Por Redacción Cultura
Galería Rozas-Botrán presenta a partir del 29 de octubre hasta enero de 2017 “Neomurales”, 18 obras contemporáneas extraídas de las intervenciones artísticas del Cubo Blanco de Paseo Cayalá, en ese marco se presentará simultáneamente un exclusivo libro con seis reproducciones de las acuarelas “Divagaciones plásticas alrededor de un tema azteca”, pintadas por Carlos Mérida.
Esta obra de colección se publica para celebrar los 125 años del nacimiento del recordado pintor guatemalteco, ilustre ciudadano del mundo, que hizo visibles las cualidades creadoras y puso en valor los componentes de las culturas originarias de América Latina. Su trabajo está inspirado en las múltiples fuentes de información procedentes de las culturas mesoamericanas que perduran hasta nuestros días. En su pintura se presienten las narraciones míticas, legendarias e históricas de los grupos que habitaron la región antes del descubrimiento de América.
La colección original fue recuperada recientemente por Cristina Navas y Mérida, nieta del artista, al revisar un archivo que la familia tenía guardado. La señora Mérida las mostró a Jose Rozas-Botrán y ambos decidieron producir esta edición limitada de grabados digitales.
La publicación, producida por el Taller Experimental de Gráfica de Guatemala sobre un refinado papel libre de ácido, muestra el trabajo en acuarela del maestro Mérida, quien dejó figurada buena parte de su labor en diversos materiales, tales como pergaminos pulidos, papel amate, vidrio, azulejo y planchas de polietileno.
Cada estampa está numerada y sellada para asegurar su singularidad. La carpeta cambia la tradicional forma de exhibir una obra de arte, porque su contemplación se entiende como un conjunto resguardado por un elegante contenedor, que proporciona un incomparable gozo a la vista y al tacto.
Sobre Neomurales
El “Cubo Blanco” es un espacio en Paseo Cayalá que se ha transformado en un cuarto de proyectos, con una visión transmoderna. En sus muros, 18 artistas contemporáneos han dejado su huella. Las obras de arte se han conservado debido al sistema desmontable que los organizadores han creado, superando así la rigidez natural de la tradición muralística. La exposición que presentan en este espacio de la zona 14, muestra el resultado de cinco años de alianza entre los artistas y la Fundación Rozas-Botrán. Cada obra manifiesta las distintas formas de resolver el reto de transformar el Cubo Blanco.
La primera pintura sobre muros – de carácter mágico y religioso- se ejecutó sobre rocas de las cuevas paleolíticas. En Mesoamérica hay vestigios de murales ceremoniales en sitios como Bonampak (Chiapas), Naj Tunich (Petén) y San Bartolo (Totonicapán). Durante la época colonial, el muralismo fue muy importante para la catequesis didáctica; la mayoría fueron pintados por artistas locales sobre paredes de las porterías de conventos, capillas posas de los atrios y en los muros interiores de las iglesias (templo de San Cristóbal Totonicapán, portería del convento de San Francisco El Grande, La Antigua Guatemala y Ermita del Soldado en Alta Verapaz).
En la época moderna, Jorge Ubico propició la elaboración de dos importantes obras sobrepuestas en los muros del Palacio Nacional. En esas fechas, el muralismo -como expresión ideológica de la plástica contemporánea iberoamericana, fortalecida en México- se extendió por Latinoamérica. Tanto en ese país, como en Guatemala, destacó Carlos Mérida quien, en 1945, pintó la serie Divagaciones plásticas alrededor de un tema azteca, en la que sintetiza los elementos decorativos de la arquitectura precolombina a través de la creación de un sistema de signos de figuras cambiantes.
Esa geometría en movimiento dio con la abstracción de elementos indígenas, en busca de una esencia de la cultura nacional. Entre 1950 y 1970, Jorge Montes, Roberto Aycinena, Carlos Haeussler y Pelayo Llarena promovieron la integración de las Artes Plásticas con la Arquitectura, bajo la tutela de Mérida, acompañados por Efraín Recinos, Dagoberto Vásquez, Guillermo Grajeda Mena y Roberto González Goyri.
Entre 1970 y 1990, la inestabilidad nacional ocasionó que el arte, incluido el movimiento muralista, detuviera su libre manifestación. A partir de la firma de los Acuerdos de Paz retornó lentamente al país la libertad de expresión manifestada de diversas maneras. Paralelamente, el grafiti, que ha existido desde el principio de la historia del hombre, comenzó a desarrollarse en Nueva York, con dos vertientes: la “legal” -artistas del spray que hacen cuadros y murales espectaculares, y la “ilegal”, en la que todo vale: carteles, paredes en la calle y otros lugares. Esta forma de expresión llegó a Latinoamérica en el momento preciso para que muchos jóvenes manifestaran púbicamente su sentir.
En el Museo UNIS Rozas Rozas-Botrán el grafiti adquiere la cualidad mural con Mod Cárdenas, quien, junto con 30 alumnos, ha pintado un muro portable de 10 metros de largo por dos de alto, sobre la superficie exterior del espacio que alberga el auditorio principal de la universidad. En la Fundación Rozas-Botrán el límite para el arte es la creatividad de los artistas.
La colección original fue recuperada recientemente por Cristina Navas y Mérida, nieta del artista, al revisar un archivo que la familia tenía guardado.