Ayer el aún presidente del Congreso, Mario Taracena, dijo que el Congreso de la República estaba lleno de “narcos”, que la DEA (en referencia a la agencia antidrogas de Estados Unidos) tenía una lista con los nombres e hizo referencia a que esos “gorilas” lo podían matar en cualquier momento si era que él denunciaba como es debido tal extremo.

Mario Taracena ha sido durante más de 30 años parte de una penosa clase política guatemalteca y ha estado dentro de suficientes partidos como para afirmar que ha tenido compañeros vinculados a los más sucios negocios, al crimen organizado y a las estructuras de poder paralelo que administran la corrupción estatal y eso es sabido por la misma sociedad que, igual que Taracena, parece haberse acostumbrado a permitir la participación de dichas lacras en el ejercicio del poder.

Pero lo más preocupante es que pareciera que la alianza con tipos de tal calaña es válida siempre y cuando sea para obtener fines muy particulares. Cuando de contar votos se trata, igual si es para presidir el Legislativo, para pasar leyes con dedicatoria o para repartirse el botín de la plata del erario, prácticamente todos los sectores de poder están dispuestos a aceptar el voto de los despreciables de los que se habla ahora.

Entonces claro que tenemos que empezar a depurar el Congreso como se ha pedido insistentemente. Pero también tenemos que depurarnos como sociedad en los métodos que han permitido siempre parar en el mismo chiquero.

Porque mientras no establezcamos parámetros nuevos para fiscalizar el ejercicio del poder por medio de representantes por lo menos con un sentimiento de responsabilidad con sus electores e identificación con una agenda de país, terminaremos teniendo la banda de 158 que hoy por hoy legisla en nombre de los ciudadanos, pero cuidando los intereses de las mafias.

Y el ejemplo de lo que decimos lo ha dado el mismo Organismo Ejecutivo y Jimmy Morales que para poder pasar sus negocios, como aquel TCQ en el que se “enjabonó” con 30 millones de dólares a quienes impulsaron el negocio, se han aliado con lo más pobre e indigno que hay en el Legislativo.

¿Qué ciudadano estaría dispuesto a encargar el cuidado de sus hijos a un diputado? Lamentablemente, el futuro de muchas generaciones está en manos de ellos y pareciera que no reaccionamos.

Así que la depuración que debe pasar por los sectores de poder, del que no queremos dejar de lado a la prensa, podría empezar por ese Congreso y en general los políticos que tan fácil nos la están poniendo para generar los anticuerpos necesarios para manifestarles el desprecio que se merecen.

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