Por Andrés Ruiz

“Huele a tierra mojada y a flores” eso fue lo primero que supe sobre Lupe. Camilo llevaba algunas semanas de conocerla y habían empezado a verse. Nunca había visto a Camilo así en casi 15 años de conocerlo, se quedaba dormido en cualquier parte y en las noches salía a ver la luna y seguramente a pensar en ella. Camilo más que a flores olía a cigarrillo mezclado con algún perfume de esos que se anuncian en la tele para vender toda una experiencia sensitiva a través de la imagen de personas con un índice de grasa corporal demasiado bajo para su propia salud. Antes de conocerla él había sido aficionado a la poesía, pero ahora había alcanzado otra dimensión pues ya no solo la leía sino que empezó a escribirla y a recitar en público, parecía susurrarle al viento esperando que sus versos le llegaran a ella. Alguno de aquellos debe haberle alcanzado. Lupe no es tan fácil de encontrar porque no tiene celular y no usa demasiado las redes sociales, pero conforme los meses fueron pasando se hizo evidente para ambos que ella siempre aparecía donde hubieran flores. Era común que ella interrumpiera la conversación para saludarlas o que sostuviera conversaciones con ellas. Muchas veces la encontré fumando en el comedor en silencio y, aunque nunca me he atrevido a preguntarle, parecía que las flores le contaban sus penas y ella a cambio de su perfume hacia lo que podía para ayudarlas. Esta teoría es original de Camilo y cuando me la contó no pude preguntarle nada como el no pudo preguntarle nada a ella cuando reapareció después de tres semanas con el pelo algo enmarañado y la espalda quemada por el sol. Le dijo que una de las flores del jardín le pidió que fuera al rescate de una pariente lejana que nació prisionera y sólo era alimentada para luego ser muerta y vendida. La Pascua con la que apareció en las manos ese día fue la pionera de la invasión vegetal a la casa. Su afición por el rescate de plantas y por el cultivo de alimentos junto con una fertilidad inusual en la tierra, fue desplazando el olor a gato y el tono opaco de la casa por olor a flores y un tono verdoso que se expandía por el reflejo del sol en las hojas, principalmente entre las cuatro y las seis de la tarde. Por mi parte, era el testigo de su historia de amor aunque debo admitir que me siento también parte de ella. La primera vez que la escuche tener un orgasmo no sabía si cantaba o reía. Camilo le pedía un poco de pudor, pero ella insistía en que él no comprendía la vida todavía. Poco a poco Camilo fue aprendiendo a cantar sus propias alegrías y yo fui aprendiendo a alegrarme por ellos cuando los escuchaba. Lupe era una nudista frustrada a su pesar y se contentaba con limitar el uso de prendas a lo indispensable. Por ahí andaban los dos semidesnudos y descalzos lamiéndose las coyunturas y chupándose los dedos mientras preparaban el desayuno. Mientras tanto yo disfrutaba de comida hecha con amor y avanzaba eficazmente en mi trabajo de graduación.

De la misma forma en que generalmente llegaban visitas llegó aquel día el periódico: “El Presidente disuelve oficina de asuntos ambientales, se sospecha que busca beneficiar a industrias extractivas”. Como una seguidilla de maldiciones el periódico siguió llegando: “Inician construcción de una mega carretera privada a través de reserva natural” “Ministro de Energía y Minas inaugura junto a inversionistas extranjeros un nuevo proyecto hidroeléctrico que generará empleos y traerá desarrollo al país” “Corte de Constitucionalidad desconoce consultas comunitarias”, “Policía viola suspensión de proyecto minero”, entre otros. Las lluvias no llegaron ese año y Lupe trabajó a doble turno. Entraba y salía con plantas de todo tipo y las iba amontonando en el pasillo o donde cupieran. Se la pasaba regándolas e inventando fórmulas de composta para fortalecerlas, les daba su propia sangre de beber y les cantaba canciones de amor mientras contenía las lágrimas. A pesar de sus esfuerzos las plantas que llevaba seguían muriendo. Los ojos se le hicieron fuentes y ya no volví a escucharla cantar y reír en la cama. Cuando Camilo volvía a casa la encontraba en el jardín dormida o desmayada, tras persuadir sus protestas la tomaba en brazos y la llevaba a la cama donde se desnudaban para acurrucarse hasta que ella se quedaba dormida aun sollozando. Cuando ya no la escuchaba salía al pasillo para fumar con Camilo y hablábamos sobre ella. Estábamos preocupados, pero ninguno de los dos sabíamos qué hacer. Si hubiera sido alguien más, le hubiéramos preguntado a la misma Lupe cómo proceder, pero ella ya solo decía que la dejáramos hacer lo que quisiera y se molestaba cuando señalábamos sus cambios y terminaba llorando. Recuerdo que las cosas llegaron a un punto crítico cuando la lluvia se dilató en llegar un mes más. Esperábamos que las primeras lluvias revivieran el jardín y con eso Lupe se sintiera mejor, pero ese tiempo fue suficiente para que todas murieran y solo le quedara salir a la calle a buscar flores para besarlas y llorar con ellas. Después de que nos habíamos acostumbrado a verla llegar cuando empezábamos a extrañarla, había que recorrer cuadras durante horas para encontrarla llorando junto a alguna hierbita aplastada por los transeúntes.

La primera vez que la encontramos así supimos que habíamos dejado pasar mucho tiempo, teníamos que hacer algo. Cuando regresamos y Camilo la metió a la cama nos encontramos para fumar otra vez. Camilo se fue a lo que había sido el huerto, sacó un lápiz y me urgió por un papel. Yo corrí a buscar uno a mi escritorio y se lo llevé de inmediato junto con todos los lápices de colores que tenía. Le pregunté si creía que funcionaría y me dijo: “si no ven los papeles usaremos las paredes y si no nos escucha hablar gritaremos. Nos pondremos a la vista para que nos vean desde lejos y enviaremos mensajes para que vengan a nosotros. Discutiremos con quienes no estén de acuerdo con nosotros o nos haremos sus amigos para que cambien de opinión. Si es necesario dejaré el trabajo y viviremos de mis poemas. Haremos lo que sea necesario, hasta cambiar lo que somos, pero encontraremos la manera.” Después de decir eso extendió la mano y me dio el papel. Había dibujado una orquídea y quería que yo la coloreara.

Las flores de Lupe fue publicado originalmente en www.lacasaestatomada.org

Andrés Ruíz. Oriundo de Boca Del Monte, tierra de brujos. Parido en los últimos años de la guerra (92). Estudió psicología pero es un disidente de la academia por la filosofía de la praxis. Cuentero, vándalo y dado a los excesos

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