Claudia Escobar. PhD.
claudiaescobarm@alumni.harvard.edu
Parece que los vientos del mes de noviembre han llevado de nuevo el caos a las calles de la ciudad de Guatemala. Primero con la huelga de los transportistas que ocasionó bloqueos en distintos puntos y después un enfrentamiento violento entre los vendedores informales y la Municipalidad de Guatemala que terminó con la destrucción del paseo de la Sexta Avenida en la zona uno.
Da tristeza ver cómo los propios guatemaltecos destruyen su patrimonio cultural; los pocos espacios de encuentro que hay en la ciudad terminan siendo un lugar de enfrentamiento entre dos posturas que no encuentran otra manera de comunicarse que a través de la violencia.
Creo que muchos de los conflictos sociales se deben a la falta de comunicación entre las partes. A la incapacidad que tenemos los seres humanos a sentir empatía por situaciones que nos son ajenas. Con frecuencia los enfrentamientos surgen de una situación que no se resuelve oportunamente y van creciendo como una bola de nieve, bajando de una montaña. Si las partes se cierran en sus posiciones, no existe posibilidad de llegar a acuerdos y deben buscarse otras formas de resolver el problema.
El enfrentamiento que se produjo la semana pasada entre la Municipalidad de la Ciudad de Guatemala y los vendedores ambulantes no es la excepción. No es un conflicto entre buenos y malos. Aunque en definitiva hay acciones delictivas que deben ser sancionadas, pues la destrucción de la propiedad privada y los bienes de la nación no puede permitirse. Pero el origen del problema no es la falta de espacio de los vendedores ambulantes y la voluntad del alcalde capitalino que se niega a dejar que estos vendan sus productos donde a ellos se les da la gana. Este conflicto tiene raíces mucho más profundas y complejas. Resolver de fondo el asunto requiere mucho más que buena voluntad de las partes y que se realicen planes a largo plazo para generar inversión y fuentes de trabajo, lo cual sobrepasa las funciones de la Municipalidad.
Los vendedores pertenecen a un grupo de individuos que no han tenido acceso a la educación, que han sido excluidos de las oportunidades de desarrollo, por lo tanto no tienen un trabajo estable, carecen de opciones de vida y buscan cualquier oportunidad para agenciarse de ingresos económicos.
La Municipalidad es una institución que tiene por objetivo poner orden en la ciudad y buscar que esta sea lo más habitable posible para todos los ciudadanos. Aunque está dirigida por un alcalde que es voluntarioso y mal encarado, hay otros funcionarios que deben apoyar su gestión. Entre los síndicos, los concejales y los asesores, hay hombres y mujeres competentes que tienen que asumir su papel, ser ingeniosos y creativos en buscar soluciones para las distintas situaciones que a la Municipalidad le corresponde resolver. Cuando la problemática excede sus capacidades es necesario solicitar el apoyo de las otras instituciones del Estado.
Lamentablemente la debilidad de las instituciones encargadas de apoyar a la Municipalidad no reaccionaron oportunamente. Muchos nos preguntamos ¿Dónde estaba la Policía Nacional Civil cuando el conflicto estalló y los vendedores se convirtieron en una turba que destruyó lo que encontró a su paso?
Pero además el nivel de conflicto llegó a esos extremos porque no existe una institucionalidad en seguridad y justicia capaz de resolver la problemática de nuestro país y porque la debilidad del Estado de Derecho es evidente. Si no fortalecemos las instituciones y aprendemos a respetar la ley estamos condenando a las generaciones futuras a que vivan en anarquía.