mexicali.

La mayoría opta por Tamaulipas, la ruta más corta, pero también la más peligrosa por la presencia de carteles de las drogas que han hecho a migrantes blanco de sus ataques. El número de familias y menores no acompañados arrestados por la Patrulla Fronteriza en el valle del Río Grande, que hace frontera con ese estado mexicano, se incrementó en un 500% en los primeros nueve meses del año fiscal actual comparado con el mismo periodo anterior.

Los carteles del Golfo y Los Zetas controlan franjas de la frontera mexicana y cobran impuestos por todo lo que pasa por ahí: personas, drogas, armas y mercancía. Los migrantes permanecen en casas de seguridad mientras esperan permiso de esos grupos, que sólo les permiten cruzar hacia Estados Unidos ciertos días de la semana para distraer a las autoridades de cargamentos de drogas, armas y dinero.

Rafael Cárdenas Vela, sobrino del ex líder del cartel del Golfo, Osiel Cárdenas, dio detalles durante un juicio en 2012 contra otro miembro de ese grupo del narcotráfico.

Cuando Cárdenas Vela era responsable de la «plaza» del río Bravo (río Grande en Estados Unidos) para el cartel entre 2009 y 2011, solicitaba entre 250 y 300 dólares por cada migrante mexicano; de 500 a 700 dólares por un centroamericano, y unos 1.500 dólares por alguien de Europa o Asia, según su propio testimonio.

Además, tenía una tarifa fija de 10% que los traficantes debían pagar para permitirles trabajar en la zona.

«La gente tiene que ver a los carteles como crimen organizado», dijo Janice Ayala, agente especial de la Oficina de Inmigración y Aduanas a cargo de las operaciones en San Antonio. «Donde se pueda obtener un dólar ellos quieren una parte de ese dólar».

A diferencia de las organizaciones del narcotráfico que mantienen un control estricto de sus cargamentos, las organizaciones de traficantes de personas son mucho más flexibles y dispuestas a trabajar con otros grupos para mantener el negocio de mover migrantes, dijo Ayala. Son más como contratistas independientes que pueden especializarse en un segmento del viaje, sea a través de México, a lo largo de la frontera de México con Texas, en casas de seguridad o en traslados dentro de Estados Unidos.

Todos los que ayudan a lo largo del viaje reciben un pago, que suele ser fijo y está incluido en el costo determinado previamente por la red de tráfico.

Adolescentes mexicanos con frecuencia trabajan como vigilantes pero también guías que cruzan migrantes por el Río Bravo que divide México y Estados Unidos. Por su edad, si son detenidos sólo son enviados de vuelta y no son procesados por violación a la ley migratoria.

Un funcionario del gobierno mexicano que monitorea la migración ilegal pero que no estaba autorizado a comentar sobre el tema públicamente, dijo que los menores que actúan como guías pueden hacer hasta 100 dólares por migrante.

Una joven estadounidense que vivía en el sur de Texas dijo a las autoridades después de ser arrestada que le iban a pagar 150 dólares por cada migrante que recogiera cerca del río Bravo y lo llevara en auto a una casa de seguridad. Ella recibiría 200 dólares si el viaje era hasta Houston, dijo el funcionario mexicano.

Las personas que alimentan y cuidan a los migrantes en casas de seguridad en Estados Unidos suelen estar ahí también sin documentos y reciben un pago. En otros casos, un estadounidense puede recibir 20 dólares por cada migrante y por día.

«Es como una pequeña cadena en la que todos ganan», dijo el funcionario mexicano.

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