Ismael Rezzak Mariano
Periodista

Más del 80% de jóvenes conoce algún acto de violencia en parejas de su edad, según las conclusiones del estudio ¿Fuertes como papá? ¿Sensibles como mamá? Identidades de género en la adolescencia, elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.

Las diferencias entre hombres y mujeres esconden construcciones machistas y unas relaciones de pareja adolescentes basadas en el control, la posesión y comportamientos agresivos: caldo de cultivo para el maltrato. Los agresores adolescentes están en todas las clases sociales y en cualquier variable, al igual que los agresores adultos, según Olga Barroso, coordinadora y psicóloga de la Unidad de Atención Psicológica a Adolescentes Víctimas de Violencia de Género.

Dos estudios concluyeron que los chicos que estaban más de acuerdo con ideas machistas clásicas (los chicos no deben llorar, es correcto pegarle a una chica si se deja, es correcto mandar en la relación) eran los que más emitían conductas violentas».

«Un 10% de menores españoles crecen en ambientes violentos, por lo que tenemos ahí una masa de maltrato infantil importante», según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas.

Además, la psicóloga resalta la imagen que las chicas reciben de la sociedad: «un machismo encubierto con mensajes de una chica hipersexualizada, más preocupada por su imagen estética y buscando la admiración del varón o la complacencia».

Eusebio Megías, director técnico del centro y coordinador del estudio por el Centro Reina Sofía, aplicado a 2 mil 514 chicos escolarizados, señala que «la cuestión empieza pensando que la identidad de chicos y chicas es radicalmente distinta». Los roles de hombres y mujeres en la sociedad actual, y la identidad de género en la adolescencia, quedan en el punto de mira de las conductas machistas. A las jóvenes se les atribuyen más los aspectos que tienen que ver con la emocionalidad, la ternura y la prudencia; y a los hombres, más con el activismo, la acción, la decisión y la capacidad de asumir riesgos.

«Estos estereotipos son los que, basándose en una especie de prejuicios de que somos diferentes van muchísimo más allá de las reales diferencias biológicas y hacen una construcción social que separa la identidad de mujeres y de hombres», mantienen la desigualdad y son «el caldo de cultivo en el que después beben muchas de las actitudes sociales discriminatorias». Por lo tanto, el experto señala que «se han producido cambios, sin ninguna duda, pero los cambios a veces son más cosméticos que reales; son más formales que en profundidad».

Para el coordinador del estudio, «mientras no haya una educación más igualitaria y no se rompan estos estereotipos de inequidad, es mucho más difícil controlar estas situaciones de violencia, que son raíces muy ancladas en comportamientos individuales pero también en el clima social».

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