Estuardo Gamalero

«Normalmente sólo vemos lo que queremos ver; tanto es así, que a veces lo vemos donde no está.»
Eric Hoffer

En mi última columna de 2016 aprovecho para agradecer el espacio y respeto que este diario, sus directores y equipo de trabajo, me han brindado.

Al término de cada año, es una tradición hacer un recuento de metas alcanzadas, nuevos propósitos y lo más importante: de agradecimiento a Dios por las bendiciones que tuvimos pese a aquellas pruebas y dolores que enfrentamos. En cuestión de minutos repasamos lágrimas y sonrisas, anotamos recuerdos, nos tomamos uno, dos o más tragos y apartamos nuestras doce uvas en solemnidad de los planes venideros.

Para responder la pregunta del título y visualizar el escenario de la Guatemala que queremos, es importante anteponer otra pregunta: ¿qué clase de guatemaltecos somos?

Pude escribir persona, pero preferí «guatemalteco», pues incluye el vínculo con nuestro país y su gente.

Para tener una mejor Guatemala, debemos ser mejores guatemaltecos. La cosa no funciona al revés, es decir: Exijo una mejor Guatemala y después seré un mejor chapín.

Con el respeto de quienes difieran de mi punto de vista, considero un error (por no decir hipocresía): hablar de una «cultura de paz», de «prosperidad», de «seguridad y justicia», si las acciones y los hechos, se ven definidos por «el resentimiento y la venganza de un conflicto armado que se traslada y manipula en los tribunales de justicia». O bien, planes maquiavélicos que alimentan la conflictividad social, ahuyentando inversiones y destruyendo oportunidades de trabajo.

También es una ironía hablar del fortalecimiento del estado de Derecho, si a través de la legalidad se manipula la institucionalidad.

Si queremos un mejor país, el cambio empieza por uno mismo. Cada quien conoce los aspectos de su vida en los que puede mejorar. Por ejemplo: no abusar de la autoridad que confiere un cargo; no traicionar la confianza que depositan los empleados, los socios, la familia e incluso la población, según sea el caso. Si no mejoramos o corregimos las cosas obvias y elementales, ¿En qué cabeza cabe, que podemos componer las más grandes y complejas?

Si usted es político, militar, exguerrillero, diplomático, burócrata, empresario, trabajador, nacional, extranjero, juez, investigador, cura, pastor, periodista, abogado, emprendedor, médico, ama de casa, cuchubalera, colaborador eficaz o cantante: simplemente actúe bien y no sea un sinvergüenza. No sea mentiroso (a), ladrón (a), ni traicionero (a).

Procure que lo dice con la boca se vea reflejado en acciones y sus resultados.

Trate a los demás como quiere que lo traten a usted. No pretenda ganarse el respeto por el hecho de tener dinero o andar en carro blindado. De la misma forma, no muerda la mano de quien le genera a este país trabajo honesto. Deje de victimizarse y actuar como un impedido, atrapado en el pasado que ya pasó y por cierto, imposible que dé marcha atrás.

Muchas veces, el obstáculo es el mismo para todos, pero no todos tenemos las mismas capacidades para enfrentarlo. La sensibilidad social nos permite generar empatía y ello debería ser suficiente para comprender que no todas las personas gozan de las mismas oportunidades.

Ser mejor persona, no es algo subjetivo. Lo excelente debe ser enemigo de lo bueno. Los guatemaltecos no podemos permanecer sumidos en el conformismo y en la creencia que el Chapulín Colorado es el encargado de resolver nuestros problemas.

Estas notas empiezan con la pregunta ¿Qué Guatemala queremos? Y mencionamos que para ello es imprescindible cuestionar ¿Qué tipo de guatemaltecos somos?

Si no podemos diseñar y construir, ¿qué mamarrachada de país espera que tengamos?

La siguiente reflexión es: ¿Qué dirección llevamos y qué país tendremos, si continuamos repitiendo los mismos errores del pasado?

El próximo año, puede ser de muchas oportunidades, pero ante el escenario vigente, anticipa ser un año de grandes presiones políticas en el ámbito nacional y pleitos a nivel de titanes en el ambiente internacional. Las condiciones para el empresariado, la gobernabilidad, la seguridad jurídica y el crecimiento laboral, están empantanados en un ambiente de «necedad moderna» y falta de confianza que provoca miedo.

En 2017 debemos tener los ojos muy abiertos, para saber diferenciar una agenda sustentada y de cambios positivos para Guatemala, con la palabrería oficiosa de los demagogos que tergiversan el pasado con la realidad de los hechos, y para colmo de males, alimentan entre los necesitados, la creencia de que el Estado tiene la obligación de compensarles o proveerles todo a cambio de nada.

Cada uno de nosotros debe reflexionar y con humildad reconocer en qué podemos mejorar o de qué forma podemos hacer algo positivo por nuestro país. Por supuesto, siempre recordando que la familia es la base de la sociedad y que la caridad y el respeto empiezan en casa.

A quienes se tomaron el tiempo de leerme, muchas gracias por su interés y el respeto que me demostraron, incluso cuando los puntos de vista y las percepciones fueron distintas.

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